OLAVARRIA, Junio 23, (PUNTO CERO-Infoazuldiario) Araceli Saavedra recuperó la libertad. Tres horas antes, la jueza en lo Correccional Cecilia Desiata firmó su excarcelación. Seguirá viviendo en la región, en una casa junto con su hijo. Y una vez por mes deberá presentarse en el juzgado. Después de dos años y ocho meses de detención, volvió a respirar en libertad.
"Bien", dijo más que escuetamente a este diario después de un "buen día" lacónico mientras se preparaba a descender las escalinatas que la llevarían a la planta baja de la sede judicial saboreando como al alcance de la mano los primeros atisbos de libertad. Ni bien Araceli Saavedra divisó la presencia de EL POPULAR a escasos metros del pasillo del Juzgado Correccional, los guardias del Servicio Penitenciario Bonaerense que la custodiaban la rodearon más cercanamente. Eran sólo ella, flanqueada por el hombre y la mujer del SPB, y el abogado Gustavo Torchia en un sábado profundamente gris y frío.
Extremadamente delgada. Con el flequillo de siempre y el cabello negro sobre los hombros. Y un rostro que se esmeraba en esconder la multiplicidad de sensaciones detrás de un maquillaje esmerado. Fueron sus últimas fotos esposada. Fue su último viaje en el asiento de atrás de la camioneta, con ese enrejado que la separaba del conductor y que ya no la separará de nadie. Apenas volverá a tener la sensación de dependencia, una vez al mes cuando tenga que recorrer los mismos pasillos y las mismas escalinatas que la conducirán ante la jueza Cecilia Desiata.
Anoche durmió por primera vez, después de dos años y ocho meses, en una cama propia, con sábanas y cobijas propias, tal vez escuchando música o mirando una película romántica hasta muy tarde. Quizás tomando un café o unos mates entre afectos. Disfrutando de una libertad con la que soñó cada una de las noches de todo este tiempo. Pero esta vez de verdad. En una casa que el abogado aseguró como único dato aproximativo que "está ubicada en esta región".
-Pero ¿dónde?
-No. No estoy autorizado a decírselo.
-¿Va a vivir en esta región?
-Sí. Es lo único que le puedo informar. Aunque no está obligada. Lo único que le puedo decir es que le otorgaron la libertad condicional y que el único requisito es que se tendrá que presentar en el juzgado correccional una vez al mes. Nada más.
Ya no había posibilidad de más dilaciones, dijo el abogado. Y en un año y cuatro meses podrá disfrutar de la libertad definitiva por cumplirse los cuatro años de la pena impuesta. En tanto, la decisión de ayer de Desiata tuvo directa relación con lo que establece la norma: cuando no hay pena firme, se puede acceder a la condicional al cumplirse las dos terceras partes.
-¿Va a trabajar Araceli?
-Es prematuro hablar de eso. Pero puede hacerlo con total libertad.
El adiós
Llegó al juzgado a las 11.40. El único medio presente en el lugar era EL POPULAR. Desde diez minutos antes, un BMW de color gris estaba estacionado sobre la calle Lamadrid, en el acceso para automóviles exclusivo para el Poder Judicial. Cuando la camioneta blanca con letras azules del SPB que traía a la todavía detenida titular de la financierita del Barrio Luján embocaba ese ingreso, el hombre descendió. Campera de corderoy negra y ropa informal bajó del auto y fue al encuentro de su clienta. Araceli Saavedra bajó custodiada y bajo una llovizna incipiente y un cielo gris plomizo fue llevada a la sede judicial.
"¿Qué piensa? ¿La van a dejar en libertad?", preguntó este diario al chofer. "Qué sé yo. Me acuerdo la otra vez que la traje se supone que era para eso mismo y fue hace ocho meses", respondió con cara de aburrimiento vaticinando una espera larga.
"¿Y si la liberan?", insistió EL POPULAR. "Es que por más que la liberen, allá va a tener que volver porque le quedaron todas las cosas". Un mate medio lavado prometía ser su única compañía durante los treinta minutos que permanecería en la playa de estacionamiento.
Ese "allá" al que se refería el chofer penitenciario es la Unidad Penal de Mujeres Nº 52. El lugar en el que Araceli Saavedra pasó los últimos tiempos de su detención y en donde en los últimos meses estuvo abocada a un régimen laboral que resultó determinante -en el seguimiento de su conducta- para lograr la libertad. Y de donde, alrededor de las 15 salió definitivamente. Afuera estaba aguardando por ella el abogado Torchia y en un domicilio, toda su familia. Entre ellos, su hijo, que ahora podrá volver a vivir con su mamá.
Aquellos días
Pasó tanta historia de ciudad y de país en estos dos años y ocho meses que lejos quedó el impacto social que generaba por aquellos días invernales de 2006 la financierita de Berutti al 2900. Aquellos viejos días en que había centenares y centenares de olavarrienses y gente del resto de la región que se aprestaba durante madrugadas y noches enteras a esperar que la suerte estuviera de su lado. Con sus billetes guardados, hacían la larga espera para entregarles como si fuera una diosa multiplicadora de dinero sus pocos o muchos ahorros.
El sistema -casi tan añejo como la misma historia de la moneda- preveía un funcionamiento piramidal. Y la consecuencia lógica era la caída estruendosa de todo, con pérdidas incontables y con damnificados que, en algunos casos, nunca volvieron a recuperarse. Los primeros, en cambio... ésos sí lograron cuantiosos intereses.
Con la caída de la pirámide llegó todo lo demás. Las primeras denuncias, las investigaciones, los reclamos airados, la agresión y la violencia. Las largas colas esta vez no para depositar dinero sino para intentar recuperar algo de lo que ya se vislumbraba como irrecuperable. Los custodios musculosos y con antecedentes más que dudosos. El entrecruce de denuncias. Los contratos de mutuo que nadie sabía si eran verdaderos o falsos y muchos etcéteras que fueron complejizando todo.
Pasaron dos años y ocho meses y tal vez la ciudad haya guardado en el arcón del olvido el traslado natural de la vuelta del perro. Ya la Vicente López no parecía tan poblada como siempre. Al mismo paso de hombre circulaban los autos por la calle Berutti.
Y la eclosión, el 21 de octubre. Un día antes de la detención de la mujer en un hotel de la ruta 3 en las afueras de Azul. Ese 21 de octubre, la casa de Araceli Saavedra estaba prácticamente tomada por los patovicas. Afuera, los neumáticos incendiados de las presuntas víctimas ardían y lanzaban humo negro al aire.
La infantería actuó con dos grupos y una treintena de uniformados actuaron desmedidamente. Esa noche culminó con cuatro detenidos, algunos contusos y muchísima confusión. Al día siguiente, cerca del mediodía y con la convicción de que ya nada tendría vuelta atrás, Araceli Saavedra partió de su casa en un remís junto con su hijo. En la estación de GNC de Urquiza y Colón cambió de vehículo y subió a una cuatro por cuatro. A eso de las cuatro de la tarde fue detenida en el parador Roma Santa, habitación 15, de Azul. Del mismo modo en que ayer, fue EL POPULAR el único medio presente y, por ende, el único en registrar sus últimas imágenes esposada, también fue el único que registró su huida más de tres horas antes de ser capturada.Pasó el tiempo y los ejes de discusión colectiva se corrieron a otros temas.
"Bien", dijo más que escuetamente a este diario después de un "buen día" lacónico mientras se preparaba a descender las escalinatas que la llevarían a la planta baja de la sede judicial saboreando como al alcance de la mano los primeros atisbos de libertad. Ni bien Araceli Saavedra divisó la presencia de EL POPULAR a escasos metros del pasillo del Juzgado Correccional, los guardias del Servicio Penitenciario Bonaerense que la custodiaban la rodearon más cercanamente. Eran sólo ella, flanqueada por el hombre y la mujer del SPB, y el abogado Gustavo Torchia en un sábado profundamente gris y frío.
Extremadamente delgada. Con el flequillo de siempre y el cabello negro sobre los hombros. Y un rostro que se esmeraba en esconder la multiplicidad de sensaciones detrás de un maquillaje esmerado. Fueron sus últimas fotos esposada. Fue su último viaje en el asiento de atrás de la camioneta, con ese enrejado que la separaba del conductor y que ya no la separará de nadie. Apenas volverá a tener la sensación de dependencia, una vez al mes cuando tenga que recorrer los mismos pasillos y las mismas escalinatas que la conducirán ante la jueza Cecilia Desiata.
Anoche durmió por primera vez, después de dos años y ocho meses, en una cama propia, con sábanas y cobijas propias, tal vez escuchando música o mirando una película romántica hasta muy tarde. Quizás tomando un café o unos mates entre afectos. Disfrutando de una libertad con la que soñó cada una de las noches de todo este tiempo. Pero esta vez de verdad. En una casa que el abogado aseguró como único dato aproximativo que "está ubicada en esta región".
-Pero ¿dónde?
-No. No estoy autorizado a decírselo.
-¿Va a vivir en esta región?
-Sí. Es lo único que le puedo informar. Aunque no está obligada. Lo único que le puedo decir es que le otorgaron la libertad condicional y que el único requisito es que se tendrá que presentar en el juzgado correccional una vez al mes. Nada más.
Ya no había posibilidad de más dilaciones, dijo el abogado. Y en un año y cuatro meses podrá disfrutar de la libertad definitiva por cumplirse los cuatro años de la pena impuesta. En tanto, la decisión de ayer de Desiata tuvo directa relación con lo que establece la norma: cuando no hay pena firme, se puede acceder a la condicional al cumplirse las dos terceras partes.
-¿Va a trabajar Araceli?
-Es prematuro hablar de eso. Pero puede hacerlo con total libertad.
El adiós
Llegó al juzgado a las 11.40. El único medio presente en el lugar era EL POPULAR. Desde diez minutos antes, un BMW de color gris estaba estacionado sobre la calle Lamadrid, en el acceso para automóviles exclusivo para el Poder Judicial. Cuando la camioneta blanca con letras azules del SPB que traía a la todavía detenida titular de la financierita del Barrio Luján embocaba ese ingreso, el hombre descendió. Campera de corderoy negra y ropa informal bajó del auto y fue al encuentro de su clienta. Araceli Saavedra bajó custodiada y bajo una llovizna incipiente y un cielo gris plomizo fue llevada a la sede judicial.
"¿Qué piensa? ¿La van a dejar en libertad?", preguntó este diario al chofer. "Qué sé yo. Me acuerdo la otra vez que la traje se supone que era para eso mismo y fue hace ocho meses", respondió con cara de aburrimiento vaticinando una espera larga.
"¿Y si la liberan?", insistió EL POPULAR. "Es que por más que la liberen, allá va a tener que volver porque le quedaron todas las cosas". Un mate medio lavado prometía ser su única compañía durante los treinta minutos que permanecería en la playa de estacionamiento.
Ese "allá" al que se refería el chofer penitenciario es la Unidad Penal de Mujeres Nº 52. El lugar en el que Araceli Saavedra pasó los últimos tiempos de su detención y en donde en los últimos meses estuvo abocada a un régimen laboral que resultó determinante -en el seguimiento de su conducta- para lograr la libertad. Y de donde, alrededor de las 15 salió definitivamente. Afuera estaba aguardando por ella el abogado Torchia y en un domicilio, toda su familia. Entre ellos, su hijo, que ahora podrá volver a vivir con su mamá.
Aquellos días
Pasó tanta historia de ciudad y de país en estos dos años y ocho meses que lejos quedó el impacto social que generaba por aquellos días invernales de 2006 la financierita de Berutti al 2900. Aquellos viejos días en que había centenares y centenares de olavarrienses y gente del resto de la región que se aprestaba durante madrugadas y noches enteras a esperar que la suerte estuviera de su lado. Con sus billetes guardados, hacían la larga espera para entregarles como si fuera una diosa multiplicadora de dinero sus pocos o muchos ahorros.
El sistema -casi tan añejo como la misma historia de la moneda- preveía un funcionamiento piramidal. Y la consecuencia lógica era la caída estruendosa de todo, con pérdidas incontables y con damnificados que, en algunos casos, nunca volvieron a recuperarse. Los primeros, en cambio... ésos sí lograron cuantiosos intereses.
Con la caída de la pirámide llegó todo lo demás. Las primeras denuncias, las investigaciones, los reclamos airados, la agresión y la violencia. Las largas colas esta vez no para depositar dinero sino para intentar recuperar algo de lo que ya se vislumbraba como irrecuperable. Los custodios musculosos y con antecedentes más que dudosos. El entrecruce de denuncias. Los contratos de mutuo que nadie sabía si eran verdaderos o falsos y muchos etcéteras que fueron complejizando todo.
Pasaron dos años y ocho meses y tal vez la ciudad haya guardado en el arcón del olvido el traslado natural de la vuelta del perro. Ya la Vicente López no parecía tan poblada como siempre. Al mismo paso de hombre circulaban los autos por la calle Berutti.
Y la eclosión, el 21 de octubre. Un día antes de la detención de la mujer en un hotel de la ruta 3 en las afueras de Azul. Ese 21 de octubre, la casa de Araceli Saavedra estaba prácticamente tomada por los patovicas. Afuera, los neumáticos incendiados de las presuntas víctimas ardían y lanzaban humo negro al aire.
La infantería actuó con dos grupos y una treintena de uniformados actuaron desmedidamente. Esa noche culminó con cuatro detenidos, algunos contusos y muchísima confusión. Al día siguiente, cerca del mediodía y con la convicción de que ya nada tendría vuelta atrás, Araceli Saavedra partió de su casa en un remís junto con su hijo. En la estación de GNC de Urquiza y Colón cambió de vehículo y subió a una cuatro por cuatro. A eso de las cuatro de la tarde fue detenida en el parador Roma Santa, habitación 15, de Azul. Del mismo modo en que ayer, fue EL POPULAR el único medio presente y, por ende, el único en registrar sus últimas imágenes esposada, también fue el único que registró su huida más de tres horas antes de ser capturada.Pasó el tiempo y los ejes de discusión colectiva se corrieron a otros temas.
Atrás quedaron los enojos, los gritos, los piedrazos, los allanamientos, la vida fácil y la avidez que se generó en torno de una historia que dejó muchos malheridos y quién sabe cuántos ganadores. Cuando nadie se acordaba casi de su existencia, Araceli Saavedra recuperó su libertad. (PUNTO CERO-Infoazuldiario).
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