BUENOS AIRES, Noviembre 28, (PUNTO CERO) Entre los factores que explican que la Argentina se ubique en el grupo de naciones poco atractivas sobresale el sistema tributario complejo y gravoso, señala el último informe semanal del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa). En este contexto, indica, resulta muy peligroso interpretar que el inédito superávit fiscal justifica dejar de considerar a la reforma impositiva como un tema prioritario.
A través de diferentes tipos de impuestos se gravan los beneficios que genera el capital. En el diseño de esta área de la política tributaria subyacen finalidades contradictorias. Por un lado, la visión “productiva”, que sugiere que los impuestos al capital deben ser bajos para promover la inversión. Por otro, la visión “redistributiva”, que indica que los impuestos sobre el capital deben ser sustanciosos para influir positivamente en la distribución personal del ingreso.
Esta dicotomía es exacerbada por el hecho de que los países compiten por atraer capitales. Intuitivamente se acepta que el capital no fluye hacia los lugares donde los impuestos que lo gravan son altos. En el mejor de los casos, sólo serán atraídos si otras condiciones determinan una rentabilidad lo suficientemente alta como para compensar la carga impositiva elevada. En un ranking que prepara el Howe Institute de Canadá se ofrece un ordenamiento según la intensidad con que los países gravan al capital:
• La tasa efectiva de impuestos sobre las inversiones promedio para 80 países considerados se estima en aproximadamente 20,6% de los beneficios del capital.
• Entre los países desarrollados, hay situaciones disímiles con casos extremos como Estados Unidos con una carga sobre el capital del 37,8% e Irlanda con 12,0%.
• Argentina aparece en el primer lugar con una carga promedio de 47,9%.
En este tipo de comparaciones internacionales siempre surgen inconvenientes metodológicos que hacen recomendable tomar con precaución sus resultados. Sin embargo, señala con claridad que la Argentina es considerada desde el punto de vista de la carga impositiva nominal como un país poco amigable con quién quiere invertir.
El informe de Idesa detalla que el sistema tributario argentino es diseñado y administrado por los tres niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal).
A través de diferentes tipos de impuestos se gravan los beneficios que genera el capital. En el diseño de esta área de la política tributaria subyacen finalidades contradictorias. Por un lado, la visión “productiva”, que sugiere que los impuestos al capital deben ser bajos para promover la inversión. Por otro, la visión “redistributiva”, que indica que los impuestos sobre el capital deben ser sustanciosos para influir positivamente en la distribución personal del ingreso.
Esta dicotomía es exacerbada por el hecho de que los países compiten por atraer capitales. Intuitivamente se acepta que el capital no fluye hacia los lugares donde los impuestos que lo gravan son altos. En el mejor de los casos, sólo serán atraídos si otras condiciones determinan una rentabilidad lo suficientemente alta como para compensar la carga impositiva elevada. En un ranking que prepara el Howe Institute de Canadá se ofrece un ordenamiento según la intensidad con que los países gravan al capital:
• La tasa efectiva de impuestos sobre las inversiones promedio para 80 países considerados se estima en aproximadamente 20,6% de los beneficios del capital.
• Entre los países desarrollados, hay situaciones disímiles con casos extremos como Estados Unidos con una carga sobre el capital del 37,8% e Irlanda con 12,0%.
• Argentina aparece en el primer lugar con una carga promedio de 47,9%.
En este tipo de comparaciones internacionales siempre surgen inconvenientes metodológicos que hacen recomendable tomar con precaución sus resultados. Sin embargo, señala con claridad que la Argentina es considerada desde el punto de vista de la carga impositiva nominal como un país poco amigable con quién quiere invertir.
El informe de Idesa detalla que el sistema tributario argentino es diseñado y administrado por los tres niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal).
El impuesto central que grava los beneficios del capital es el impuesto a las ganancias corporativas. También suman los impuestos a los activos productivos, como el impuesto a las ganancias mínimas presuntas, los impuestos inmobiliarios y automotor de provincias y municipios. A esto se le agregan los impuestos transaccionales, donde se destacan los créditos de IVA no recuperable por compra de bienes de capital, el impuesto a las transacciones bancarias y a los sellos.
La carga fiscal surge de la acumulación de estas normas. Adicionalmente, están los procedimientos burocráticos y ambiguos que producen incertidumbre y discrecionalidad. En consecuencia, aunque desde el punto de vista metodológico probablemente se pueda cuestionar el primer puesto que la Argentina ocupa en este ranking, hay evidencias de que en el país prevalecen condiciones impositivas muy desfavorables para quien quiere emprender un proyecto productivo.
El informe comenta finalmente que las desventajas de la Argentina son aún son mayores, si se consideran otros países emergentes. Por ejemplo, la imposición sobre el capital en Irlanda se estima en el 12%, es decir, un cuarto del nivel que se estima para la Argentina. (PUNTO CERO).
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