BUENOS AIRES, Setiembre 11, (PUNTO CERO) "A comienzos de año analizamos las perspectivas del año electoral en América Latina (ver 'Un año crucial para América Latina, con posibles sorpresas en el rumbo', El Cronista, pg. 12, 20 de enero de 2006). Allí señalamos que seguramente se iba a confirmar la corriente del centro a la izquierda que viene barriendo la región hace aproximadamente un lustro.
También dijimos que –fuera del seguro triunfo de Uribe en Colombia- había tres casos con algunas dudas, que se fueron despejando con los meses. La primera era Perú, donde finalmente se impuso alguien de centro izquierda: Alan García. La segunda duda era Brasil, pero ya Lula camina tranquilo hacia su reelección. La tercera era México, dado que el candidato del oficialista Partido Acción Nacional (PAN) –de centro derecha- había ascendido al segundo puesto y finalmente logró imponerse por una muy escasa diferencia. Esto no significa que este país no se haya corrido a la izquierda, porque en realidad se produjo un empate técnico por menos de un 1 % de diferencia, sino que formalmente va a asumir la presidencia alguien que no representa ideológicamente aquella corriente.
El caso es verdaderamente interesante por varias razones:
1) Buena calificación, no significa satisfacción. El presidente Fox en sus 5 años y medio de mandato siempre estuvo evaluado por lo menos con una calificación de 6, estando en los últimos meses más cerca de los 7 puntos (según la prestigiosa consultora Consulta Mitofsky). Estas cifras llevarían a pensar una importante aprobación de su gestión. Sin embargo, durante la mayor parte de su administración, la mayoría creyó que el país llevaba un rumbo equivocado, que nunca o casi nunca le creyó al presidente cuando hablaba, que no llevaba las riendas del país, y que la situación económica de México estaba peor o igual de mal comparada con meses previos. La pregunta es entonces ¿cómo es que tiene casi 7 sobre 10 de calificación? La respuesta es que a Fox no se lo _evalúa globalmente tanto por lo que hizo, sino más en términos históricos por ser el primer presidente post 70 años del PRI. Es decir, tiene un plus que le otorgó la sociedad, con el que probablemente no contará su sucesor Felipe Calderón.
2) Ir mucho tiempo primero en las encuestas, puede ser un problema. López Obrador (AMLO), el candidato izquierdista (Partido de la Revolución Democrática – PRD) llevaba por los menos dos años al frente de las preferencias electorales según todas las mediciones serias, hasta que en mayo (la elección fue el 2 de julio), el candidato del PAN comenzó una campaña negativa fuerte sobre AMLO –en la que incluso hubo participación explícita del sector empresarial- que le permitió empatar la contienda, y así llegó prácticamente hasta el final. Tanto tiempo en la palestra como “el candidato que ya ganó” terminó siendo perjudicial para el ex jefe de gobierno del Distrito Federal, que se desgastó en el momento más inoportuno.
3) Chávez no ayudó en este caso. Así como la referencia del líder venezolano fue provechosa para Evo Morales en Bolivia, pero contradictoria en Perú para Humala, en México, el PAN logró meter miedo a partir de los temores que podía generar López Obrador en una eventual aproximación política con Chávez. AMLO no reaccionó a tiempo y dio lugar a que las dudas cobraran cuerpo.
4) Un partido tradicional se desgasta, pero no desaparece. Como se dice habitualmente 'los muertos que vos matáis gozan de buena salud'. Tantas veces se ha dado por muerto o moribundo al PRI en estos últimos 6 años que ya se asemeja al final de una película donde “el malo” no termina de morir. Salir tercero obviamente no fue un buen resultado, pero sigue teniendo la mayoría de las gobernaciones y de los municipios, y una presencia estratégica en las dos cámaras del Congreso, ya que el permitirá al PAN gobernar, dada la fragmentación electoral que se produjo.
5) Esta elección representa el verdadero cambio en México. Luego de 70 años del PRI, el país no está culturalmente preparado para la concertación y la negociación. A Fox, aún habiendo ganado, le costó gobernar; y luego de perder en la renovación legislativa de 2003, se le hizo casi imposible. Ahora Calderón deberá lidiar de entrada con un parlamento sumamente dividido, y con posiciones muy antagónicas en cuestiones centrales. Dado el no reconocimiento por parte de AMLO del triunfo electoral del oficialismo, la convivencia legislativa será sumamente dificultosa.
Pero además esta elección, a diferencia de la de 2000 cuando se impuso Fox, no tuvo como eje central si se iba o se quedaba el PRI. En cierto punto permitió una competencia más genuina, no teñida por la sombra de los 70 años. En esta ocasión, un candidato con una buena imagen y una gestión bien evaluada –AMLO- casi se queda con la presidencia de uno de los dos países más grandes de la región, pese a tener un partido con mucha menos estructura que sus dos contendientes, y una consideración un tanto negativa –el PRD. Esto de por sí es un aviso de que allá también los medios empiezan a pesar más que las estructuras. Bienvenido México a la competencia electoral mediatizada”. (PUNTO CERO).
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