ESTEBAN ECHEVERRIA, Marzo 08, (PUNTO CERO-Inforegión) Como hace un año, cuando Info Región denunció por primera vez la suciedad que lo obstruía y poco después fue limpiado, la municipalidad de Esteban Echeverría y la Provincia juegan a no ver la basura que se acumula en el lugar y pretenden entonces que no existe. Sin embargo, el arroyo, la suciedad y el mal olor están allí, y vale ponerlas en evidencia para evitar conductas infantiles y promover que se resuelva el problema de fondo.
El arroyo Ortega de Monte Grande, en su intersección con la avenida Fair, otra vez se puede ver cubierto por completo de basura, que provoca la casi milagrosa situación de permitir que los animales caminen sobre el agua, o, con más precisión, sobre la basura que flota en su superficie o se encalla en sus fondos.
Hace algo más de un año ese curso de agua había sido objeto de mantenimiento por parte de las autoridades provinciales y municipales, pero este comienzo de 2007 lo vuelve a exhibir como una suerte de cloaca a cielo abierto, no sólo por las bolsitas de residuos, las botellas de plástico y otros residuos domiciliarios que lo señalan, sino por la aparición de animales muertos y de desechos cloacales y presuntamente industriales en su cauce.
No se trata de apuntar al boleo y disparar, pero no puede menos que llamar la atención, a raíz del olor nausabuendo que suele emanar el líquido que fluye en sus entrañas, el funcionamiento de una planta procesadora de pollos a pocos metros del lugar y que también se caracteriza por dejar escapar olores insoportables, incluso durante los fines de semana.
En cualquier caso, lo cierto es lo que se ve, y lo que las fotos, además, ilustran, un cauce rebosante de basura, tal vez apuntalada por el paro reciente de recolectores y la consiguiente intervención de cartoneros solícitos a recibir unos pesos para quitar las bolsas de residuos de las casas y hacerlas desaparecer mágicamente. La magia, claro, durará mientras uno no transite por las inmediaciones del arroyo, en cuyo caso podrá enterarse que lo que solemos llamar así cuando niños no es más que prestidigitación, es decir presteza para utilizar los dedos a fin de que no se advierta a simple vista a dónde van a parar los objetos que parecen desaparecer.
El punto es que ni la municipalidad de Esteban Echeverría ni la provincia de Buenos Aires tienen edad suficiente para seguir creyendo en la magia, por lo tanto deberían advertir, sin que fuera necesaria la intervención de los medios de comunicación, que ese cauce está otra vez como está.
Seguramente algún apego involuntario a las fantasías infantiles los lleva a suponer que verdaderamente las cosas no existen hasta tanto alguien las ponga en evidencia, las haga públicas. De ser así, bien valga esta reaparición pública del arroyo Ortega en Info Región para notificar a las autoridades comunales que, ahora sí para ellos también, el arroyo y su basura existen.
Ciertamente ingrata, la tarea de deconstruir los mundos imaginarios, de anunciar la verdad sobre reyes magos y papanoeles, es imprescindible para abordar el mundo real y evitar ser desbordado por él.
Valga entonces advertir que el arroyo está allí, que surca buena parte de la superficie echeverriana, que además es una mugre, que en el cruce mencionado está casi obstruido por la basura, que tiene un hedor pestilente sospechoso de estar provocado por el vertido de desechos industriales, que su desborde -nada infrecuente-, implicaría transportar toda esa inmundicia al interior de las viviendas de la gente que vive en sus inmediaciones, y que, en fin, nada justifica que no se cuide, se preserve y se limpie un arroyo, ni siquiera la pretensión de ocultarse en historias de hadas y pinochos.
Sobre ese punto, justamente, la ilustración que acompaña la nota no puede menos que arrancar una sonrisa al lector iniciado en la vida política de Echeverría. Sin tomar nota del desastre sanitario y ecológico que lo enmarca, un afiche de un candidato que ocupa un cargo importante en un ministerio que apunta al desarrollo social y que pretende ser intendente, muestra el rostro sonriente, y, otra vez, infantil, pretendidamente ingenuo, de quien se presenta a sí mismo como una solución a los problemas de la ciudad pero no puede advertir que en lugar de mostrar dientes se debe acompañar a los que tienen y a los que les faltan.
Con la dureza del hormigón que sostiene la papeleta, su cara se exhibe feliz y distendida apenas unos centímetros por encima de la basura, que, apolítica al fin, amenaza con taparlo en pocos días. (PUNTO CERO-Inforegión).
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