JOSE C. PAZ, Abril 14, (PUNTO CERO) En tiempos de atentados y carencia total de aprecio a la VIDA, el Papa Benedicto XVI recordó que la Iglesia, y todos somos IGLESIA, tiene "el deber primario" de acercarse a las personas que sufren por el divorcio y el aborto; y explicó que "el 'no' que la Iglesia pronuncia en sus indicaciones morales y sobre el que a veces se fija unilateralmente la atención de la opinión pública es en realidad un gran 'sí' a la dignidad de la persona, a su vida y su capacidad de amar".
El Pontífice hizo estas declaraciones al recibir a los 300 participantes en el Congreso Internacional "El aceite sobre la heridas, una respuesta a las llagas del aborto y del divorcio", promovido por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, en colaboración con los Caballeros de Colón.
El Papa reconoció que estos temas "comportan tantos sufrimientos en la vida de las personas, de las familias y de la sociedad", y recordó que "en el debate, a menudo puramente ideológico" sobre estas cuestiones, se crea frente a sus protagonistas "una especie de conjura del silencio. Sólo con la actitud del amor misericordioso nos podemos acercar a ellos para ayudarles y permitir a las víctimas que se levanten y reanuden el camino de la existencia".
"En un contexto cultural caracterizado por un individualismo creciente, por el hedonismo y, demasiado a menudo, también por la falta de solidaridad y de adecuada ayuda social", dijo el Papa, las personas toman "decisiones que contrastan con la indisolubilidad del pacto conyugal o con el respeto debido a la vida humana apenas concebida y custodiada en el seno materno".
El Santo Padre precisó que "el divorcio y el aborto son decisiones ciertamente diferentes maduradas a veces en circunstancias difíciles y dramáticas, que a menudo llevan aparejados traumas y son fuente de sufrimientos profundos para quien las toma. En todos dejan heridas que marcan de forma indeleble la vida".
En este sentido, recordó que "el juicio ético de la Iglesia sobre el aborto y el divorcio es notorio: se trata de culpas graves que, de forma diversa y teniendo en cuenta la valoración de las responsabilidades subjetivas, lesionan la dignidad de la persona, implican una injusticia profunda en las relaciones humanas y sociales y ofenden a Dios, garante del pacto conyugal y autor de la vida".
Sin embargo, precisó que "la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, ve siempre a la persona concreta, sobre todo a las más débiles e inocentes y también a los hombres y mujeres que realizando esas acciones se han manchado de culpas de las que llevan las heridas interiores y buscan la paz y la posibilidad de una recuperación".
"La Iglesia tiene el deber primario de acercarse a estas personas con amor y delicadeza, con cuidado y atención maternal para anunciar la cercanía misericordiosa de Dios en Jesucristo. Sí, el evangelio del amor y de la vida es siempre también el evangelio de la misericordia" y "a partir de esta misericordia la Iglesia cultiva una indomable confianza en el ser humano y en su capacidad de recuperación. Sabe que con la ayuda de la gracia, la libertad humana es capaz del don de sí definitivo y fiel, que hace posible el matrimonio de un hombre y una mujer como pacto indisoluble y en las circunstancias más difíciles, de gestos extraordinarios de sacrificio y de solidaridad para acoger la vida de un nuevo ser", señaló.
Centrándose en las consecuencias del divorcio, el Santo Padre recomendó que la atención pastoral se centrase en que "los hijos no sean víctimas inocentes de los conflictos entre los padres que se divorcian" y que "se garantice lo más posible la continuidad del lazo con sus progenitores y con los orígenes familiares y sociales, que es indispensable para un crecimiento psicológico y humano equilibrado".
"¡Cuántas complicidades egoístas están a menudo en la raíz de una decisión terrible que tantas mujeres han tenido que afrontar solas y de la que llevan en el ánimo una herida que todavía no ha cicatrizado!", exclamó hablando del aborto, y haciendo suya la exhortación de Juan Pablo II en la "Evangelium vitae" a las mujeres que habían recurrido al aborto, dijo: "¡No os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza! El Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la reconciliación".
El Pontífice hizo estas declaraciones al recibir a los 300 participantes en el Congreso Internacional "El aceite sobre la heridas, una respuesta a las llagas del aborto y del divorcio", promovido por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, en colaboración con los Caballeros de Colón.
El Papa reconoció que estos temas "comportan tantos sufrimientos en la vida de las personas, de las familias y de la sociedad", y recordó que "en el debate, a menudo puramente ideológico" sobre estas cuestiones, se crea frente a sus protagonistas "una especie de conjura del silencio. Sólo con la actitud del amor misericordioso nos podemos acercar a ellos para ayudarles y permitir a las víctimas que se levanten y reanuden el camino de la existencia".
"En un contexto cultural caracterizado por un individualismo creciente, por el hedonismo y, demasiado a menudo, también por la falta de solidaridad y de adecuada ayuda social", dijo el Papa, las personas toman "decisiones que contrastan con la indisolubilidad del pacto conyugal o con el respeto debido a la vida humana apenas concebida y custodiada en el seno materno".
El Santo Padre precisó que "el divorcio y el aborto son decisiones ciertamente diferentes maduradas a veces en circunstancias difíciles y dramáticas, que a menudo llevan aparejados traumas y son fuente de sufrimientos profundos para quien las toma. En todos dejan heridas que marcan de forma indeleble la vida".
En este sentido, recordó que "el juicio ético de la Iglesia sobre el aborto y el divorcio es notorio: se trata de culpas graves que, de forma diversa y teniendo en cuenta la valoración de las responsabilidades subjetivas, lesionan la dignidad de la persona, implican una injusticia profunda en las relaciones humanas y sociales y ofenden a Dios, garante del pacto conyugal y autor de la vida".
Sin embargo, precisó que "la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, ve siempre a la persona concreta, sobre todo a las más débiles e inocentes y también a los hombres y mujeres que realizando esas acciones se han manchado de culpas de las que llevan las heridas interiores y buscan la paz y la posibilidad de una recuperación".
"La Iglesia tiene el deber primario de acercarse a estas personas con amor y delicadeza, con cuidado y atención maternal para anunciar la cercanía misericordiosa de Dios en Jesucristo. Sí, el evangelio del amor y de la vida es siempre también el evangelio de la misericordia" y "a partir de esta misericordia la Iglesia cultiva una indomable confianza en el ser humano y en su capacidad de recuperación. Sabe que con la ayuda de la gracia, la libertad humana es capaz del don de sí definitivo y fiel, que hace posible el matrimonio de un hombre y una mujer como pacto indisoluble y en las circunstancias más difíciles, de gestos extraordinarios de sacrificio y de solidaridad para acoger la vida de un nuevo ser", señaló.
Centrándose en las consecuencias del divorcio, el Santo Padre recomendó que la atención pastoral se centrase en que "los hijos no sean víctimas inocentes de los conflictos entre los padres que se divorcian" y que "se garantice lo más posible la continuidad del lazo con sus progenitores y con los orígenes familiares y sociales, que es indispensable para un crecimiento psicológico y humano equilibrado".
"¡Cuántas complicidades egoístas están a menudo en la raíz de una decisión terrible que tantas mujeres han tenido que afrontar solas y de la que llevan en el ánimo una herida que todavía no ha cicatrizado!", exclamó hablando del aborto, y haciendo suya la exhortación de Juan Pablo II en la "Evangelium vitae" a las mujeres que habían recurrido al aborto, dijo: "¡No os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza! El Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la reconciliación".
Finalmente, manifestó su aprecio por "todas las iniciativas pastorales y sociales dedicadas a la reconciliación y al cuidado de las personas heridas por el drama del aborto y el divorcio", y aseguró que "son elementos esenciales para la construcción de la civilización del amor que hoy como nunca antes necesita la humanidad". (PUNTO CERO).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario