OLAVARRIA, Abril 10, (PUNTO CERO) La FIO se ha transformado últimamente en uno de los pocos centros nacionales que trabaja en robótica y el 1º en desarrollar un vehículo autónomo para inspección submarina. El Dr. Gerardo Acosta (Foto) es responsable del equipo.
La Facultad de Ingeniería de Olavarría se ha transformado últimamente en uno de los pocos centros nacionales que trabaja en robótica, y el primero en comenzar a desarrollar un vehículo autónomo para inspección submarina.
El tema no es nuevo pero representa un significativo progreso para nuestro país en general y para la ciudad en particular, donde empujar las fronteras de la ciencia hacia zonas desconocidas para explorarlas y conquistarlas resulta siempre un desafío extra.
Lo que ahora sería propio de la ciencia ficción, con robots que toman decisiones y se mueven sin necesidad de una orden humana, no está lejos de transformarse en una realidad evidente.
Días pasados, se confirmó un subsidio de un consorcio europeo para que la Facultad perfeccione los avances alcanzados en la temática y a la vez construya un laboratorio específico. En tanto, la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología también aportó otra suma para la generación de nuevas tecnologías.
Con estos recursos, se prevé que un equipo de ingenieros tenga listo en tres años un robot que hoy existe solamente en un ideal. Por eso el desafío es enorme y las repercusiones trascendentes.
El antecedente inmediato y que abrió las puertas a la Facultad para trabajar en este tipo de tecnología, fue la participación de un científico local en un proyecto de la Unión Europea, que diseñó un robot capaz de localizar e inspeccionar oleoductos y cables submarinos en forma totalmente autónoma
Se trata de Gerardo Acosta, Doctor en Informática e Ingeniero en Electrónica, quien integró el proyecto denominado Autotracker, una iniciativa impulsada por distintas universidades y empresas del Viejo Continente.
Para que el submarino pueda sumergirse en aguas escocesas y no perderse en el Mar del Norte, Acosta debió desarrollar junto a otros científicos internacionales un sistema de inteligencia artificial para tareas de inspección.
Ahora la Unión Europea extiende sus lazos científicos y le permite a la Facultad de Ingeniería tener un laboratorio e investigadores becados para continuar con los desarrollos. En esa línea, la Agencia nacional aportó recursos para perfeccionar un prototipo de submarino explorador autónomo, todo a realizarse en Olavarría.
Acosta comandará un grupo de especialistas de la Facultad, donde también participarán investigadores de Tandil, quienes intentarán reproducir y optimizar la tecnología europea para que el prototipo de submarino local pueda navegar solo y seguir un objetivo sin perderse.
El proyecto tiene tanta influencia, que antes de que se generen los avances y pueda funcionar en la práctica, ya existe una empresa nacional interesada en este tipo de tecnologías.
Cerebro mágico
En el proyecto europeo, el doctor Acosta desarrolló un software para que el robot submarino siga de cerca una tubería metálica, a partir de la información aportada por distintos sensores.
Si bien la experiencia fue muy satisfactoria, los científicos advirtieron complicaciones cuando el objetivo a seguir estaba enterrado en el fondo del mar u oculto por diversos obstáculos.
La intención de los especialistas locales es armar un robot que pueda navegar sin la intervención humana, con la capacidad de evadir obstáculos, replanificar trayectorias, registrar imágenes del entorno, cambiar patrones de búsqueda, recargar sus baterías, etc. Es decir, dotarlo con una serie de conductas para que el submarino pueda resolver imprevistos, como por ejemplo si se pierde.
En el grupo de ingenieros involucrados participan en principio Roberto de la Vega, Silvano Rossi, Roberto Leegstra , Carlos Verucchi , Cristian Ruschetti, y Hugo Curti, y seguramente se sumarán otros profesionales.
El prototipo tendrá una especie de red neuronal para detectar su objetivo y también las formas de los objetos a su alrededor. Podrá ir navegando y descubrir, por ejemplo, una bomba. Entonces para casos de seguridad y defensa nacional, donde varios países invierten dinero en tecnología para evitar atentados terroristas, este robot será de gran utilidad.
Por ahora el interés nacional se vincula con la exploración de nuestra amplia plataforma marítima, que justamente por su extensión y por la falta de tecnología en ingeniería oceánica es un territorio desconocido.
“Lo ideal sería que podamos dejar el robot a principio de semana en una posición, y retirarlo el fin de semana a miles de kilómetros, con el trabajo concluido. El desafío es que todo lo haga en forma autónoma, y en esto estaremos trabajando durante tres años. Todavía es ciencia ficción, pero no falta mucho para que llegue”, resaltó Acosta.
Cabe señalar que este tipo de proyectos implican una serie de trabajos que no son comunes en nuestro país, de allí la importancia y la trascendencia que tienen. Actualmente existe actividad sobre robótica submarina en Bahía Blanca y ahora, más intensamente, en Olavarría.
Si bien, paradójicamente, Olavarría está lejos del mar, se articular perfectamente los conocimientos submarinos con los terrestres. “Muchos de los problemas que se suscitan y que son necesarios investigar, se pueden resolver, verificar y ensayar previamente en robótica terrestre”, advirtió el doctor Acosta.
Y sus horizontes todavía son más amplios: “Tengo previsto ensayar con módulos robóticas aéreos, que para eso hay numerosas aplicaciones muy útiles, como para fumigar campos, inspeccionar líneas de distribución de energía eléctrica, etc.”, adelantó.
Por ahora, la Facultad espera edificar y equipar un nuevo laboratorio de robótica donde desarrollar toda esta tecnología. Dentro del equipamiento ya se piensa en invertir en la compra de robots móviles terrestres, con fines didácticos para los alumnos.
En ese sentido, Acosta y sus colaboradores ya están armando un robot autónomo íntegramente construido en Ingeniería, y que ya fue denominado “Carpincho”, por su adaptación terrestre. La idea es que pueda recorrer un itinerario programado en forma autónoma, y reposicionarse ante cada obstáculo, aunque aún es un trabajo en proceso.
Con todo, este tipo de emprendimientos reflejan su alcance e influencias desde varias esferas. Es importante para la Facultad de Ingeniería porque le permite tener un laboratorio de robótica móvil cuando son pocos los que hay en el país, Asimismo, la obtención de financiación extranjera para trabajar en la ciudad, más el aporte del Estado que confió en el proyecto, representa un logro en sí mismo.
La Facultad de Ingeniería de Olavarría se ha transformado últimamente en uno de los pocos centros nacionales que trabaja en robótica, y el primero en comenzar a desarrollar un vehículo autónomo para inspección submarina.
El tema no es nuevo pero representa un significativo progreso para nuestro país en general y para la ciudad en particular, donde empujar las fronteras de la ciencia hacia zonas desconocidas para explorarlas y conquistarlas resulta siempre un desafío extra.
Lo que ahora sería propio de la ciencia ficción, con robots que toman decisiones y se mueven sin necesidad de una orden humana, no está lejos de transformarse en una realidad evidente.
Días pasados, se confirmó un subsidio de un consorcio europeo para que la Facultad perfeccione los avances alcanzados en la temática y a la vez construya un laboratorio específico. En tanto, la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología también aportó otra suma para la generación de nuevas tecnologías.
Con estos recursos, se prevé que un equipo de ingenieros tenga listo en tres años un robot que hoy existe solamente en un ideal. Por eso el desafío es enorme y las repercusiones trascendentes.
El antecedente inmediato y que abrió las puertas a la Facultad para trabajar en este tipo de tecnología, fue la participación de un científico local en un proyecto de la Unión Europea, que diseñó un robot capaz de localizar e inspeccionar oleoductos y cables submarinos en forma totalmente autónoma
Se trata de Gerardo Acosta, Doctor en Informática e Ingeniero en Electrónica, quien integró el proyecto denominado Autotracker, una iniciativa impulsada por distintas universidades y empresas del Viejo Continente.
Para que el submarino pueda sumergirse en aguas escocesas y no perderse en el Mar del Norte, Acosta debió desarrollar junto a otros científicos internacionales un sistema de inteligencia artificial para tareas de inspección.
Ahora la Unión Europea extiende sus lazos científicos y le permite a la Facultad de Ingeniería tener un laboratorio e investigadores becados para continuar con los desarrollos. En esa línea, la Agencia nacional aportó recursos para perfeccionar un prototipo de submarino explorador autónomo, todo a realizarse en Olavarría.
Acosta comandará un grupo de especialistas de la Facultad, donde también participarán investigadores de Tandil, quienes intentarán reproducir y optimizar la tecnología europea para que el prototipo de submarino local pueda navegar solo y seguir un objetivo sin perderse.
El proyecto tiene tanta influencia, que antes de que se generen los avances y pueda funcionar en la práctica, ya existe una empresa nacional interesada en este tipo de tecnologías.
Cerebro mágico
En el proyecto europeo, el doctor Acosta desarrolló un software para que el robot submarino siga de cerca una tubería metálica, a partir de la información aportada por distintos sensores.
Si bien la experiencia fue muy satisfactoria, los científicos advirtieron complicaciones cuando el objetivo a seguir estaba enterrado en el fondo del mar u oculto por diversos obstáculos.
La intención de los especialistas locales es armar un robot que pueda navegar sin la intervención humana, con la capacidad de evadir obstáculos, replanificar trayectorias, registrar imágenes del entorno, cambiar patrones de búsqueda, recargar sus baterías, etc. Es decir, dotarlo con una serie de conductas para que el submarino pueda resolver imprevistos, como por ejemplo si se pierde.
En el grupo de ingenieros involucrados participan en principio Roberto de la Vega, Silvano Rossi, Roberto Leegstra , Carlos Verucchi , Cristian Ruschetti, y Hugo Curti, y seguramente se sumarán otros profesionales.
El prototipo tendrá una especie de red neuronal para detectar su objetivo y también las formas de los objetos a su alrededor. Podrá ir navegando y descubrir, por ejemplo, una bomba. Entonces para casos de seguridad y defensa nacional, donde varios países invierten dinero en tecnología para evitar atentados terroristas, este robot será de gran utilidad.
Por ahora el interés nacional se vincula con la exploración de nuestra amplia plataforma marítima, que justamente por su extensión y por la falta de tecnología en ingeniería oceánica es un territorio desconocido.
“Lo ideal sería que podamos dejar el robot a principio de semana en una posición, y retirarlo el fin de semana a miles de kilómetros, con el trabajo concluido. El desafío es que todo lo haga en forma autónoma, y en esto estaremos trabajando durante tres años. Todavía es ciencia ficción, pero no falta mucho para que llegue”, resaltó Acosta.
Cabe señalar que este tipo de proyectos implican una serie de trabajos que no son comunes en nuestro país, de allí la importancia y la trascendencia que tienen. Actualmente existe actividad sobre robótica submarina en Bahía Blanca y ahora, más intensamente, en Olavarría.
Si bien, paradójicamente, Olavarría está lejos del mar, se articular perfectamente los conocimientos submarinos con los terrestres. “Muchos de los problemas que se suscitan y que son necesarios investigar, se pueden resolver, verificar y ensayar previamente en robótica terrestre”, advirtió el doctor Acosta.
Y sus horizontes todavía son más amplios: “Tengo previsto ensayar con módulos robóticas aéreos, que para eso hay numerosas aplicaciones muy útiles, como para fumigar campos, inspeccionar líneas de distribución de energía eléctrica, etc.”, adelantó.
Por ahora, la Facultad espera edificar y equipar un nuevo laboratorio de robótica donde desarrollar toda esta tecnología. Dentro del equipamiento ya se piensa en invertir en la compra de robots móviles terrestres, con fines didácticos para los alumnos.
En ese sentido, Acosta y sus colaboradores ya están armando un robot autónomo íntegramente construido en Ingeniería, y que ya fue denominado “Carpincho”, por su adaptación terrestre. La idea es que pueda recorrer un itinerario programado en forma autónoma, y reposicionarse ante cada obstáculo, aunque aún es un trabajo en proceso.
Con todo, este tipo de emprendimientos reflejan su alcance e influencias desde varias esferas. Es importante para la Facultad de Ingeniería porque le permite tener un laboratorio de robótica móvil cuando son pocos los que hay en el país, Asimismo, la obtención de financiación extranjera para trabajar en la ciudad, más el aporte del Estado que confió en el proyecto, representa un logro en sí mismo.
También para Olavarría es trascendente este tipo de trabajos, como centro educativo universitario, y para la Argentina, donde son escasos los proyectos sobre robótica autónoma. En breve, se verá pasear por el Complejo Universitario local un robot, sin cables y esquivando objetos por su cuenta. Y no será ciencia ficción. (PUNTO CERO).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario