Con la premisa de que las relaciones sexuales dentro de la pareja son seguras y que pedirle a su pareja que use preservativo puede ser señal de infidelidad, el diagnóstico de VIH sorprende a muchas mujeres que, tras conocer su condición, descubren haber sido infectadas por sus propios esposos, "congelan" su vida sexual, atraviesan un período de depresión y angustia, y demoran su primera consulta médica para recibir tratamiento específico.
Estos son algunos de los resultados que se desprenden de una investigación realizada por la psicóloga y sexóloga Andrea Gómez con la colaboración del Hospital Teodoro Álvarez y la ONG Red de Mujeres Viviendo con VIH/Sida en Argentina (RAMVHIS) junto con el apoyo de Fogarty (AIDS Internacional Training and Research Program Mount Sinai School of Medicine).
Se trata de una investigación de tipo cualitativo, en profundidad, sobre una población de 20 mujeres argentinas de entre 23 y 52 años que viven con VIH/Sida.
Estas mujeres habían sido diagnosticadas, en promedio, hacía 8 años, y adquirieron el VIH sin saberlo a partir de relaciones sexuales con sus esposos o concubinos.
Lejos de consultar inmediatamente al médico tras recibir su diagnóstico de VIH, demoraron la consulta y el consiguiente tratamiento hasta el momento en que necesitaron internación hospitalaria.
De las veinte mujeres involucradas en la investigación en profundidad, sólo dos conocieron su serología positiva cuando estaban embarazadas.
Cuatro mujeres se enteraron cuando sus esposos fueron internados por alguna enfermedad. En estos casos las mujeres se hicieron el análisis de VIH por sugerencia del médico.
Algunos hombres negaban su estado de salud y otros lo ocultaban. Sus mujeres, al conocer la enfermedad de los esposos, continuaron ejerciendo el mismo rol que hasta entonces ocupaban en sus parejas.
"Los cuidaron, atendieron, y pospusieron su propio chequeo médico. Cuando supieron que ellas habían adquirido el VIH, primero sintieron un gran desconcierto, luego miedo, angustia y vergüenza. Recién al fallecer sus parejas pudieron sentir enojo y furia por lo ocurrido, especialmente al tener que reconocer la posibilidad de la infidelidad", señaló Gómez.
Estos varones desconocían su situación porque no se realizaban controles médicos y acostumbraban a tener relaciones sexuales, fuera de la pareja, sin preservativo. En la Argentina, las parejas en relaciones estables o luego del casamiento utilizan el preservativo sólo como anticonceptivo y no para prevenir infecciones de transmisión sexual.
"Suponen que las relaciones sexuales dentro de la pareja son seguras", detalla Gómez.
Por otro lado, muchos varones son reticentes a utilizarlo argumentando pérdida de sensibilidad y placer.
Según la investigación, luego de conocer el diagnóstico de VIH pasó un tiempo prolongado en el que estas mujeres no tuvieron relaciones sexuales.
En los casos en que habían fallecido sus esposos, estaban solas y pasó bastante tiempo hasta que formaron otras parejas.
"Es importante considerar que al conocer el diagnóstico de VIH todas vivieron un período de duelo en el cual la sexualidad quedó interrumpida por un tiempo que va desde los 3 meses a los 5 años" indicó la especialista.
Gómez remarcó que "este tiempo fue precedido por momentos desesperados, de mucha angustia y soledad, cuya salida no fue siempre satisfactoria".
Las mujeres que participaron de este proyecto, manifestaron que el impacto emocional no les permitió tener espacio para otras cosas y menos aún para el deseo sexual.
El temor a la muerte, la culpa y la vergüenza, la soledad al quedar viudas, el rechazo y las acusaciones de familiares, el conflicto que sienten en develar o no que viven con VIH cuando conocen a otro hombre, son los motivos que expresaron para demorar el inicio de las relaciones sexuales.
El VIH/Sida queda asociado directamente a la actividad sexual. La inexistencia de una cura definitiva para el VIH/Sida y la necesidad de utilizar medicación de por vida, pone sobre el tapete el miedo a la muerte. Es por esto que sexualidad y muerte (muerte física y muerte del deseo-deseo sexual) quedan ubicadas en un mismo plano, como conceptos inseparables.
Según la psicóloga, una de las mayores dificultades para reiniciar la actividad sexual está en cómo cuidarse al vivir con VIH y si deberían develar o no su situación serológica.
Las mujeres sostienen un lugar culpógeno, acrecentado por el significado y el estigma de vivir con VIH, desvalorizado y al servicio de los varones y aún les resulta muy dificultoso negociar el uso del preservativo.
"Ante lo traumático y movilizante que resulta conocer la presencia del VIH, los médicos recomiendan la consulta y tratamiento urgente de sus pacientes. Este momento no sólo es indispensable y no debería demorarse, sino que además debe acompañarse de una instancia en la que se pueda preguntar, hablar, informar y educar a la mujer, sobre su vida sexual pasada presente y futura y así construir nuevas significaciones sobre la realidad que se vive posicionándose en un lugar más valorizado y con reconocimiento de sus derechos", detalló. (Asteriscos Tv).
Estos son algunos de los resultados que se desprenden de una investigación realizada por la psicóloga y sexóloga Andrea Gómez con la colaboración del Hospital Teodoro Álvarez y la ONG Red de Mujeres Viviendo con VIH/Sida en Argentina (RAMVHIS) junto con el apoyo de Fogarty (AIDS Internacional Training and Research Program Mount Sinai School of Medicine).
Se trata de una investigación de tipo cualitativo, en profundidad, sobre una población de 20 mujeres argentinas de entre 23 y 52 años que viven con VIH/Sida.
Estas mujeres habían sido diagnosticadas, en promedio, hacía 8 años, y adquirieron el VIH sin saberlo a partir de relaciones sexuales con sus esposos o concubinos.
Lejos de consultar inmediatamente al médico tras recibir su diagnóstico de VIH, demoraron la consulta y el consiguiente tratamiento hasta el momento en que necesitaron internación hospitalaria.
De las veinte mujeres involucradas en la investigación en profundidad, sólo dos conocieron su serología positiva cuando estaban embarazadas.
Cuatro mujeres se enteraron cuando sus esposos fueron internados por alguna enfermedad. En estos casos las mujeres se hicieron el análisis de VIH por sugerencia del médico.
Algunos hombres negaban su estado de salud y otros lo ocultaban. Sus mujeres, al conocer la enfermedad de los esposos, continuaron ejerciendo el mismo rol que hasta entonces ocupaban en sus parejas.
"Los cuidaron, atendieron, y pospusieron su propio chequeo médico. Cuando supieron que ellas habían adquirido el VIH, primero sintieron un gran desconcierto, luego miedo, angustia y vergüenza. Recién al fallecer sus parejas pudieron sentir enojo y furia por lo ocurrido, especialmente al tener que reconocer la posibilidad de la infidelidad", señaló Gómez.
Estos varones desconocían su situación porque no se realizaban controles médicos y acostumbraban a tener relaciones sexuales, fuera de la pareja, sin preservativo. En la Argentina, las parejas en relaciones estables o luego del casamiento utilizan el preservativo sólo como anticonceptivo y no para prevenir infecciones de transmisión sexual.
"Suponen que las relaciones sexuales dentro de la pareja son seguras", detalla Gómez.
Por otro lado, muchos varones son reticentes a utilizarlo argumentando pérdida de sensibilidad y placer.
Según la investigación, luego de conocer el diagnóstico de VIH pasó un tiempo prolongado en el que estas mujeres no tuvieron relaciones sexuales.
En los casos en que habían fallecido sus esposos, estaban solas y pasó bastante tiempo hasta que formaron otras parejas.
"Es importante considerar que al conocer el diagnóstico de VIH todas vivieron un período de duelo en el cual la sexualidad quedó interrumpida por un tiempo que va desde los 3 meses a los 5 años" indicó la especialista.
Gómez remarcó que "este tiempo fue precedido por momentos desesperados, de mucha angustia y soledad, cuya salida no fue siempre satisfactoria".
Las mujeres que participaron de este proyecto, manifestaron que el impacto emocional no les permitió tener espacio para otras cosas y menos aún para el deseo sexual.
El temor a la muerte, la culpa y la vergüenza, la soledad al quedar viudas, el rechazo y las acusaciones de familiares, el conflicto que sienten en develar o no que viven con VIH cuando conocen a otro hombre, son los motivos que expresaron para demorar el inicio de las relaciones sexuales.
El VIH/Sida queda asociado directamente a la actividad sexual. La inexistencia de una cura definitiva para el VIH/Sida y la necesidad de utilizar medicación de por vida, pone sobre el tapete el miedo a la muerte. Es por esto que sexualidad y muerte (muerte física y muerte del deseo-deseo sexual) quedan ubicadas en un mismo plano, como conceptos inseparables.
Según la psicóloga, una de las mayores dificultades para reiniciar la actividad sexual está en cómo cuidarse al vivir con VIH y si deberían develar o no su situación serológica.
Las mujeres sostienen un lugar culpógeno, acrecentado por el significado y el estigma de vivir con VIH, desvalorizado y al servicio de los varones y aún les resulta muy dificultoso negociar el uso del preservativo.
"Ante lo traumático y movilizante que resulta conocer la presencia del VIH, los médicos recomiendan la consulta y tratamiento urgente de sus pacientes. Este momento no sólo es indispensable y no debería demorarse, sino que además debe acompañarse de una instancia en la que se pueda preguntar, hablar, informar y educar a la mujer, sobre su vida sexual pasada presente y futura y así construir nuevas significaciones sobre la realidad que se vive posicionándose en un lugar más valorizado y con reconocimiento de sus derechos", detalló. (Asteriscos Tv).
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