"Poco a poco, lentamente, Alberto Fernández se ha ido quedando sin fieles en el gabinete de Cristina Kirchner. Es como si una mancha venenosa hubiera afectado a todos los hombres y mujeres que en algún momento le respondieron, o fueron sugeridos por él. Hasta perdió el control efectivo del PJ en la Ciudad de Buenos Aires. A esta altura, caben dos interrogantes: ¿cuál fue el pecado mortal del “príncipe Alberto”, tal cual le gustaba denominarlo a algunos de sus adversarios en el gobierno nacional? y ¿Alberto tiene futuro político?
En primer lugar, Alberto fue el inspirador de la famosa Concertación Plural (CP), el paraguas político a través del cual podían sentirse cobijados todos aquellos kirchneristas no peronistas, sean radicales o de alguna vertiente progresista, para solidificar el proyecto encabezado por Néstor Kirchner, no depender exclusivamente del aparato de los caciques justicialistas, y servir de puerta de entrada electoral para los sectores medios que siempre renegaron de la prosapia de Perón y Evita.
Este proyecto fracasó desde dos puntos de vista: uno muy concreto está relacionado con el perfil mayoritario de los electores que consolidaron el 45 % que obtuvo Cristina en la elección presidencial de 2007. Precisamente, fue en los sectores medios de los grandes centros urbanos donde el proyecto tuvo más dificultades para hacer pie, lo cual demuestra que la arquitectura política ideada no tuvo el efecto deseado. Este dato evidente generó todo un debate hacia el interior del propio gobierno, ya que los adversarios de Alberto sentían que habían trabajado eficientemente para que llegara el aporte de los votos justicialistas necesarios, al mismo tiempo que el inventor de la Concertación Plural reclamaba la ida de Julio De Vido del nuevo gabinete. Como sucede muchas veces en la política, ambos se quedaron en sus puestos reivindicando cada uno sus logros.
El segundo punto de vista que expresa el fracaso de la Concertación está relacionado con el fatal desenlace del conflicto del campo, y ahí fue el propio Alberto quien no pudo contener a la expresión número 1 de su alquimia -Julio Cobos. Y como decía Perón: “la conducción es un arte de ejecución simple: acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer”. Es por eso, que tarde o temprano, los enemigos del otrora hombre fuerte del proyecto iban a pedir su cabeza frente a tamaño yerro. Y ahora, detrás de él se están yendo uno a uno sus aliados y aliadas (algunos claramente circunstanciales). Finalmente la CP ni juntó los votos que se esperaban, ni sirvió para controlar los votos propios en el Congreso, empezando por el de la segunda figura institucional del país.
Frente a este panorama, ¿Alberto tiene futuro político? Siempre pensando que el propio ex jefe de gabinete piense en quedarse dentro de la órbita del peronismo, cabe señalar que dicho movimiento político respeta dos condiciones desde tiempos inmemoriales: la imagen, la popularidad y su consecuente arrastre de votos, por un lado, y el “derpo” (poder) como se menciona habitualmente en la jerga, expresado generalmente en el manejo de aparatos o estructuras políticas, por el otro. Alberto Fernández no posee hoy ninguno de esos atributos: 1) la estructura porque no la construyó desde el cargo y sería extraño que lo pueda hacer desde el llano, y 2) la imagen positiva, porque nunca la tuvo desde el mismo inicio del gobierno de Néstor Kirchner.
La tradición indica que cuando un dirigente político no adquiere ciertas habilidades desde el inicio de su militancia, es muy difícil que las pueda asimilar con el paso del tiempo."
En primer lugar, Alberto fue el inspirador de la famosa Concertación Plural (CP), el paraguas político a través del cual podían sentirse cobijados todos aquellos kirchneristas no peronistas, sean radicales o de alguna vertiente progresista, para solidificar el proyecto encabezado por Néstor Kirchner, no depender exclusivamente del aparato de los caciques justicialistas, y servir de puerta de entrada electoral para los sectores medios que siempre renegaron de la prosapia de Perón y Evita.
Este proyecto fracasó desde dos puntos de vista: uno muy concreto está relacionado con el perfil mayoritario de los electores que consolidaron el 45 % que obtuvo Cristina en la elección presidencial de 2007. Precisamente, fue en los sectores medios de los grandes centros urbanos donde el proyecto tuvo más dificultades para hacer pie, lo cual demuestra que la arquitectura política ideada no tuvo el efecto deseado. Este dato evidente generó todo un debate hacia el interior del propio gobierno, ya que los adversarios de Alberto sentían que habían trabajado eficientemente para que llegara el aporte de los votos justicialistas necesarios, al mismo tiempo que el inventor de la Concertación Plural reclamaba la ida de Julio De Vido del nuevo gabinete. Como sucede muchas veces en la política, ambos se quedaron en sus puestos reivindicando cada uno sus logros.
El segundo punto de vista que expresa el fracaso de la Concertación está relacionado con el fatal desenlace del conflicto del campo, y ahí fue el propio Alberto quien no pudo contener a la expresión número 1 de su alquimia -Julio Cobos. Y como decía Perón: “la conducción es un arte de ejecución simple: acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer”. Es por eso, que tarde o temprano, los enemigos del otrora hombre fuerte del proyecto iban a pedir su cabeza frente a tamaño yerro. Y ahora, detrás de él se están yendo uno a uno sus aliados y aliadas (algunos claramente circunstanciales). Finalmente la CP ni juntó los votos que se esperaban, ni sirvió para controlar los votos propios en el Congreso, empezando por el de la segunda figura institucional del país.
Frente a este panorama, ¿Alberto tiene futuro político? Siempre pensando que el propio ex jefe de gabinete piense en quedarse dentro de la órbita del peronismo, cabe señalar que dicho movimiento político respeta dos condiciones desde tiempos inmemoriales: la imagen, la popularidad y su consecuente arrastre de votos, por un lado, y el “derpo” (poder) como se menciona habitualmente en la jerga, expresado generalmente en el manejo de aparatos o estructuras políticas, por el otro. Alberto Fernández no posee hoy ninguno de esos atributos: 1) la estructura porque no la construyó desde el cargo y sería extraño que lo pueda hacer desde el llano, y 2) la imagen positiva, porque nunca la tuvo desde el mismo inicio del gobierno de Néstor Kirchner.
La tradición indica que cuando un dirigente político no adquiere ciertas habilidades desde el inicio de su militancia, es muy difícil que las pueda asimilar con el paso del tiempo."
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