PILAR, Marzo 19, (PUNTO CERO-Pilar de Todos) Son 19 por día, o unos 143 por mes. Entre el 2001 y 2006 el crecimiento de habitantes fue del 14.7%, el triple de la media provincial. La comuna se ubica en el segundo lugar de los distritos que más aumentaron su población en el último lustro. Un fenómeno que trae aparejadas serias dificultades tanto para los habitantes como al Estado.
El crecimiento poblacional que se registra en Pilar es un fenómeno que no tiene igual en otras partes del Conurbano bonaerense y que indefectiblemente profundiza una serie de conflictos relacionados con la calidad de vida de las personas.
Por mes, unas 600 personas se suman a la masa poblacional de Pilar, y en su mayoría se trata de personas que llegan desde el interior, el primer cordón del conurbano e incluso países limítrofes.
Según datos estadísticos de la Provincia, en los últimos cinco años han llegado al distrito 34.333 nuevos habitantes. Es por eso que mientras en el año 2001 los censos poblacionales señalaban a
Pilar con una cantidad total de 232.233 personas; a julio de 2006 ese número ascendió a 266.566.
El incremento fue del orden del 14,7%, dato que no es menor si se compara con el resto de las comunas de la provincia. Es que puestos en relación, los datos indican que Pilar pasa a ocupar el segundo lugar entre las zonas que más crecieron en el último lustro. Según las proyecciones realizadas por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en primera instancia se mantiene la tendencia alcista de la población de Pinamar la cual ubicada en el primer lugar, posee una tasa de crecimiento de 16.1%, detrás le sigue Pilar y luego Ezeiza con un promedio de 14.3%.
Sin duda el fenómeno del crecimiento pilarense se profundiza si se tienen en cuenta otras comparaciones, ya que no sólo es llamativo el impresionante incremento en tan sólo cinco años sino que además es importante destacar que el valor llega a triplicar a los arrojados en la provincia en su conjunto. Es que en ese período Buenos Aires tuvo una tasa de crecimiento del 4.3%.
Pilar fue mostrado, vendido y prometido como el paraíso que oficiaría de sucursal de la Capital Federal. De hecho hasta fue calificado como “La ciudad satélite” que descomprimiría el caos inmobiliario que afecta a la gran ciudad. Las urbanizaciones cerradas, el verde de los campos y grandes emprendimientos comerciales aportaron su cuota para que cada vez más personas tuvieran en cuenta al distrito para vivir. Pero varios años de falta de una planificación estratégica sostenible, desnuda la otra realidad que se hace aún más visible con el incremento de la población actual. Es que muchas de las personas que llegan a Pilar, se instalan en asentamientos precarios y en condiciones irregulares. La balanza se desequilibra y el sistema queda colapsado. Por caso, Pinamar tiene uno de los índices de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) más bajos de la provincia.
Esfuerzos
El Estado se ve desbordado y el esfuerzo no alcanza a tapar los agujeros en los sistemas que generan las migraciones. Tres factores que evidencian, con total claridad, las consecuencias del crecimiento poblacional desmedido son los sistemas de salud, transporte y educación. Con un 60% de la población que no posee ningún tipo de cobertura médica – lo que indica que tampoco poseen un trabajo regular – y con la proliferación de los Centros de Atención Primaria que tienen que multiplicar sus esfuerzos para cuidar la salud de más de la mitad de la población, es evidente que el sistema inexorablemente se va a ver resentido.
Las instituciones educativas, por otro lado, no llegan a albergar a todos los niños y cada año ven incrementadas sus matriculas (en el 2007, cerca de 60 mil alumnos asistirán a los 95 edificios escolares del distrito, 10 mil más que en el 2005). Esos datos, repercuten en la calidad educativa a la que son expuestos los alumnos de Pilar. Con aulas desbordadas de chicos y con edificios que en su mayoría no cuentan con las condiciones adecuadas para el dictado de clases.
La obra pública siempre será escasa ya que los nuevos habitantes suelen instalarse en asentamientos precarios en los que carecen de asfaltos, agua potable y hasta transporte. Los esfuerzos por parte del gobierno para continuar con esos trabajos no alcanzan para mover la aguja del déficit, porque el crecimiento hace que siempre se encuentren un paso atrás de las necesidades de la gente.
El nivel de expulsión y las dificultades de acceso a una buena calidad de vida también afectan a la gente que día a día llega al distrito. En este sentido, el 24.8% de la población pilarense tiene NBI, lo que indefectiblemente hace que deban depender de la ayuda del Estado para poder subsistir. Claro que el aumento de la población y las condiciones en las que la misma se encuentra, hace cada vez más dificultoso el trabajo de las áreas de acción social.
Inseguridad, delincuencia, exclusión son los resultados de un fenómeno que debió ser acompañado con una planificación adecuada a los tiempos que corren para que todos puedan acceder a las mismas oportunidades.
El crecimiento poblacional que se registra en Pilar es un fenómeno que no tiene igual en otras partes del Conurbano bonaerense y que indefectiblemente profundiza una serie de conflictos relacionados con la calidad de vida de las personas.
Por mes, unas 600 personas se suman a la masa poblacional de Pilar, y en su mayoría se trata de personas que llegan desde el interior, el primer cordón del conurbano e incluso países limítrofes.
Según datos estadísticos de la Provincia, en los últimos cinco años han llegado al distrito 34.333 nuevos habitantes. Es por eso que mientras en el año 2001 los censos poblacionales señalaban a
Pilar con una cantidad total de 232.233 personas; a julio de 2006 ese número ascendió a 266.566.
El incremento fue del orden del 14,7%, dato que no es menor si se compara con el resto de las comunas de la provincia. Es que puestos en relación, los datos indican que Pilar pasa a ocupar el segundo lugar entre las zonas que más crecieron en el último lustro. Según las proyecciones realizadas por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en primera instancia se mantiene la tendencia alcista de la población de Pinamar la cual ubicada en el primer lugar, posee una tasa de crecimiento de 16.1%, detrás le sigue Pilar y luego Ezeiza con un promedio de 14.3%.
Sin duda el fenómeno del crecimiento pilarense se profundiza si se tienen en cuenta otras comparaciones, ya que no sólo es llamativo el impresionante incremento en tan sólo cinco años sino que además es importante destacar que el valor llega a triplicar a los arrojados en la provincia en su conjunto. Es que en ese período Buenos Aires tuvo una tasa de crecimiento del 4.3%.
Pilar fue mostrado, vendido y prometido como el paraíso que oficiaría de sucursal de la Capital Federal. De hecho hasta fue calificado como “La ciudad satélite” que descomprimiría el caos inmobiliario que afecta a la gran ciudad. Las urbanizaciones cerradas, el verde de los campos y grandes emprendimientos comerciales aportaron su cuota para que cada vez más personas tuvieran en cuenta al distrito para vivir. Pero varios años de falta de una planificación estratégica sostenible, desnuda la otra realidad que se hace aún más visible con el incremento de la población actual. Es que muchas de las personas que llegan a Pilar, se instalan en asentamientos precarios y en condiciones irregulares. La balanza se desequilibra y el sistema queda colapsado. Por caso, Pinamar tiene uno de los índices de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) más bajos de la provincia.
Esfuerzos
El Estado se ve desbordado y el esfuerzo no alcanza a tapar los agujeros en los sistemas que generan las migraciones. Tres factores que evidencian, con total claridad, las consecuencias del crecimiento poblacional desmedido son los sistemas de salud, transporte y educación. Con un 60% de la población que no posee ningún tipo de cobertura médica – lo que indica que tampoco poseen un trabajo regular – y con la proliferación de los Centros de Atención Primaria que tienen que multiplicar sus esfuerzos para cuidar la salud de más de la mitad de la población, es evidente que el sistema inexorablemente se va a ver resentido.
Las instituciones educativas, por otro lado, no llegan a albergar a todos los niños y cada año ven incrementadas sus matriculas (en el 2007, cerca de 60 mil alumnos asistirán a los 95 edificios escolares del distrito, 10 mil más que en el 2005). Esos datos, repercuten en la calidad educativa a la que son expuestos los alumnos de Pilar. Con aulas desbordadas de chicos y con edificios que en su mayoría no cuentan con las condiciones adecuadas para el dictado de clases.
La obra pública siempre será escasa ya que los nuevos habitantes suelen instalarse en asentamientos precarios en los que carecen de asfaltos, agua potable y hasta transporte. Los esfuerzos por parte del gobierno para continuar con esos trabajos no alcanzan para mover la aguja del déficit, porque el crecimiento hace que siempre se encuentren un paso atrás de las necesidades de la gente.
El nivel de expulsión y las dificultades de acceso a una buena calidad de vida también afectan a la gente que día a día llega al distrito. En este sentido, el 24.8% de la población pilarense tiene NBI, lo que indefectiblemente hace que deban depender de la ayuda del Estado para poder subsistir. Claro que el aumento de la población y las condiciones en las que la misma se encuentra, hace cada vez más dificultoso el trabajo de las áreas de acción social.
Inseguridad, delincuencia, exclusión son los resultados de un fenómeno que debió ser acompañado con una planificación adecuada a los tiempos que corren para que todos puedan acceder a las mismas oportunidades.
Pilar creció, crece y seguirá creciendo. Que lo haga de una manera ordenada, justa y equitativa es tarea ineludible del Estado, en todas sus expresiones. (PUNTO CERO-Pilar de Todos).
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