BUENOS AIRES, Noviembre 22, (PUNTO CERO-Comunas) La diputada Norma Morandini pertenece al partido Alianza Frente Nuevo y representa a la provincia de Córdoba. En diálogo con Comunas dio su particular opinión sobre el mapa político que queda constituido tras las elecciones del 28 de octubre. Compara al marketing político con el rating y considera que los temas a debatir en la Argentina deberían pasar por otro lado.
¿Qué impresión le han dejado estas elecciones?
En realidad no pierdo mi ojo periodístico de perplejidad. Vengo de Córdoba, donde es una isla y donde la elección del 2 de septiembre, significó la defraudación de la confianza popular. Ya no se trata de saber si hubo o no fraude. Uno va a Córdoba y de diez personas, siete le van a decir que es una elección sospechada. Entonces eso contaminó mucho la elección nacional. Está apareciendo un fenómeno interesante para observar, que es cómo esto hoy se ha localizado y lo que pretende ser nacional, en realidad está teniendo una marca local muy muy fuerte. Creo que eso importa para no caer en la tentación de creer que porque desde Buenos Aires se digita o bendice a uno u otro candidato, la gente lo va a votar. Ahí sí creo que hay un gran crecimiento de conciencia cívica, aunque paradójicamente ese crecimiento se manifieste como desinterés. Creo que la gente valora de tal manera lo que significa su voto, que se siente defraudada porque lo que se está traicionando es precisamente eso. Siempre he sido crítica, sigo siéndolo, del marketing político. Creo que es lo que ha herido de muerte a la política. No se puede vender candidatos como si fuese detergente, poner de chirolita a un asesor que dice lo que hay que decir. Suelo ironizar que si lo comparamos con la televisión, es lo mismo que el rating.
¿Cómo sería eso?
El rating no es una urna, es una forma de menospreciar al otro. Cuando se utiliza el marketing político se desprecia al elector o sea que es un votante que nunca es elector y en la televisión cuando se argumenta con el rating, en realidad se menosprecia al televidente que no se lo deja ser ciudadano. No se le garantiza la pluralidad, el respeto, la dignidad, todas esas cosas.
La verdad que me preocupa mucho lo que pasa en este Congreso porque está lleno de gente honorable y demás, pero si está tan dominado por el número, donde no hay como oponerse a él, y se impone, esto no garantiza el debate de las minorías. Entonces está herido también este Congreso que no termina de recuperar su función de contralor. Yo vengo a traer hoy una cuestión de privilegio que es la de los teléfonos pinchados. Es una paradoja que nosotros que somos los que tenemos inmunidad porque tenemos que controlar, somos controlados por aquellos a los que tenemos que controlar. Hace un año que le estoy alertando al Congreso sobre el tema. Traje a los técnicos, mostré en reuniones como se hacen las pinchaduras de teléfono y vemos como si fuese una gran normalidad que haya diputados, de todos los partidos, con el teléfono pinchado, cuando en realidad en democracia esto es un delito.
¿Cómo vislumbra los cuatro años que se vienen y a esta cámara que se verá renovada?
No me quiero anticipar. Creo que la esquizofrenia grande que hay es que no terminamos de salir de la elección, no se ha configurado la nueva cámara, y ya estamos hablando de la próxima elección. Estoy protegida de no venir de la cultura partidaria, no tengo por suerte incorporado eso de que doy un paso porque me conviene o porque consigo lo otro. No se, vamos a ver cómo es, este periodo fue difícil. Mire cuanto hace que no tenemos sesión. Ese es el gran debate que tendríamos que tener. No puede ser que cada dos años el congreso se vacíe porque el 70 por ciento de la cámara está candidateada. Por otro lado, este es el corazón de la democracia, entonces la elección lo llena de contenido, pero son temas para debatir que no hacemos y hablamos de personas.
Qué cree que puede pasar con una presidenta mujer, si es que a su criterio tiene que ver el género, ya que la ella lo destacó
Ojala pueda aportar lo que yo creo que aportan las mujeres que es una horizontalidad y no la confrontación de la guerra para la que son educados los varones. Que contribuya con la sensibilidad de entender el disenso. Prefiero poner confianza y decir que es una presidenta que ha pasado por el parlamento, que es donde uno aprende realmente a respetar al otro, porque esto es como en la vida, hay de todo. En la vida una elige con quien ir y acá uno está obligado a estar con compañeros que han sido elegidos en otro lado. Entonces, uno respeta, no tanto a quien está sentado, sino a quien lo ha votado y que muchas veces no tiene nada que ver con lo que uno piensa, pero la riqueza es que uno pueda debatir con el otro y trabajar por ese consenso, que no puede llegar porque somos amigos, sino por una convicción o debate.
¿Cómo siente que quedó el mapa político con todas las alianzas que hubo?
Considero que es un atraso porque si bien es cierto que el 2001 hizo estallar el sistema político, ahora nos damos cuenta que no es solo una debacle económico, sino que hay una debacle institucional-político. Tenemos que levantar los ladrillos que quedaron en los escombros del 2001. Ahora empiezan a aparecer todas alianzas personales. Confío en que podamos hacer alianzas de ideas. Que los que pensamos de determinada manera tengamos un paraguas donde podamos cobijarnos, que es la riqueza del parlamento.
Pero lo que detecto acá sobre todo es que la política es negociación y me parece que entre nosotros no se ha salido del trueque.
¿Qué impresión le han dejado estas elecciones?
En realidad no pierdo mi ojo periodístico de perplejidad. Vengo de Córdoba, donde es una isla y donde la elección del 2 de septiembre, significó la defraudación de la confianza popular. Ya no se trata de saber si hubo o no fraude. Uno va a Córdoba y de diez personas, siete le van a decir que es una elección sospechada. Entonces eso contaminó mucho la elección nacional. Está apareciendo un fenómeno interesante para observar, que es cómo esto hoy se ha localizado y lo que pretende ser nacional, en realidad está teniendo una marca local muy muy fuerte. Creo que eso importa para no caer en la tentación de creer que porque desde Buenos Aires se digita o bendice a uno u otro candidato, la gente lo va a votar. Ahí sí creo que hay un gran crecimiento de conciencia cívica, aunque paradójicamente ese crecimiento se manifieste como desinterés. Creo que la gente valora de tal manera lo que significa su voto, que se siente defraudada porque lo que se está traicionando es precisamente eso. Siempre he sido crítica, sigo siéndolo, del marketing político. Creo que es lo que ha herido de muerte a la política. No se puede vender candidatos como si fuese detergente, poner de chirolita a un asesor que dice lo que hay que decir. Suelo ironizar que si lo comparamos con la televisión, es lo mismo que el rating.
¿Cómo sería eso?
El rating no es una urna, es una forma de menospreciar al otro. Cuando se utiliza el marketing político se desprecia al elector o sea que es un votante que nunca es elector y en la televisión cuando se argumenta con el rating, en realidad se menosprecia al televidente que no se lo deja ser ciudadano. No se le garantiza la pluralidad, el respeto, la dignidad, todas esas cosas.
La verdad que me preocupa mucho lo que pasa en este Congreso porque está lleno de gente honorable y demás, pero si está tan dominado por el número, donde no hay como oponerse a él, y se impone, esto no garantiza el debate de las minorías. Entonces está herido también este Congreso que no termina de recuperar su función de contralor. Yo vengo a traer hoy una cuestión de privilegio que es la de los teléfonos pinchados. Es una paradoja que nosotros que somos los que tenemos inmunidad porque tenemos que controlar, somos controlados por aquellos a los que tenemos que controlar. Hace un año que le estoy alertando al Congreso sobre el tema. Traje a los técnicos, mostré en reuniones como se hacen las pinchaduras de teléfono y vemos como si fuese una gran normalidad que haya diputados, de todos los partidos, con el teléfono pinchado, cuando en realidad en democracia esto es un delito.
¿Cómo vislumbra los cuatro años que se vienen y a esta cámara que se verá renovada?
No me quiero anticipar. Creo que la esquizofrenia grande que hay es que no terminamos de salir de la elección, no se ha configurado la nueva cámara, y ya estamos hablando de la próxima elección. Estoy protegida de no venir de la cultura partidaria, no tengo por suerte incorporado eso de que doy un paso porque me conviene o porque consigo lo otro. No se, vamos a ver cómo es, este periodo fue difícil. Mire cuanto hace que no tenemos sesión. Ese es el gran debate que tendríamos que tener. No puede ser que cada dos años el congreso se vacíe porque el 70 por ciento de la cámara está candidateada. Por otro lado, este es el corazón de la democracia, entonces la elección lo llena de contenido, pero son temas para debatir que no hacemos y hablamos de personas.
Qué cree que puede pasar con una presidenta mujer, si es que a su criterio tiene que ver el género, ya que la ella lo destacó
Ojala pueda aportar lo que yo creo que aportan las mujeres que es una horizontalidad y no la confrontación de la guerra para la que son educados los varones. Que contribuya con la sensibilidad de entender el disenso. Prefiero poner confianza y decir que es una presidenta que ha pasado por el parlamento, que es donde uno aprende realmente a respetar al otro, porque esto es como en la vida, hay de todo. En la vida una elige con quien ir y acá uno está obligado a estar con compañeros que han sido elegidos en otro lado. Entonces, uno respeta, no tanto a quien está sentado, sino a quien lo ha votado y que muchas veces no tiene nada que ver con lo que uno piensa, pero la riqueza es que uno pueda debatir con el otro y trabajar por ese consenso, que no puede llegar porque somos amigos, sino por una convicción o debate.
¿Cómo siente que quedó el mapa político con todas las alianzas que hubo?
Considero que es un atraso porque si bien es cierto que el 2001 hizo estallar el sistema político, ahora nos damos cuenta que no es solo una debacle económico, sino que hay una debacle institucional-político. Tenemos que levantar los ladrillos que quedaron en los escombros del 2001. Ahora empiezan a aparecer todas alianzas personales. Confío en que podamos hacer alianzas de ideas. Que los que pensamos de determinada manera tengamos un paraguas donde podamos cobijarnos, que es la riqueza del parlamento.
Pero lo que detecto acá sobre todo es que la política es negociación y me parece que entre nosotros no se ha salido del trueque.
En lo personal estoy involucrada con temas como la libertad de expresión, que es lo que me preocupa. Esto sumado a los temas de pauta oficial y los teléfonos pinchados. Voy a seguir trabajando en eso, espero no sentirme aplastada por el número, como ya me he sentido. (PUNTO CERO-Comunas).
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