PILAR, Marzo 19, (PUNTO CERO-Pilar de Todos) Llegó a la localidad en el año 1982 y sólo había planificado quedarse por dos años. Su plan era volverse a su España natal pero las ganas de trabajar lo anclaron en Alberti. Querido por muchos y odiado por otros, sabe trabajar por la comunidad llevando adelante un fuerte proyecto basado en la educación y en la religión.
El sacerdocio es una de las profesiones que comprometen a los que la eligen desde ese momento hasta el final de sus días. El trabajo que los mensajeros de Dios emprenden; en conjunto con la comunidad es una de las características que se repiten en los sacerdotes que se instalan en diferentes zonas poniéndose a la cabeza del avance de las localidades. Suelen no ser muy bienvenidos a la hora de entablar relaciones con los dirigentes políticos de turno. Con ese panorama se encontró el padre Tomás Llorente quien cumplió 25 años en el sacerdocio.
El sacerdocio es una de las profesiones que comprometen a los que la eligen desde ese momento hasta el final de sus días. El trabajo que los mensajeros de Dios emprenden; en conjunto con la comunidad es una de las características que se repiten en los sacerdotes que se instalan en diferentes zonas poniéndose a la cabeza del avance de las localidades. Suelen no ser muy bienvenidos a la hora de entablar relaciones con los dirigentes políticos de turno. Con ese panorama se encontró el padre Tomás Llorente quien cumplió 25 años en el sacerdocio.
Llegó a Manuel Alberti en el año 1982, con muchas expectativas al hombro. Las primeras veces que pisó la localidad lo hizo por casualidad. Es que a bordo de una bicicleta primero y luego en un Fiat 600, Tomás Llorente había decidido conocer el entorno que rodeaba a la localidad de Tortuguitas, lugar que lo recibió cuando llegó de España. “En el viaje me perdí y terminé en la Panamericana y como no sabía por donde volver, me dejaron pasar por el country Tortugas”, recuerda Llorente.
Llegó a la Argentina con la idea de quedarse por dos años, pero sus deseos de trabajar lo anclaron a Manuel Alberti. Comenzó a realizar un fuerte trabajo religioso y educativo para los que, según recordó, no recibió la colaboración de ningún amigo. Sin embargo, se dio cuenta que llegar a un lugar en el que prácticamente no había nada “es más lindo, porque es uno mismo el que lo hace existir”.
¿Qué rescata de estos 25 años de sacerdocio en Alberti?
Para mí son muchos años, casi la mitad de mi vida, y sin duda aquí me pasaron muchas cosas: La muerte en un accidente de una sobrina, de mi hermana, mi madre, mi padre y un hermano. He vivido esas experiencias de dolor pero también he vivido muchas alegrías. Querido por unos, no querido por otros; quizás lo bueno para mí es que las cosas que hice no fueron para que me quieran; lo he hecho para cumplir con mi deber.
Si mañana hiciesen una votación en Alberti y diera como resultado que no me quiere nadie, a mi no se me movería un pelo porque lo bueno de todo esto no es que uno hace las cosas para que lo aplaudan. Recuerdo que en una misa dije: por favor, no me aplaudan porque esto no es obra mía, es mi deber.
¿Cómo hizo para revertir la situación en la que se encontraba Manuel Alberti y lograr que sea lo que hoy es?
Creyendo que todo es posible, sabiendo que no hay barreras cuando uno quiere crecer, yo creo que Alberti estaba destinado a crecer; simplemente me tocó a mí la suerte de verlo. No podía seguir postergado como estuvo, luego fuimos buscando gente que se fió mucho del lugar porque no hay que olvidar que la obra de Alberti es incalculable.
¿Hay alguna razón para que haya gente que no lo quiera?
En primer lugar no soy lo más bueno de todo, y segundo hay gente que no coincide ideológicamente conmigo, en lo religioso, lo político o en el día a día. Mi personalidad no es de lo más agradable en muchos momentos por mi carácter fuerte y mi actitud de saberme plantar sin tener miedo a nadie. Algunos pueden llegar a clasificarme como prepotente y pueden tener un poco de razón pero esa es mi vida y mi historia. Intento no serlo... pero sí puedo decir que los que hayan venido a buscar ayuda espiritual, la han encontrado. En Alberti estuve en todos los momentos en los que me han necesitado.
Tengo la conciencia tranquila de que no hay un enfermo que yo haya dejado de visitar si me lo han pedido A mi no me mueve el que me quieran para ser yo. Si me quieren; mi ego se pone más contento pero si no me quieren mi ego no se cae.
¿Qué hubiese sido de Alberti sin usted?
No lo sé. Tantas cosas han caminado sin mí en la vida. Yo creo que habría caminado, quizás no habrían surgido determinadas cosas, pero habrían surgido otras. Yo lo que puedo decir es que cuando llegué a Alberti esto era tierra de nadie; aquí no había nada de nada y hoy – no lo digo como mérito mío – he sido partícipe de esta realidad en la que Alberti ha llegado a ser un sitio lindo. Aunque aún le queda mucho, tenemos que pelear mucho más. Personalmente, se me dio la oportunidad de ser diferente; en Alberti me hice más hombre, tuve menos miedos, he tenido muchos más problemas pero con menos miedos.
Luego de 25 años en Alberti ¿Hay algo que le quede inconcluso?
Llegó a la Argentina con la idea de quedarse por dos años, pero sus deseos de trabajar lo anclaron a Manuel Alberti. Comenzó a realizar un fuerte trabajo religioso y educativo para los que, según recordó, no recibió la colaboración de ningún amigo. Sin embargo, se dio cuenta que llegar a un lugar en el que prácticamente no había nada “es más lindo, porque es uno mismo el que lo hace existir”.
¿Qué rescata de estos 25 años de sacerdocio en Alberti?
Para mí son muchos años, casi la mitad de mi vida, y sin duda aquí me pasaron muchas cosas: La muerte en un accidente de una sobrina, de mi hermana, mi madre, mi padre y un hermano. He vivido esas experiencias de dolor pero también he vivido muchas alegrías. Querido por unos, no querido por otros; quizás lo bueno para mí es que las cosas que hice no fueron para que me quieran; lo he hecho para cumplir con mi deber.
Si mañana hiciesen una votación en Alberti y diera como resultado que no me quiere nadie, a mi no se me movería un pelo porque lo bueno de todo esto no es que uno hace las cosas para que lo aplaudan. Recuerdo que en una misa dije: por favor, no me aplaudan porque esto no es obra mía, es mi deber.
¿Cómo hizo para revertir la situación en la que se encontraba Manuel Alberti y lograr que sea lo que hoy es?
Creyendo que todo es posible, sabiendo que no hay barreras cuando uno quiere crecer, yo creo que Alberti estaba destinado a crecer; simplemente me tocó a mí la suerte de verlo. No podía seguir postergado como estuvo, luego fuimos buscando gente que se fió mucho del lugar porque no hay que olvidar que la obra de Alberti es incalculable.
¿Hay alguna razón para que haya gente que no lo quiera?
En primer lugar no soy lo más bueno de todo, y segundo hay gente que no coincide ideológicamente conmigo, en lo religioso, lo político o en el día a día. Mi personalidad no es de lo más agradable en muchos momentos por mi carácter fuerte y mi actitud de saberme plantar sin tener miedo a nadie. Algunos pueden llegar a clasificarme como prepotente y pueden tener un poco de razón pero esa es mi vida y mi historia. Intento no serlo... pero sí puedo decir que los que hayan venido a buscar ayuda espiritual, la han encontrado. En Alberti estuve en todos los momentos en los que me han necesitado.
Tengo la conciencia tranquila de que no hay un enfermo que yo haya dejado de visitar si me lo han pedido A mi no me mueve el que me quieran para ser yo. Si me quieren; mi ego se pone más contento pero si no me quieren mi ego no se cae.
¿Qué hubiese sido de Alberti sin usted?
No lo sé. Tantas cosas han caminado sin mí en la vida. Yo creo que habría caminado, quizás no habrían surgido determinadas cosas, pero habrían surgido otras. Yo lo que puedo decir es que cuando llegué a Alberti esto era tierra de nadie; aquí no había nada de nada y hoy – no lo digo como mérito mío – he sido partícipe de esta realidad en la que Alberti ha llegado a ser un sitio lindo. Aunque aún le queda mucho, tenemos que pelear mucho más. Personalmente, se me dio la oportunidad de ser diferente; en Alberti me hice más hombre, tuve menos miedos, he tenido muchos más problemas pero con menos miedos.
Luego de 25 años en Alberti ¿Hay algo que le quede inconcluso?
Recién llegado a Alberti yo juré que jamás iba a ser yo un comprometido con la educación. Cuando hablaban de hacer una iglesia yo dije que estaban todos locos, si en el galponcito que teníamos entrábamos todos. Pero el proyecto de Dios corre por otro lado. Si me preguntas que falta... en Alberti, miles de cosas por hacer. Yo he cumplido con una etapa importante de mi vida y sería bueno que ahora venga otro para seguir soñando y con lo que hay construir algo más. (PUNTO CERO-Pilar de Todos).
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