Pasión de multitudes y negocios mezquinos de minorías esquizofrénicas, es una de las tantas definiciones del fútbol. En Argentina es lo único que el hombre no traiciona. Leal a más no poder la camiseta de nuestro club es aquella que nace y muere con nosotros. No hace falta libreta, ni iglesia ni testigos, es nuestra fiel amiga, amante inseparable hasta que la muerte nos entierre juntos.
Es también el motivo de alegría y desdicha, de amistad y divisiones familiares; es como el agua, sin ella no vivimos.
Dormitamos el invierno a la espera de un nuevo campeonato, cuando el gremio dijo: -“o aparece la moneda o el fútbol muere”.
Al instante de esa “amenaza” aberrante para la sociedad toda, Don Julio el ferretero pidió hora con el poder. Hay que bancar el prode, hay que financiar el fútbol, hay que hacer algo, dijo Don Julio y empezó su movida mediática. Del otro lado del mostrador le contestaron: “que pague la tele”.
TyC, hoy en día de la mano de Clarín, muy seguro de su negocio monopólico determinó que lo pague la gente con su abono o el estado, pero ellos, NO. Ellos solo recaudan, jamás invierten.
Don Julio seguía de oficina en oficina hasta que apareció el pingüino y con una fina observación cerró el negocio para bien de Don Julio, el gobierno, la sociedad y los medios de comunicación. En un rincón llorando estaba Clarín.
La orden del monopolio fue castigar al gobierno por izquierda, por derecha, en el campo, en lo social, en lo electoral. Dando aire a la Coalición (siempre en la vereda de enfrente), al Pro que hablaba de gasto público y de ayuda social (sic), pero el clarín dejó de sonar cuando Cristina dijo “basta de secuestro de goles, de secuestro de imágenes, de secuestro de personas. Basta de eso, ya por eso desaparecieron 30 mil personas”. Y a partir de allí el fútbol comenzó.
El monopolio tituló en todos sus medios ‘Vuelve el fútbol, paga el Estado’. El resentimiento de haber perdido la partida no lo deja ver con exactitud, es más, el Capitán Frío tiene mejor vista que el trompetín. Quien pagó fue la señora Ernestina.
Para que la historia no nos confunda, es cierto que Carlos Ávila, aquel productor de fútbol de Canal 7, que emitía los encuentros con Julio Ricardo, Gañete Blazco, Cesar Abraham, Mauro Viale, Marcelo Araujo y el eterno Macaya Márquez, armó un gran negocio en la década del 80 con el aval del histórico ferretero. Ese negocio dejó de serlo cuando los clubes quebrados se convirtieron en un salvavidas de plomo para Ávila y TyC. El empresario paraguayo, astuto y pícaro, vendió el paquete en los confines del 2008 al monopolio.
Este, cuando empezaba a disfrutar de la totalidad del poder en un país situado al sur de Bolivia, fue golpeado en su orgullo por un pingüino que parecía herido de muerte. Hoy el fútbol vuelve a Canal 7 y se convierte en una inversión del Estado y no en una ayuda, ya que las arcas públicas colocarán en la AFA 600 millones de pesos pero la torta publicitaria de este redondo deporte es de 1100 millones.
Por eso, muchachos de espíritu gorila, deberían adjetivar menos o sus militantes se confundirán. La CC, explicó Elisa Carrió, es Coalición Cívica, no Con Clarín.
(*) Periodista, director de Agencia Comunas del País.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario