Cuando en mayo pasado expresamos nuestro rechazo al nombramiento de Néstor Kirchner como Secretario de la UNASUR, fundamos nuestros argumentos en su desconocimiento en la materia y en su manifiesto desprecio por la necesidad de mantener un perfil coherente en materia de política exterior. El tiempo demostró que mantuvimos una postura realista y previmos lo que finalmente ocurriría.
Dos eventos puntuales ocurridos en el transcurso de la última semana de julio y la primera de agosto muestran a la UNASUR como una estructura acéfala y de precarias bases fundamentales. La ausencia de Néstor Kirchner de la mesa de negociación para desactivar un posible conflicto armado entre Colombia y Venezuela y su presencia en la 39° Cumbre de Primeros Mandatarios del MERCOSUR, son prueba de la absoluta falta de interés del secretario de UNASUR por la consolidación de la integración del área. Al mismo tiempo, se reforzó la idea de una instrumentación del organismo en función de su candidatura presidencial para 2011.
Ocupar la Secretaría General de la UNASUR implica desafectarse de los intereses partidarios, sectarios y nacionales para velar por la integración regional. Kirchner no hace sino desestimar estos postulados de derecho internacional, priorizando su alejamiento del ámbito legislativo para preparar el escenario para su candidatura presidencial del año próximo.
Si bien muchos sostuvieron que sería un honor para nuestro país tener a un ex presidente designado como Secretario General de la UNASUR, el comportamiento actual de Kirchner conlleva un descreimiento generalizado de los compromisos asumidos en materia de política exterior.
Su incapacidad diplomática, las fundadas sospechas de que no podrá ser imparcial en situaciones de crisis ni mantener un equilibrio necesario entre los países del bloque, quedaron demostradas en estos tres meses de mandato y su modo de actuar ante la necesidad fundada de la intervención de una figura mesurada, con avidez de generar diálogos y concordia.
Dos eventos puntuales ocurridos en el transcurso de la última semana de julio y la primera de agosto muestran a la UNASUR como una estructura acéfala y de precarias bases fundamentales. La ausencia de Néstor Kirchner de la mesa de negociación para desactivar un posible conflicto armado entre Colombia y Venezuela y su presencia en la 39° Cumbre de Primeros Mandatarios del MERCOSUR, son prueba de la absoluta falta de interés del secretario de UNASUR por la consolidación de la integración del área. Al mismo tiempo, se reforzó la idea de una instrumentación del organismo en función de su candidatura presidencial para 2011.
Ocupar la Secretaría General de la UNASUR implica desafectarse de los intereses partidarios, sectarios y nacionales para velar por la integración regional. Kirchner no hace sino desestimar estos postulados de derecho internacional, priorizando su alejamiento del ámbito legislativo para preparar el escenario para su candidatura presidencial del año próximo.
Si bien muchos sostuvieron que sería un honor para nuestro país tener a un ex presidente designado como Secretario General de la UNASUR, el comportamiento actual de Kirchner conlleva un descreimiento generalizado de los compromisos asumidos en materia de política exterior.
Su incapacidad diplomática, las fundadas sospechas de que no podrá ser imparcial en situaciones de crisis ni mantener un equilibrio necesario entre los países del bloque, quedaron demostradas en estos tres meses de mandato y su modo de actuar ante la necesidad fundada de la intervención de una figura mesurada, con avidez de generar diálogos y concordia.
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