Alteración de los ciclos menstruales y falta de ovulación son algunas de las consecuencias de padecer problemas tiroideos.
Falta de deseo, fatiga, aumento de peso, depresión, caída del cabello, constipación, piel seca e intolerancia al frío son algunos de los síntomas característicos del mal funcionamiento de la glándula tiroides, trastorno que afecta al 20 por ciento de las mujeres de entre 25 y 45 años.
Pero no son los únicos. La alteración de la tiroides puede provocar infertilidad, abortos espontáneos, partos prematuros y problemas neurocognitivos en el futuro bebé.
Es por ello que resulta de vital importancia “el chequeo de los niveles de las hormonas tiroideas y anticuerpos en sangre antes de concretar el embarazo o cuando éste se demora”, explicó Gabriel Fiszbajn, especialista en reproducción asistida y director de medicina reproductiva del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (CEGyR).
Son varias las hormonas que controlan el eje tiroideo y todas ellas se encuentran relacionadas entre sí. Cuando la producción de la hormona tiroidea es escasa (hipotiroidismo), se afectan los niveles de la hormona luteinizante (LH), que produce la ovulación, motivo por el que muchas veces se deja de ovular.
Del mismo modo, esta disfunción, puede afectar la fase lútea, es decir, la etapa que sobreviene entre el momento de la ovulación y el primer día del período menstrual, situación que aumenta el riesgo de sufrir un aborto espontaneo.
Otra de las consecuencias está dada por la baja producción de progesterona, lo que inhibe el engrosamiento de las paredes del útero, impidiendo la adecuada implantación del embrión.
Otra de las causas de la falta de ovulación por este desbalance hormonal está dada por el aumento de la prolactina, hormona responsable de la producción de leche luego del parto, lo que puede alterar la regularidad del ciclo menstrual.
“Restablecer el correcto funcionamiento de la tiroides antes de buscar el embarazo de forma natural o a través de técnicas de reproducción asistida, es el principal objetivo en estos casos, ya que comenzar la gestación con este desajuste implica un riesgo aumentado de aborto, anemia, preeclampsia, desprendimiento de placenta y hemorragia posparto, así como parto prematuro, bajo peso al nacer y problemas de desarrollo y aprendizaje en el bebé”, expresó Fiszbajn.
Para el especialista, “la irregularidad en los ciclos menstruales, problemas ovulatorios y los problemas de implantación embrionaria son algunos de los síntomas visibles de esta enfermedad que no en todos los casos se declara con una infertilidad del 100 por ciento, sino que coloca a la mujer en un estado de subfertilidad que suele demorar el diagnóstico”.
Los problemas endócrinos representan el 15 por ciento de las consulta por infertilidad. De ellos, el 50 por ciento corresponde a alteraciones de la tiroides como la tiroiditis de Hashimoto, una condición autoinmune en donde el propio organismo ataca a la glándula, la inflama y provoca una situación de menor producción hormonal.
“La buena noticia de este tipo de enfermedades es que en la mayoría de los casos puede revertirse mediante un tratamiento de reemplazo hormonal. Con una temprana detección es posible conservar la fertilidad y, sobre todo, no vivir un embarazo de riesgo”, concluyó Fiszbajn. (Asteriscos TV).
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