ALMIRANTE BROWN, Marzo 20, (PUNTO CERO-Inforegión) Jorge Villaverde intenta recuperar el manejo local de una variable orientada por los acontecimientos desde el orden nacional. No se trata de la ayuda económica que nunca llegó materializada en obras públicas sino del tiempo como recurso no renovable y bien escaso en la corriente que lidera el caudillo. Las demoras en que incurre, evidencian sin embargo las dificultades que padece para regresar al ejercicio de ese atributo.
Acaso la apuesta más fuerte de Jorge Villaverde ya no consista en lograr el acuerdo con el kirchnerismo que asegura tener, aunque no logre mostrar las constancias suficientes que tranquilicen a la desmoralizada primera línea de la corriente que lidera. Se trata más bien de exhibirse impermeable a cualquier crítica externa, impasible frente a las increíbles dificultades de la gestión municipal y sereno ante el transcurso del tiempo que parece jugar decididamente en contra de sus planes.
Esa impostura tiene de terrible más de lo que sus seguidores sospechan. No se trata solo de transmitir una tranquilidad ausente frente a los desaguisados que sus propios colaboradores le plantean en sus esfuerzos por enderezar el rumbo. El caudillo procura con éxito relativo recuperar para sí la administración sobre el tiempo político que media hasta las elecciones de octubre de este año.
La dificultad con que tropieza es que Almirante Brown parece haber ingresado en la lógica de una disputa mayor que desdibuja cualquier rasgo local de la política, aunque finalmente la disputa electoral vaya a darse en ese plano.
Por eso se valió esta semana de todos los resortes a su alcance para acallar la dura interna que vienen manteniendo en el Sindicato de Municipales José Manuel Fernández y su presunto sucesor, Daniel Bolettieri, dos afiliados radicales ligados desde hace más de dos décadas al gremio y por esa misma razón con recíprocos vasos comunicantes con el oficialismo.
Allí vivieron como un desafío la presencia de Bolettieri en la Casa de la Cultura durante la última reunión del Comcosur que tuvo lugar la semana pasada y el breve diálogo que entabló con algunos jefes comunales presentes. Entre ellos, el intendente de Lomas de Zamora, Jorge Rossi. Esa fue la gota que rebasó el vaso y que en parte explicaría que el propio Fernández se haya puesto a la cabeza de la protesta que el Sindicato prevé poner en marcha esta semana si el reajuste salarial del 20 por ciento que viene negociando con el gobierno municipal no tiene una definición.
El cambio de decisión en el histórico secretario general de los Municipales, que hace una semana resistió en una asamblea el plan de lucha, es parte de la estrategia del villaverdismo para desinflar cualquier acción que escape a su lógica, donde Fernández sigue siendo un actor gravitante.
Coincidiría también con la necesidad de tender un cerco sanitario sobre Bolettieri, acaso el más díscolo de la simbiótica relación entre sindicalistas y justicialistas de estos años y uno de los pocos al que durante su gestión como intendente, Villaverde amenazó con cancelarle su licencia gremial.
Aunque pueda sonar apenas como una pelea comarcal, la del Sindicato se inscribe en la línea de guerra de trincheras en la que parece haber ingresado definitivamente la disputa política. “Todos son sellos de goma. Los de Giustozzi y los nuestros. No le vamos a regalar el gremio así nomás”, admitió una de las escasas fuentes del PJ que consintió hablar con Info Región en medio de la casa de brujas desatadas desde el Municipio para dar con las vías de fuga de información calificada.
Puede sonar a broma, pero entre ellas figuró hasta que cobró estado público, la falta de provisión de viandas a la guardería de EGB que apadrina el Intendente Municipal y que hasta este fin de semana seguía siendo una situación que las autoridades locales no atinaban a resolver.
Las grietas en la gestión del intendente Manuel Rodríguez son una preocupación real en el villaverdismo, que sabe que las dependencias municipales y el superávit acumulado son las dos herramientas desde donde debe intentar revertir una situación política complicada en extremo. En especial, por la falta de expectativa de la sociedad en general y de sus propios seguidores en particular.
Por eso la prioridad del caudillo es recuperar las riendas que le permitan marcar el ritmo del tiempo político y evitar una diáspora anticipada que deje a su corriente sin el valor simbólico que aún ostenta y que aguarda a negociar si es que llega, como imagina, el momento apropiado donde pueda emplearla.
Acaso la apuesta más fuerte de Jorge Villaverde ya no consista en lograr el acuerdo con el kirchnerismo que asegura tener, aunque no logre mostrar las constancias suficientes que tranquilicen a la desmoralizada primera línea de la corriente que lidera. Se trata más bien de exhibirse impermeable a cualquier crítica externa, impasible frente a las increíbles dificultades de la gestión municipal y sereno ante el transcurso del tiempo que parece jugar decididamente en contra de sus planes.
Esa impostura tiene de terrible más de lo que sus seguidores sospechan. No se trata solo de transmitir una tranquilidad ausente frente a los desaguisados que sus propios colaboradores le plantean en sus esfuerzos por enderezar el rumbo. El caudillo procura con éxito relativo recuperar para sí la administración sobre el tiempo político que media hasta las elecciones de octubre de este año.
La dificultad con que tropieza es que Almirante Brown parece haber ingresado en la lógica de una disputa mayor que desdibuja cualquier rasgo local de la política, aunque finalmente la disputa electoral vaya a darse en ese plano.
Por eso se valió esta semana de todos los resortes a su alcance para acallar la dura interna que vienen manteniendo en el Sindicato de Municipales José Manuel Fernández y su presunto sucesor, Daniel Bolettieri, dos afiliados radicales ligados desde hace más de dos décadas al gremio y por esa misma razón con recíprocos vasos comunicantes con el oficialismo.
Allí vivieron como un desafío la presencia de Bolettieri en la Casa de la Cultura durante la última reunión del Comcosur que tuvo lugar la semana pasada y el breve diálogo que entabló con algunos jefes comunales presentes. Entre ellos, el intendente de Lomas de Zamora, Jorge Rossi. Esa fue la gota que rebasó el vaso y que en parte explicaría que el propio Fernández se haya puesto a la cabeza de la protesta que el Sindicato prevé poner en marcha esta semana si el reajuste salarial del 20 por ciento que viene negociando con el gobierno municipal no tiene una definición.
El cambio de decisión en el histórico secretario general de los Municipales, que hace una semana resistió en una asamblea el plan de lucha, es parte de la estrategia del villaverdismo para desinflar cualquier acción que escape a su lógica, donde Fernández sigue siendo un actor gravitante.
Coincidiría también con la necesidad de tender un cerco sanitario sobre Bolettieri, acaso el más díscolo de la simbiótica relación entre sindicalistas y justicialistas de estos años y uno de los pocos al que durante su gestión como intendente, Villaverde amenazó con cancelarle su licencia gremial.
Aunque pueda sonar apenas como una pelea comarcal, la del Sindicato se inscribe en la línea de guerra de trincheras en la que parece haber ingresado definitivamente la disputa política. “Todos son sellos de goma. Los de Giustozzi y los nuestros. No le vamos a regalar el gremio así nomás”, admitió una de las escasas fuentes del PJ que consintió hablar con Info Región en medio de la casa de brujas desatadas desde el Municipio para dar con las vías de fuga de información calificada.
Puede sonar a broma, pero entre ellas figuró hasta que cobró estado público, la falta de provisión de viandas a la guardería de EGB que apadrina el Intendente Municipal y que hasta este fin de semana seguía siendo una situación que las autoridades locales no atinaban a resolver.
Las grietas en la gestión del intendente Manuel Rodríguez son una preocupación real en el villaverdismo, que sabe que las dependencias municipales y el superávit acumulado son las dos herramientas desde donde debe intentar revertir una situación política complicada en extremo. En especial, por la falta de expectativa de la sociedad en general y de sus propios seguidores en particular.
Por eso la prioridad del caudillo es recuperar las riendas que le permitan marcar el ritmo del tiempo político y evitar una diáspora anticipada que deje a su corriente sin el valor simbólico que aún ostenta y que aguarda a negociar si es que llega, como imagina, el momento apropiado donde pueda emplearla.
Daniel Bilotta. (PUNTO CERO-Inforegión).
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