El ex jefe de Gabinete pasa días difíciles. Extraña el poder, es ninguneado por los Kirchner y busca instalarse con reuniones del PJ porteño que lo complican aún más. Los trabajos para filtrar información de sintonía K, los peligros de pegarse a los Ibarra y su nuevo apodo: El “vandorista”.
Desde tiempo antes de dejar su cargo, Alberto Fernández ya no soportaba más el peso que llevaba en su mochila.
Sin embargo, a sólo algunos días de abandonar la Jefatura de Gabinete, su paso brusco al ostracismo lo encuentra confundido, con jugadas políticas complicadas, filtrando información falsa para mostrarse cercano a los Kirchner y, por sobre todo, añorando hasta los huesos los días en que era una de las tres personas más poderosas de la Argentina. Su reciente presentación en público fue una reunión con un autotitulado “kirchnerismo crítico”, lo que obviamente aparece como una contradicción a todas luces, ya que si hay algo que hace falta tener para ser kirchnerista es repulsión a las críticas.
Sin embargo, lo llevó adelante pero sobre el final decidió mantenerse al margen. Buscando desesperadamente su lugar en el mundo, anda a los tumbos y su última jugada fue, cuanto menos, confusa.
Se trató de una reunión con los 28 secretarios generales de circunscripción del PJ porteño, lo que llevado a llano no es más que 28 punteros políticos de barrio. Lo extraño es que llegó allí acompañado del ex ministro de Justicia y frustrado embajador en el Vaticano, Alberto Iribarne, e Ignacio Chojo Ortíz, peronista histórico y director del Grupo Banco Provincia. A estos dos hombres puso a explicarles a los desentendidos muchachos pormenores de la crisis financiera global y los pagos al Club de París y los holdouts. Todo esto, agravado por su ambigüa relación con Iribarne, con quien vive días de amistad y otros de peleas, mientras el ex ministra juega dudoso entre los Kirchner y el duhaldismo, pensando en 2009.
Un político tan minucioso como Alberto Fernández sólo puede impulsar una movida tan errada por una sola cosa: está sintiendo la ausencia de poder. Los que lo conocen, afirman que ahora está deprimido por sentirse fuera del “circuito”. Ya no tiene custodios, ni infinidad de secretarios. Un síntoma claro fue la presencia de Cecilia Pando en una conferencia suya, algo que antes no hubiese ocurrido de ninguna forma porque sus asesores lo hubiesen evitado.
Lejos de Olivos.
Otro de los síntomas fuertes de cómo está sintiendo la ausencia de poder es su trabajo de filtración a los medios. En los últimos días, con su amigo Héctor Capaccioli como línea de diálogo, comenzó a operar el comentario de que Néstor Kirchner lo quería de nuevo en el gabinete, que ya le tenía reservada una oficina.
Según fuentes de La Política Online, nada de esto es cierto. “Nadie le pidió que vuelva al gobierno”. También deja correr el dato que Kirchner le pidió que organice el acto del gobierno del 17 de Octubre, día de la lealtad peronista, como para mostrar que mantiene diálogo directo con el ex presidente. Otra bomba de humo.
Para colmo, perdió todo diálogo con Cristina. Desde Casa Rosada confirmaron a este medio que el contacto entre ellos está completamente cortado, que no hablaron desde su renuncia y que para la presidenta, Alberto es poco menos que un “traidor”.
Con Néstor Kirchner, la realidad no es mucho mejor. “La verdad es que Kirchner ha decidido que no lo va a matar, pero no significa que vuelva al gobierno o que vaya a reubicarlo”, explicaron a La Política Online fuentes kirchneristas.
Un momento de mucha tensión se vivió entre Néstor y Alberto hace sólo algunos días.
El ex funcionario le dijo que quería comandar el armado en la Capital y la perversa respuesta de Kirchner fue “hablá con Telerman, él es nuestro hombre en la Capital”. Claro, pedirle a Alberto que habla con el jefe de Gobierno es pedirle que converse con su más acérrimo enemigo político.
Para colmo, apenas cortó con Alberto, Kirchner llamó a Telerman para avisarle que “tal vez” Fernández se iba a comunicar con él. Sus palabras, cuando hizo referencia a su ex número dos, lejos estuvieron de ser amables.
Con Ibarra, peor
Como si todo esto fuera poco, Alberto Fernández cuenta con un problema adicional: su relación con los Ibarra. Siempre cercano a Vilma –quien ya trabaja desde un enfoque opositor en la Cámara de Diputados- y por consecuencia a Aníbal, hoy el apellido Ibarra es casi una mala palabra para Kirchner.
En las reuniones del PJ porteño, Alberto Fernández insiste con que no va a dejar que Telerman sea el candidato del kirchnerismo. Ahí se encuentra con otro agujero negro, que es la ausencia de candidatos.
El único que le queda, es Daniel Filmus, pero tampoco lo tiene en agenda. Es que luego de las elecciones 2007 donde el ex jefe de ministros lo llevó hasta la segunda vuelta con Mauricio Macri, Alberto dice que el hoy senador “se cortó solo” con Carlos Heller y que se fue con la rama “bolchevique” del peronismo.
Por todo esto, hoy a Alberto lo acusan de una extraña manera en el PJ Capital. Dicen que inauguró el “vandorismo del kirchnerismo”, recordando a aquel histórico dirigente metalúrgico que decía que había que hacer peronismo, pero sin Perón.
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