BUENOS AIRES, Noviembre 01, (PUNTO CERO) El proyecto Rovira terminó como la lógica ciudadana preveía: fracaso total.
El misionero comprobó una vez más que la demagogia, el clientelismo barato y la corrupción por la corrupción misma solo lleva a la más tristes de la derrotas, la indigna.
Pero no fue el único perdidoso en el último domingo de octubre. Funcionarios k como Sergio Massa que se prestaron para esta tragicomedia electoral dejaron su prestigio en coloradas tierras. La hermana presidencial igualó al joven director del ANSES y finalmente el presidente perdió la apuesta.
En Buenos Aires alguien prestó más atención que la debida y este fue el gobernador Felipe Sola. Ya no sabe que a que acto asistir para tener una excusa y hablar del tiempo que le falta para gestionar. Todos los santos tienen una vela prendida, todos los diputados tienen un llamado constante, todos los bonaerenses tienen las oreja saturadas y el pedido es monótono. “Quiero ser gobernador”.
Como si ahora fuera concejal. El inconformismo y la desmedida ambición desatará el mismo resultado que en Misiones. La diferencia es que en Buenos Aires no se vota para decirle que si a su ambición. En forma prudente, el presidente al oído le sugiere: “Felipe, andá a casa, ya está, ya gobernaste”. Y Felipe no escucha.
El quiere más tiempo para terminar con lo inconcluso. Hace falta más tiempo para seguir llevando las cuentas públicas del rojo al anaranjado. Hace falta tiempo para seguir prometiendo y más aún para no cumplir. Otro mandato es bienvenido para que el medio ambiente esté ausente en la provincia. Cuatro años más para renovarle la función a Santiago Montoya y destroce aún más la Constitución. En síntesis más tiempo para perder.
El único objetivo de Solá que uno imagina, será el puesto público y sus prebendas. Fue el funcionario con más permanencia en el menemismo de los 90, convenció a Duhalde para acompañar a Carlos Federico Ruckauf e integrar la fórmula del desastre. A los tres, al igual que San Pedro, desconoció y pudo ser gobernador en la gestión K.
Hoy es más K que nunca, pero el presidente poco le cree. Solo le preocupa seguir en un sillón para no tomar el clasificado de los domingos, pero nada más.
Quizás el cura misionero lo haya puesto en caja y le habrá susurrado en el inconciente lo mismo que el presidente: “Listo Felipe, andá a casa”.
El pingüino mayor hoy piensa que la gobernación debe ser pingüina pura. Por eso habla con José Pampuro, Aníbal Fernández, pero en su corazón titilan Alberto Balestrini y aún más Cristina Fernández, su esposa.
El gobernador misionero demostró que la demagogia no asegura el éxito electoral. Los créditos a mansalva, planes trabajar y subsidios otorgados no fueron devueltos en votos. Y Solá por ahora sigue la misma ruta. Subsidios, planes, actos, alianzas circunstanciales, escasa gestión y cuentas en rojo al por mayor.
Rovira no es igual a Solá, pero sí una luz roja en el camino. Las opciones para Solá son dos: hacer la típica del argentino promedio que cuando ve una luz roja pasa y ocupa la primera plana de los diarios por la tragedia causada o la segunda para la pelota, observa con atención la realidad y marcha a su hogar al cumplir con su mandato. (PUNTO CERO).
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