domingo, enero 17, 2010

La gimnasia inútil del conflicto permanente.Por José Calero.

(Asteriscos Tv). Los dos años y poco más de un mes que Cristina Kirchner lleva en el poder profundizaron las divisiones entre los argentinos, predestinados a no poder alcanzar consensos mínimos capaces de dar paso a la construcción de políticas de Estado.
La crispación dominante en el discurso oficial, ya presente en el mandato de Néstor Kirchner, complementada por una oposición incapaz de impulsar proyectos de alta política y enfrascada en un mero torpedeo de políticas oficiales, hizo que la Argentina se encuentre dividida y huérfana de un proyecto común.
Poco aprendieron el país y sus dirigentes -sí parecen haberlo hecho naciones como Brasil, Chile y Uruguay- sobre la necesidad de construir consensos para alcanzar objetivos perdurables en política, economía y acción social.
Ni siquiera el "Año del Bicentenario" los inspiró en la búsqueda del objetivo, y por eso este 25 de mayo se encamina a pasar con más penas que gloria.
El conflicto desatado por el uso de las reservas refleja parte de ese sinsentido, entre un gobierno convencido de que todo le pertenece, y una oposición dispuesta a hacerle la vida imposible con el objetivo de desgastarlo de cara a las aún lejanas
presidenciales del 2011.
Cristina, quien en más de una oportunidad mencionó que se la criticaba más por ser mujer, soportó la sublevación de una veintena de funcionarios de primera línea en lo que lleva de mandato.
A algunos los expulsó (Alberto Fernández), otros se fueron dando un portazo (Graciela Ocaña), pero todos partieron cuestionando la falta de concreción de un prometido proyecto progresista.
La Presidenta -quien mostró su clásica disfonía del estrés en los últimos discursos- debe soportar por estas horas desplantes aún más graves y momentos de alta tensión.
Primero la insólita situación de tener un vicepresidente opositor, Julio Cobos, sobre quien el kirchnerismo en pleno inició una feroz avanzada para obligarlo a renunciar, lo cual pretende lograr en lo inmediato, mientras el ex gobernador mendocino se
hace el distraído y utiliza la chapa del Senado para mantenerse en primer plano, e incluso ser el dirigente político con mejor imagen del país.
El último protagonista de la cadena de desplantes es el ex "golden boy" Martín Redrado, renuente a dejar su puesto al frente del Banco Central, del cual lo pretendieron echar como si fuera un cadete, cuando le faltaban apenas ocho meses para concluir su mandato.
La desprolijidad, un signo característico del ciclo kirchnerista, en esta oportunidad le causó un daño a la Argentina y hasta acusaciones de despotismo por parte de medios
internacionales, como el diario español El Mundo y el británico Financial Times.
Si la Presidenta hubiese cumplido el mínimo paso de consultar al Congreso, Redrado ya no estaría al frente del BCRA, pero el economista enfureció ante la avanzada y por ello inició una "guerra" que sabe perdida de antemano, pero con la cual pretende
provocarle el mayor daño posible a un gobierno cuya popularidad es inferior al 30 por ciento, antes de irse.
El anuncio del ministro Amado Boudou de que no sólo Redrado había renunciado, sino que ya tenía reemplazo (Mario Blejer), fue tal vez uno de los pasos en falso más importantes dados por la Casa Rosada.
No fue el único sinsabor soportado por el Palacio de Hacienda, ya que la inexperiencia de Hernán Lorenzino -de quien algunos en la city sostienen que el cargo de secretario de Finanzas le queda grande- al apurarse en anunciar el levantamiento del embargo de cuentas del Central y llevar a que muchos inversores perdieran
plata en la Bolsa con acciones y bonos, generó bronca en el mercado, donde manda el bolsillo.
La relación entre Cristina y Boudou atraviesa un momento de reflexión, porque la Presidenta quedó disconforme con el manejo que el ministro hizo sobre la creación del Fondo del Bicentenario, el desplazamiento de Redrado y el embargo del juez norteamericano Thomas Griesa, calificado de "embargador serial" primero por el
ministro y luego por la propia jefa de Estado.
Esa debilidad llevó al ministro de Economía a iniciar una fuerte campaña mediática para tratar de revertir la situación, la cual incluyó la poco feliz frase de que él estaba para "arreglar los quilombos".
La buena noticia para el Gobierno es que enfrente tiene una oposición sin rumbo, como demostró el tibio radical Gerardo Morales, cuando sufrió el desprecio kirchnerista al ofrecer la cabeza de Redrado en la sesión de la bicameral a cambio de sesionar para tratar el Fondo del Bicentenario, lo cual fue rechazado de plano luego de que Miguel Pichetto recibiera esa orden desde Olivos por parte de Néstor Kirchner.
Curioso derrotero deben padecer los jefes de bloque y autoridades legislativas en la Argentina, cuando las órdenes llegan siempre desde Olivos, como lo demostró el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Fellner, cuando admitió que si convocaba a sesiones Kirchner lo echaba.
Pero enfrente el panorama no es más alentador: el radical Morales habrá maldecido su suerte, ya que buscó quedar como el garante de la solución de un conflicto de proporciones, y sufrió en carne propia el látigo kirchnerista.
Cerca del senador dicen haber aprendido la lección: con el kirchnerismo no se negocia, se combate hasta el final, como lo demostró Francisco de Narváez en la última elección legislativa, al propinarle una derrota en la provincia de Buenos Aires jugando a todo o nada y fiscalizando cada voto como si tratara del último.
Quienes vivan la ilusión de que los menos de dos años de gobierno kirchnerista por delante serán de menor confrontación deberían ir despertando de su siesta, porque el gobierno prepara una embestida a fondo para garantizarse el uso de las reservas con
el objetivo de recuperar el terreno perdido, llegar con chances de continuidad a ese turno electoral y evitar un escenario de default que sería letal para sus aspiraciones.
Las cuentas las hizo el propio Kirchner en el cuaderno Rivadavia que usa en su reducto de Olivos: existen, a juicio del ahora diputado, unos 15.000 millones de dólares en reservas de "libre disponibilidad", que en lugar de mantener en el Banco de
Basilea a un interés del 0,5 por ciento anual, convendría dedicar a cancelar deuda y solventar el crecimiento de la economía ayudando a distintas empresas y obteniendo un buen retorno en intereses.
Ya parecen no alcanzar los 30.000 millones de pesos de la ANSeS, los miles de millones del PAMI o las colocaciones de títulos a través del Banco Nación, por citar algunos lugares a los que se ha echado mano.
El objetivo máximo del kirchnerismo por estas horas es ir por las reservas, y el Fondo del Bicentenario el instrumento que abre la puerta para utilizarlas a discreción.
En los 90, Carlos Menem protagonizó un papelón cuando quiso quedarse con una Ferrari que algún grupo empresario allegado le obsequió.
"La Ferrari es mía, mía", se le escuchó decir aquella vez al ex mandatario, que había asegurado sin inmutarse que con ese bólido pudo ir de Buenos Aires a Mar del Plata en apenas dos horas y media.
Finalmente debió deshacerse del chiche, que quedó como una anécdota de aquellos años de desmesura y festival de bonos para financiar la convertibilidad en un escenario de crecimiento exponencial del gasto.
"Las reservas son mías, mías", podría decir el kirchnerismo, repitiendo una temeraria estrategia que puede abrir el camino para que los fondos especulativos, calificados de "ratas del Riachuelo" por la Presidenta, logren un embargo similar al que tuvo a mal traer al gobierno hasta el viernes en que se levantó.
"L État, c est moi" (El Estado soy yo), es la frase que sus detractores le atribuyen a Luis XIV, quien gobernó Francia durante 72 años, hasta su muerte en 1715, aunque irónicamente había sido coronado cuando apenas tenía 5.
Sería un grueso error del kirchnerismo creer que el Estado puede se representado por una persona o un grupo político, y no hacer el intento de tender puentes con otros dirigentes que piensan distinto y fueron más votados el 28 de junio, en un mensaje de las urnas que comenzó a cobrar vida con la constitución de un nuevo escenario de poder que la Casa Rosada prefiere obviar.

No hay comentarios.: