LUJAN, Agosto 06, (PUNTO CERO-El Civismo) La intendenta Rosso admitió que analiza cambios y que no está conforme con algunos funcionarios. Si bien se cuidó de dar nombres, se sabe que los cañones apuntan a los referentes del sector de María Inés Fernández.
Hay concejales oficialistas que prácticamente no se dirigen la palabra.
“Esperaba más colaboración de gente que está en nuestro sector. Prefiero las acciones a las palabras. Hay quienes trabajan poco o nada”. Esas frases las pronunció públicamente este sábado la intendenta Graciela Rosso. Lo hizo en una entrevista radial, dando a entender que la situación puertas adentro de la comuna llegó a tal extremo de desconfianza mutua que ya es hora de exteriorizar.
Sus dichos, en los últimos meses escuchados decenas de veces en los despachos municipales, confirman el clima tenso, cercano a la ruptura, que afecta a todas las capas del gabinete municipal y al bloque oficialista en el Concejo Deliberante.
El tono belicoso evidencia el mal momento que vive la alianza electoral que sellaron meses antes de octubre pasado la jefa comunal y el sector peronista liderado por la ahora funcionaria provincial María Inés Fernández, y que se alzara con la victoria.
A casi ocho meses de su asunción y lejos de aquel idilio, Rosso analiza cambios en los cargos más encumbrados de su gobierno. De concretarse, significarían el quiebre del acuerdo de partes.
Están en la mira de la intendenta un puñado de funcionarios que responden a Fernández, incluyendo a su esposo, el secretario de Gobierno Humberto Guibaud.
Si a nivel nacional con el alejamiento de los radicales K se habla de una “pejotización” o “kirchnerización” del gobierno, en Luján habría que hablar de la idea de generar una “rossización de pura cepa”.
Hace cinco meses que Guibaud desmiente su renuncia al cargo. No obstante ello, los pocos que tienen acceso directo a su despacho aseguran que “el Flaco se hartó”. “No está dispuesto a seguir soportando maltrato y gritos”, afirman en su entorno.
Esas mismas fuentes le confirmaron a este medio otro ingrediente que abona la posible separación: como Rosso no confía en los colaboradores venidos del ala de Fernández, en todas las áreas nombró gente que le resulta “fiel”. Muchos de esos flamantes funcionarios provienen de Capital Federal o el Gran Buenos Aires “sin la menor idea de la tarea que tienen que realizar; sin conocer Luján; sin ganas de quedarse después de hora”.
Con sólo repasar el listado de funcionarios se verá que esa afirmación, nacida desde el sector de la ex diputada Fernández, tiene cierto asidero.
Para el área de Prensa, Rosso nombró a Rubén Zilber y Jorge Velásquez para eclipsar la tarea de Fabián Pérez (hoy bajo una nueva licencia), hombre de extrema confianza de María Inés Fernández. Con esos nombramientos creó una Dirección de Prensa paralela en la que nadie sabe a ciencia cierta quién manda, quién tiene libertad de acción, y mucho menos quién debe hacer cada tarea.
Las secretarías de Infraestructura, Obras y Servicios Públicos y de Desarrollo Productivo quedaron en manos de otros dos ilustres desconocidos para la ciudad de Luján. Rosso confía en ellos y con eso parece bastarle.
De hecho, en medio del conflicto con la Hostería San Antonio (ver pág. 4) y el irresuelto tema del basural, uno de ellos se fue de vacaciones a Europa, apenas después de siete meses de trabajo. Y la intendenta lo apaña. La seguridad urbana también tiene doble comando: Oscar Clarencio y Julio Quintela, otro foráneo.
Tampoco se siente cómodo el ex vecinalista y secretario de Legal y Técnica Alcides Pedurán. No estaría a gusto con los colaboradores que la intendenta nombró para rodearlo.
Pedurán llegó a presentar su renuncia pero se consiguió una tregua que tendría plazo: en tres meses, si ciertos pedidos de Pedurán no se hacen efectivos, pegará el portazo.
EL ESTERTOR DEL ACUERDO
Si las cosas son tal como las pintan, ¿por qué los funcionarios que responden a Fernández no se van? La respuesta es sencilla y hubo quienes se la escucharon decir al propio Guibaud: “No vamos a ser nosotros los que rompamos. En todo caso, si la intendenta no está conforme o no nos quiere, que nos eche y se haga cargo de la ruptura”.
En el Concejo Deliberante también se respira el mismo aire viciado. El bloque oficialista es un polvorín en el que hay concejales que directamente no se dirigen la palabra.
Los problemas internos se hicieron evidentes cuando los ediles tuvieron que fijar postura ante el enfrentamiento del gobierno y el campo. Rosso bajó línea para que todos votaran en contra de los productores.
Pablo Tonini nunca estuvo de acuerdo con esa decisión y si bien aceptó las reglas del juego, no tardó en abandonar el mando del bloque. La presidencia de la bancada quedó en Jorge Artero, del sector de Fernández, porque Rosso no encontró en sus filas a la persona indicada: Mauricio Molinero o Rubén Ricardo.
La relación cortada se volvió a mostrar ante el conflicto del barrio Hostería, con Tonini defendiendo los argumentos de los vecinos. O cuando Ricardo firmó una solicitada que recibió el repudio del propio Concejo y su bancada no votó en contra, se abstuvo.
Mientras la temperatura de la interna aumenta y nadie se anima a pronosticar cuál será el fusible que explote, Rosso prefiere jugar al misterio: “Estoy analizando cómo responde cada funcionario. Analizo situaciones. De ese análisis se desprende que yo y el partido de Luján necesitan más rapidez, más efectividad, más resultados. No se puede responder un expediente tardando tres o cuatro meses. Yo digo que no alcanza con ser transparente”, dijo el sábado en una charla que mantuvo al aire con el periodista radial y ex contrincante en la carrera a la Intendencia -pero desde el Paufe-, Carlos Porto.
El operativo regreso
Si hay un sector que se regocija con los conflictos partidarios que enfrenta Rosso es el princismo. Sus dirigentes están agazapados y en los últimos días se les empezó a ir la cautela de la derrota. “Volvemos”, afirman, o mejor dicho, sueñan, en el latente sector peronista liderado por el ex intendente Miguel Ángel Prince.
Con ese objetivo como único horizonte, dirigentes de este sector peronista se juntan todos los martes a la noche, en la sede del Club Atlanta, en 25 de Mayo entre Mariano Moreno y Colón.
El operativo regreso está verde y ni siquiera se sabe detrás de quién encolumnarse. Ya no hablan maravillas del kirchnerismo y comienzan a recostarse en la presunta rebeldía del ex gobernador Felipe Solá, con quien Prince mantiene una amistad.
Tampoco se sabe quiénes tienen un lugar asegurado en la mesa del Club Atlanta. “Hay personas que no pueden seguir pegadas a Prince, porque de ese modo sería imposible conseguir apoyos”, le dijo a EL CIVISMO uno de los organizadores de los encuentros.
Hay concejales oficialistas que prácticamente no se dirigen la palabra.
“Esperaba más colaboración de gente que está en nuestro sector. Prefiero las acciones a las palabras. Hay quienes trabajan poco o nada”. Esas frases las pronunció públicamente este sábado la intendenta Graciela Rosso. Lo hizo en una entrevista radial, dando a entender que la situación puertas adentro de la comuna llegó a tal extremo de desconfianza mutua que ya es hora de exteriorizar.
Sus dichos, en los últimos meses escuchados decenas de veces en los despachos municipales, confirman el clima tenso, cercano a la ruptura, que afecta a todas las capas del gabinete municipal y al bloque oficialista en el Concejo Deliberante.
El tono belicoso evidencia el mal momento que vive la alianza electoral que sellaron meses antes de octubre pasado la jefa comunal y el sector peronista liderado por la ahora funcionaria provincial María Inés Fernández, y que se alzara con la victoria.
A casi ocho meses de su asunción y lejos de aquel idilio, Rosso analiza cambios en los cargos más encumbrados de su gobierno. De concretarse, significarían el quiebre del acuerdo de partes.
Están en la mira de la intendenta un puñado de funcionarios que responden a Fernández, incluyendo a su esposo, el secretario de Gobierno Humberto Guibaud.
Si a nivel nacional con el alejamiento de los radicales K se habla de una “pejotización” o “kirchnerización” del gobierno, en Luján habría que hablar de la idea de generar una “rossización de pura cepa”.
Hace cinco meses que Guibaud desmiente su renuncia al cargo. No obstante ello, los pocos que tienen acceso directo a su despacho aseguran que “el Flaco se hartó”. “No está dispuesto a seguir soportando maltrato y gritos”, afirman en su entorno.
Esas mismas fuentes le confirmaron a este medio otro ingrediente que abona la posible separación: como Rosso no confía en los colaboradores venidos del ala de Fernández, en todas las áreas nombró gente que le resulta “fiel”. Muchos de esos flamantes funcionarios provienen de Capital Federal o el Gran Buenos Aires “sin la menor idea de la tarea que tienen que realizar; sin conocer Luján; sin ganas de quedarse después de hora”.
Con sólo repasar el listado de funcionarios se verá que esa afirmación, nacida desde el sector de la ex diputada Fernández, tiene cierto asidero.
Para el área de Prensa, Rosso nombró a Rubén Zilber y Jorge Velásquez para eclipsar la tarea de Fabián Pérez (hoy bajo una nueva licencia), hombre de extrema confianza de María Inés Fernández. Con esos nombramientos creó una Dirección de Prensa paralela en la que nadie sabe a ciencia cierta quién manda, quién tiene libertad de acción, y mucho menos quién debe hacer cada tarea.
Las secretarías de Infraestructura, Obras y Servicios Públicos y de Desarrollo Productivo quedaron en manos de otros dos ilustres desconocidos para la ciudad de Luján. Rosso confía en ellos y con eso parece bastarle.
De hecho, en medio del conflicto con la Hostería San Antonio (ver pág. 4) y el irresuelto tema del basural, uno de ellos se fue de vacaciones a Europa, apenas después de siete meses de trabajo. Y la intendenta lo apaña. La seguridad urbana también tiene doble comando: Oscar Clarencio y Julio Quintela, otro foráneo.
Tampoco se siente cómodo el ex vecinalista y secretario de Legal y Técnica Alcides Pedurán. No estaría a gusto con los colaboradores que la intendenta nombró para rodearlo.
Pedurán llegó a presentar su renuncia pero se consiguió una tregua que tendría plazo: en tres meses, si ciertos pedidos de Pedurán no se hacen efectivos, pegará el portazo.
EL ESTERTOR DEL ACUERDO
Si las cosas son tal como las pintan, ¿por qué los funcionarios que responden a Fernández no se van? La respuesta es sencilla y hubo quienes se la escucharon decir al propio Guibaud: “No vamos a ser nosotros los que rompamos. En todo caso, si la intendenta no está conforme o no nos quiere, que nos eche y se haga cargo de la ruptura”.
En el Concejo Deliberante también se respira el mismo aire viciado. El bloque oficialista es un polvorín en el que hay concejales que directamente no se dirigen la palabra.
Los problemas internos se hicieron evidentes cuando los ediles tuvieron que fijar postura ante el enfrentamiento del gobierno y el campo. Rosso bajó línea para que todos votaran en contra de los productores.
Pablo Tonini nunca estuvo de acuerdo con esa decisión y si bien aceptó las reglas del juego, no tardó en abandonar el mando del bloque. La presidencia de la bancada quedó en Jorge Artero, del sector de Fernández, porque Rosso no encontró en sus filas a la persona indicada: Mauricio Molinero o Rubén Ricardo.
La relación cortada se volvió a mostrar ante el conflicto del barrio Hostería, con Tonini defendiendo los argumentos de los vecinos. O cuando Ricardo firmó una solicitada que recibió el repudio del propio Concejo y su bancada no votó en contra, se abstuvo.
Mientras la temperatura de la interna aumenta y nadie se anima a pronosticar cuál será el fusible que explote, Rosso prefiere jugar al misterio: “Estoy analizando cómo responde cada funcionario. Analizo situaciones. De ese análisis se desprende que yo y el partido de Luján necesitan más rapidez, más efectividad, más resultados. No se puede responder un expediente tardando tres o cuatro meses. Yo digo que no alcanza con ser transparente”, dijo el sábado en una charla que mantuvo al aire con el periodista radial y ex contrincante en la carrera a la Intendencia -pero desde el Paufe-, Carlos Porto.
El operativo regreso
Si hay un sector que se regocija con los conflictos partidarios que enfrenta Rosso es el princismo. Sus dirigentes están agazapados y en los últimos días se les empezó a ir la cautela de la derrota. “Volvemos”, afirman, o mejor dicho, sueñan, en el latente sector peronista liderado por el ex intendente Miguel Ángel Prince.
Con ese objetivo como único horizonte, dirigentes de este sector peronista se juntan todos los martes a la noche, en la sede del Club Atlanta, en 25 de Mayo entre Mariano Moreno y Colón.
El operativo regreso está verde y ni siquiera se sabe detrás de quién encolumnarse. Ya no hablan maravillas del kirchnerismo y comienzan a recostarse en la presunta rebeldía del ex gobernador Felipe Solá, con quien Prince mantiene una amistad.
Tampoco se sabe quiénes tienen un lugar asegurado en la mesa del Club Atlanta. “Hay personas que no pueden seguir pegadas a Prince, porque de ese modo sería imposible conseguir apoyos”, le dijo a EL CIVISMO uno de los organizadores de los encuentros.
A los concejales Luis Vanin, Gustavo Sicca y Ariel Notta, entre otros, todavía no los invitaron. (PUNTO CERO-El Civismo).
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