BUENOS AIRES, Julio 13, (PUNTO CERO-La Política OnLine) El mal de las mujeres involucradas en escándalos de corrupción comienza a dejar de ser únicamente marca registrada del menemismo de los noventa con casos como los de María Julia Alsogaray y Matilde Menéndez, y ahora es el kirchnerismo quien ha logrado aportar una fuerte dosis de funcionarias involucradas en episodios poco edificantes.
Pero acaso la pregunta debiera ser más amplia y centrarse en un slogan que políticas de aquí y de afuera no han desaprovechado: la supuesta mayor entidad moral u simplemente honestidad de las mujeres que se dedican a la cosa pública, por sobre sus compañeros.
Pregunta inquietante para el oficialismo que disputará la presidencial de octubre con una mujer, Cristina Kirchner, que los estrategas oficiales apuestan a “feminizar” y rodear de políticas –ya no Picolotti y Miceli-, tal vez si Beatriz Nofal –cuyos gastos en viajes y despachos y nombramientos y sueldos también dan para una “investigación-, o Vilma Ibarra, o tal vez la desgastada Nilda Garré. Dificil la atribulada María José Lubertino que enfrenta conflictos laborales y reclamos de discriminación.
Es que verdaderamente en esta materia el kirchnerismo no tiene mucho para mostrar.
A los casos mencionados, se podría agregar, sólo para hacer un ejercicio de pluralidad democrática, a la entonces ministra de Desarrollo Social dela Alianza , Graciela Fernández Meijide, terminó enmarañada en un hecho que le costó su puesto y melló hondo en el gobierno de Fernando de la Rúa. Su cuñado era interventor en el PAMI y aparentemente presionó a favor de una clínica familiar, prestadora de la obra social.
Cuestión de género
“Las mujeres de la política en nuestro país son lo mismo que los hombres: Chorras”, es la prístina expresión de la escritora y periodista Sylvina Walger, quien aceptó dialogar conLa Política Online , sobre las mujeres que tienen a mal traer al gobierno.
La periodista abunda además en el paralelismo bochornoso que vivela Argentina de Kirchner: “El Gobierno hoy sale a defenderlas -a Miceli y Picolotti-, pero es como en la época de Menem. Si ahí también salían a defender a Amira Yoma y otras tantas. Esto es una actitud de Menem, lo cortés, no quita lo corrupto”, agrega divertida.
“Pero no hay que confundir, decir que enla Argentina las mujeres son tan corruptas como los hombres no significa ser machista. Además, Cristina es de lo más machista que hay ¿O alguien la vio alguna vez defendiendo la despenalización del aborto u otras cuestiones que atañen a las mujeres? Yo creo incluso que ella siente que la desmerece defender a las mujeres”, agrega la filosa periodista.
Incluso se mete con el espinoso asuntos de la definición de la candidatura dela Primera Dama : “En otro lugar del mundo esto no sucede, acá Cristina es una heredera de una dinastía y en Estados Unidos está el ejemplo de Hillary Clinton, quien pelea por ganar un espacio político”.
Walger se despide finalmente con una invocación al sentido común, que obviamente no impera enla Casa Rosada : “Estas mujeres deberían haber renunciado o las tendrían que haber echado. Pero todo lo que demuestran -desde el gobierno- son trazos caudillistas”.
El varón domado
Caballero u hombre culposo al fin, el sociólogo Artemio López salió al socorro de sus congéneres del supuestamente “sexo débil” y con rigor técnico se limito a responder: “Todavía no nos hemos embarcado en el análisis de cómo estos hechos repercutirán en la figura de Cristina”.
En la misma línea de asepsia argumental, y con el cuidado que merece opinar sobre estos asuntos cuando el consultado es un varón, Artemio agregó: “No es una cuestión de género el hecho de la eficiencia en un cargo público. Eso pasa por una cuestión de ética que es indistinta al sexo”.
Tan cierto como recordar que la corrupción también tiene cara de mujer. Afirmación que no debe interpretarse como una tardía misoginia como la expresada por el Nobel José Saramago quien con animo de polemista no dudó en afirmar que la mujer cuando llega al poder “pierde la solidez, la objetividad y la sensatez que suele diferenciarla del hombre”. Aunque en rigor, tal vez no se trata de una cuestión de género sino de la naturaleza del poder, o mejor, de cómo el poder impacta en las personas. (PUNTO CERO-La Política OnLine).
Pero acaso la pregunta debiera ser más amplia y centrarse en un slogan que políticas de aquí y de afuera no han desaprovechado: la supuesta mayor entidad moral u simplemente honestidad de las mujeres que se dedican a la cosa pública, por sobre sus compañeros.
Pregunta inquietante para el oficialismo que disputará la presidencial de octubre con una mujer, Cristina Kirchner, que los estrategas oficiales apuestan a “feminizar” y rodear de políticas –ya no Picolotti y Miceli-, tal vez si Beatriz Nofal –cuyos gastos en viajes y despachos y nombramientos y sueldos también dan para una “investigación-, o Vilma Ibarra, o tal vez la desgastada Nilda Garré. Dificil la atribulada María José Lubertino que enfrenta conflictos laborales y reclamos de discriminación.
Es que verdaderamente en esta materia el kirchnerismo no tiene mucho para mostrar.
A los casos mencionados, se podría agregar, sólo para hacer un ejercicio de pluralidad democrática, a la entonces ministra de Desarrollo Social de
Cuestión de género
“Las mujeres de la política en nuestro país son lo mismo que los hombres: Chorras”, es la prístina expresión de la escritora y periodista Sylvina Walger, quien aceptó dialogar con
La periodista abunda además en el paralelismo bochornoso que vive
“Pero no hay que confundir, decir que en
Incluso se mete con el espinoso asuntos de la definición de la candidatura de
Walger se despide finalmente con una invocación al sentido común, que obviamente no impera en
El varón domado
Caballero u hombre culposo al fin, el sociólogo Artemio López salió al socorro de sus congéneres del supuestamente “sexo débil” y con rigor técnico se limito a responder: “Todavía no nos hemos embarcado en el análisis de cómo estos hechos repercutirán en la figura de Cristina”.
En la misma línea de asepsia argumental, y con el cuidado que merece opinar sobre estos asuntos cuando el consultado es un varón, Artemio agregó: “No es una cuestión de género el hecho de la eficiencia en un cargo público. Eso pasa por una cuestión de ética que es indistinta al sexo”.
Tan cierto como recordar que la corrupción también tiene cara de mujer. Afirmación que no debe interpretarse como una tardía misoginia como la expresada por el Nobel José Saramago quien con animo de polemista no dudó en afirmar que la mujer cuando llega al poder “pierde la solidez, la objetividad y la sensatez que suele diferenciarla del hombre”. Aunque en rigor, tal vez no se trata de una cuestión de género sino de la naturaleza del poder, o mejor, de cómo el poder impacta en las personas. (PUNTO CERO-La Política OnLine).
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