domingo, junio 12, 2011

ESCRITORES EN PROBLEMAS

La preparación académica y el ejercicio de la propia voluntad, la fantasía e imaginación son herramientas a las que el escritor añade el inefable vehículo que es la palabra.
Acuden la sensibilidad y el ojo certero para poder crear el fenómeno literario vistiendo personajes y diseñando escenarios.
Falta entre estos ingredientes algo primordial: la pluma, bien puede ser el teclado... y como soporte, los artilugios que la tecnología aporte.
Sin embargo el problema del escritor no está en ninguno de estos lugares.
¿Para quién escribirá el autor? ¿Estará aquí el problema?
Una vez elegido el léxico y la manera de presentar su creación, tendrá casi todo resuelto.
Aunque El que escribe para todos no escribe para nadie, —dijo José Pedroni— y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta.
Más allá de cómo, el por qué y para quién escribimos, es el publicar una valla muchas veces infranqueable.
¿Publicará en forma digital? ¿O el autor confiará en la inmortalidad del libro tradicional?
Cualquier camino que resuelva tomar lo enfrentará al escollo ingente: las comisiones pecuniarias de editores y librerías, ya sean éstas virtuales o no. Y debemos admitir que por igual camino van los ilustradores, compañeros de ruta en la creación.
Kafka no pudo editar sus libros.
Joyce no podía publicar su Ulises por falta de recursos, pero dos amigos obraron de mecenas y lo incitaron para que lanzara al menos una edición mínima.
Y hay tantos reconocidos autores que no llegaron a publicar... en nuestro medio el talentoso Santiago Davobe va como ejemplo.
Pero “Un buen libro no se puede detener jamás”— le dijo J. L. Borges a Abel Posse, y prosiguió, mientras caminaban por Piazza San Marcos —“Allí tienes a Hölderin, cuya obra permaneció desconocida por sus mismos conciudadanos durante sesenta años”.
Podríamos pensar que los obstáculos enunciados son todos los que el escritor encontrará. Nada de eso. Hay mucho más.
El célebre Miguel de Unamuno vendió en un año apenas diecisiete ejemplares de Sentimiento trágico de la vida, y esto sí es una verdadera tragedia. Porque el autor paralelamente ha tenido que trabajar para mantener una familia, con pocas excepciones.
Seguramente el escritor que enfrentará más problemas será el que escriba algo verdaderamente nuevo. Lo nuevo es resistido. Por otro lado, lo ya digerido por la gente, vende en el lanzamiento y no tendrá continuidad porque es más de lo mismo y su vida será efímera ante el asedio de nuevos títulos en los escaparates.
Vemos que Borges recién vendió sus libros después de haber cumplido más de sesenta años. ¿Acaso no se sintió abrumado junto a Lanuza y otros escritores luego de haber sido publicados pocos números de Proa? Mucho le costó a esa revista de arte y literatura mantenerse en sus comienzos, para convertirse hoy en un medio cultural prestigioso de trascendencia internacional y tirada fabulosa.
Los autores actuales están abrumados por la presión de su propia creatividad que se torna incontenible, por otro lado la disyuntiva en la elección de cómo publicar, los cambios de precio del papel, las comisiones de los editores en digital y la encrucijada que constituye la distribución.
Por allí vemos a autores actuales de valor tratando de publicar lo escrito y de vender lo publicado para no usar las pilas de ejemplares como mesa de luz o relleno bajo la cama. Muchas veces (casi todas) el lanzamiento de una edición está condicionada a la recuperación del capital ya invertido.
El momento se muestra ante desesperados ojos como plagado de oferta y falto de demanda, porque hay una realidad: no hay lectores.
No hay lectores en proporción a la oferta de lectura, y por otro lado aparentan ser mucho más seductores los juegos en pantalla, las películas y los programas de televisión. ¿Aún con el éxito de un fenómeno como la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y sus réplicas semejantes en todo el país? La respuesta es: aún así.
Sin embargo una miríada de escritores lucha por publicar, otros que ya han publicado, pugnan por vender, mientras la pluma, montada en alas de inacabable catarata creativa sigue su producción como la vida fluye en la naturaleza, en los ríos... y en las propias venas.
Dice el angustiado Cesare Pavese, autor de Trabajar cansa y de El oficio de vivir:
"En la inquietud y el esfuerzo de escribir,
lo que sostiene, es la certeza de que
en la página queda algo no dicho."
En otro lugar del mundo la escritora japonesa Toyo Shibata creyó que era su momento y comenzó a escribir... a los 92 años. Ahora, casi en el siglo de vida, sus poemas son cada vez más populares en Japón. La causa de este éxito de ventas es su antología de poemas titulada: ‘Kujikenaide’, que en castellano significa:
‘NO DESESPERES’
¡Feliz Día Escritores!
Miguel Ángel Pizzio, 2011.

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