El intendente Breitenstein quedó en la mira de la Casa Rosada en 2009 por negarse a ser candidato testimonial detrás de Néstor Kirchner. En represalia, poco después fue depuesto del directorio del Bapro Larraburu, padrino del jefe comunal. Pero al año Scioli lo repatrió, pese a las sospechas de que colabora con De Narváez, vía Vicente Massot. El kirchnerismo planea un contraataque a dos frentes.
ahía Blanca es uno de los focos de la tensión entre Daniel Scioli y Cristina Kirchner, entre quienes quedó inmerso el intendente local, Cristian Breitenstein, de estrecho vínculo con el gobernador pero resistido desde el Gobierno nacional, donde no le perdonan haberse negado a ser candidato testimonial en 2009, como sí hicieron la mayoría de los jefes comunales con chapa oficialista.
La respuesta a esa traición no demoró: a fin de año el Senado bonaerense, todavía en manos de Alberto Balestrini, no le renovó el pliego como director del Banco Provincia a Dámaso Larraburu, histórico líder del PJ bahiense y hacedor de Breitenstein.
Despojado, el intendente se acercó al intendente de Tigre, Serio Massa, pero entrado 2010 se convirtió en un protegido de Scioli, quien repatrió Larraburu como vicepresidente del Grupo Bapro que pasó a presidir Santiago Montoya.
Larraburu, histórico rector de los movimientos del peronismo bahiense, es un demonio para la Casa Rosada, donde no se olvidan de su línea directa con Vicente Massot, director del Diario La Nueva Provincia, de reconocido vínculo con las fuerzas armadas.
La furia anti K en esa ciudad quedó manifiesta en la última reunión de la mesa de enlace rural durante el conflicto por el trigo, que tuvo como sede esa cuidad.
Según fuentes con llegada a la política bahiense, Larraburu sigue de cerca el armado local de Francisco De Narváez, personificado por Francisco Vidilli. Cuentan que se lo vio en el último cierre de listas caminar por la justicia electoral con la nómina seccional del PJ y la de Unión Pro.
El kirchnerismo puro de Bahía Blanca lo coordina el ministro del Interior, Florencio Randazzo. Fue él quien, con aval de Olivos, en 2009 respondió a la rebeldía de Breitenstein con una lista colectora local, que alcanzó sólo un 9% de los votos.
Su referente local es el diputado provincial Marcelo Feilú, con mandato hasta 2013 y chances de enfrentar a Breitenstein en la interna del 14 de agosto si parte la orden desde Olivos, donde ahora sólo opera la presidenta y su secretario legal y técnico, Carlos Zannini.
Ambos estudian otro competidor: Carlos Bonacorsi, el ex diputado nacional del Paufe, se prepara la interna del PJ bahiense con el monitoreo del ahora diputado Juan José Álvarez, designado por Kirchner y luego por Cristina para llevar a la interna a peronistas dispersos.
En Bahía Blanca, el rol de “Juanjo” sería trascendente ya que, si Breitenstein repite la conducta de la última elección, su aporte para la campaña nacional sería ínfimo. Aquella vez, recuerdan en la ciudad sureña, limitó las pegantitas al concejal Alberto Quevedo. Su cosecha de votos fue magra: pasó por centésimas los 20 puntos, casi igual que la lista vecinalista Integración Ciudadana, armada por ex radicales.
Pasada la primaria, el intendente no podrá evitar chocar en la general con la colectora de Martín Sabbatella, rival de Scioli con el amparo de la Casa Rosada. En Bahía Blanca, el diputado moronense tiene de aliado al fiscal Hugo Cañón, miembro de la Comisión provincial por la Memoria.
Ya de campaña, por estos días Cañón sacó chapa de garantista y salió al cruce de la pretensión del gobernador de bajar la edad de imputabilidad, al unísono con la ministra de Seguridad nacional, Nilda Garré. No hizo más que fogonear el matrimonio político que ya no ocultan Scioli y Breitenstein.
Al problema por la falta de abastecimiento de agua que ambos debieron enfrentar, se sumaron tareas recreativas como un partido de fútbol en Mar del Plata entre el equipo del gobernador, el siempre triunfante Villa La Ñata, con Olimpo de Bahía Blanca.
Además del intendente y varios profesionales en la cancha, los aurinegros trasladaron a la ciudad balnearia varios hinchas. Otro mensaje a la Casa Rosada. (La Política OnLine).
ahía Blanca es uno de los focos de la tensión entre Daniel Scioli y Cristina Kirchner, entre quienes quedó inmerso el intendente local, Cristian Breitenstein, de estrecho vínculo con el gobernador pero resistido desde el Gobierno nacional, donde no le perdonan haberse negado a ser candidato testimonial en 2009, como sí hicieron la mayoría de los jefes comunales con chapa oficialista.
La respuesta a esa traición no demoró: a fin de año el Senado bonaerense, todavía en manos de Alberto Balestrini, no le renovó el pliego como director del Banco Provincia a Dámaso Larraburu, histórico líder del PJ bahiense y hacedor de Breitenstein.
Despojado, el intendente se acercó al intendente de Tigre, Serio Massa, pero entrado 2010 se convirtió en un protegido de Scioli, quien repatrió Larraburu como vicepresidente del Grupo Bapro que pasó a presidir Santiago Montoya.
Larraburu, histórico rector de los movimientos del peronismo bahiense, es un demonio para la Casa Rosada, donde no se olvidan de su línea directa con Vicente Massot, director del Diario La Nueva Provincia, de reconocido vínculo con las fuerzas armadas.
La furia anti K en esa ciudad quedó manifiesta en la última reunión de la mesa de enlace rural durante el conflicto por el trigo, que tuvo como sede esa cuidad.
Según fuentes con llegada a la política bahiense, Larraburu sigue de cerca el armado local de Francisco De Narváez, personificado por Francisco Vidilli. Cuentan que se lo vio en el último cierre de listas caminar por la justicia electoral con la nómina seccional del PJ y la de Unión Pro.
El kirchnerismo puro de Bahía Blanca lo coordina el ministro del Interior, Florencio Randazzo. Fue él quien, con aval de Olivos, en 2009 respondió a la rebeldía de Breitenstein con una lista colectora local, que alcanzó sólo un 9% de los votos.
Su referente local es el diputado provincial Marcelo Feilú, con mandato hasta 2013 y chances de enfrentar a Breitenstein en la interna del 14 de agosto si parte la orden desde Olivos, donde ahora sólo opera la presidenta y su secretario legal y técnico, Carlos Zannini.
Ambos estudian otro competidor: Carlos Bonacorsi, el ex diputado nacional del Paufe, se prepara la interna del PJ bahiense con el monitoreo del ahora diputado Juan José Álvarez, designado por Kirchner y luego por Cristina para llevar a la interna a peronistas dispersos.
En Bahía Blanca, el rol de “Juanjo” sería trascendente ya que, si Breitenstein repite la conducta de la última elección, su aporte para la campaña nacional sería ínfimo. Aquella vez, recuerdan en la ciudad sureña, limitó las pegantitas al concejal Alberto Quevedo. Su cosecha de votos fue magra: pasó por centésimas los 20 puntos, casi igual que la lista vecinalista Integración Ciudadana, armada por ex radicales.
Pasada la primaria, el intendente no podrá evitar chocar en la general con la colectora de Martín Sabbatella, rival de Scioli con el amparo de la Casa Rosada. En Bahía Blanca, el diputado moronense tiene de aliado al fiscal Hugo Cañón, miembro de la Comisión provincial por la Memoria.
Ya de campaña, por estos días Cañón sacó chapa de garantista y salió al cruce de la pretensión del gobernador de bajar la edad de imputabilidad, al unísono con la ministra de Seguridad nacional, Nilda Garré. No hizo más que fogonear el matrimonio político que ya no ocultan Scioli y Breitenstein.
Al problema por la falta de abastecimiento de agua que ambos debieron enfrentar, se sumaron tareas recreativas como un partido de fútbol en Mar del Plata entre el equipo del gobernador, el siempre triunfante Villa La Ñata, con Olimpo de Bahía Blanca.
Además del intendente y varios profesionales en la cancha, los aurinegros trasladaron a la ciudad balnearia varios hinchas. Otro mensaje a la Casa Rosada. (La Política OnLine).
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