El anuncio del fin de la crisis económica mundial que hiciera el Fondo Monetario Internacional ( FMI ) fue tomado por el ex ministro de Economía argentino Roberto Lavagna, para poner sobre la mesa algo que debería preocupar a los latinoamericanos: "El peso de la recuperación recae ahora en las decisiones de política interna que tome cada país".
Considerado el artífice de la recuperación de Argentina después de su crisis de deuda (2002), Lavagna no lanzó el reto por puro gusto, y una investigación realizada por el Grupo de Diarios América (GDA), le da la razón en que se debe exigir a los gobiernos un mejor desempeño que el expuesto hasta el momento en la aplicación de los programas anticrisis que anunciaron con bombos y platillos.
El columnista Juan Vargas Sánchez, del diario El Comercio de Lima, cita ambas referencias para ejemplificar que, en el Perú, el plan de estímulo económico de más de US$ 3.000 millones sufre el mismo problema que el presupuesto público: apenas se hace efectivo.
Kurt Burneo, ex director del Banco Central de Reserva (BCR) indicó que el plan fue mediatizado, porque se presentó con retraso debido a que las autoridades creían y garantizaban que el Perú estaba blindado contra la crisis. Y agregó que muchos empresarios creyeron que la economía seguiría creciendo y, cuando quedó claro que no sería así, se produjo una contracción de la inversión privada, "que explica la muy fuerte pérdida de dinámica de la actividad económica en Perú, dado que pasamos de crecer 9,8% a una de alrededor del 1%".
En Argentina, recuerda Vargas Sánchez, pasó algo similar con los US$ 45.000 millones anunciados para inversiones, financiamiento de compra de autos, electrodomésticos y bicicletas y subsidios al empleo, entre otras medidas.
México y Colombia también sufrieron esa subejecución, mientras que en Costa Rica el aumento del gasto público no evitó el incremento del desempleo. Peor resultó la situación de Puerto Rico, donde los recursos anticrisis sirvieron para contener el déficit fiscal que ya padecían y no para incentivar la producción.
Algo parecido vivieron los países petroleros, pero tomaron medidas distintas: al reducirse los ingresos fiscales por el menor precio del petróleo, Venezuela debió ajustar el gasto fiscal, pero Ecuador evitó hacerlo vendiendo crudo por adelantado. Por suerte para ambos países, el petróleo volvió a subir en los últimos meses.
Brasil se defendió inyectando liquidez en su economía, con lo cual logró que los créditos no se restringieran demasiado para las empresas, una medida similar a la tomada por el BCR en el Perú. Coincidentemente, estos dos países son señalados como los que crecerán más durante el 2010, aunque en el caso peruano, después de tres años creciendo a tasas superiores al 6%, hacerlo a 1% o 2% se percibiría como poco.
Según el analista la crisis no se irá tan fácil ni en el Perú ni en el resto de América Latina. Sí ayudará -como recomiendan Lavagna, el BID y la CAF- que los gobiernos no vuelvan a caer en el "optimismo político" sin fundamentos económicos reales y reconozcan que se requiere mantener y mejorar la eficiencia de las medidas anticrisis.
Considerado el artífice de la recuperación de Argentina después de su crisis de deuda (2002), Lavagna no lanzó el reto por puro gusto, y una investigación realizada por el Grupo de Diarios América (GDA), le da la razón en que se debe exigir a los gobiernos un mejor desempeño que el expuesto hasta el momento en la aplicación de los programas anticrisis que anunciaron con bombos y platillos.
El columnista Juan Vargas Sánchez, del diario El Comercio de Lima, cita ambas referencias para ejemplificar que, en el Perú, el plan de estímulo económico de más de US$ 3.000 millones sufre el mismo problema que el presupuesto público: apenas se hace efectivo.
Kurt Burneo, ex director del Banco Central de Reserva (BCR) indicó que el plan fue mediatizado, porque se presentó con retraso debido a que las autoridades creían y garantizaban que el Perú estaba blindado contra la crisis. Y agregó que muchos empresarios creyeron que la economía seguiría creciendo y, cuando quedó claro que no sería así, se produjo una contracción de la inversión privada, "que explica la muy fuerte pérdida de dinámica de la actividad económica en Perú, dado que pasamos de crecer 9,8% a una de alrededor del 1%".
En Argentina, recuerda Vargas Sánchez, pasó algo similar con los US$ 45.000 millones anunciados para inversiones, financiamiento de compra de autos, electrodomésticos y bicicletas y subsidios al empleo, entre otras medidas.
México y Colombia también sufrieron esa subejecución, mientras que en Costa Rica el aumento del gasto público no evitó el incremento del desempleo. Peor resultó la situación de Puerto Rico, donde los recursos anticrisis sirvieron para contener el déficit fiscal que ya padecían y no para incentivar la producción.
Algo parecido vivieron los países petroleros, pero tomaron medidas distintas: al reducirse los ingresos fiscales por el menor precio del petróleo, Venezuela debió ajustar el gasto fiscal, pero Ecuador evitó hacerlo vendiendo crudo por adelantado. Por suerte para ambos países, el petróleo volvió a subir en los últimos meses.
Brasil se defendió inyectando liquidez en su economía, con lo cual logró que los créditos no se restringieran demasiado para las empresas, una medida similar a la tomada por el BCR en el Perú. Coincidentemente, estos dos países son señalados como los que crecerán más durante el 2010, aunque en el caso peruano, después de tres años creciendo a tasas superiores al 6%, hacerlo a 1% o 2% se percibiría como poco.
Según el analista la crisis no se irá tan fácil ni en el Perú ni en el resto de América Latina. Sí ayudará -como recomiendan Lavagna, el BID y la CAF- que los gobiernos no vuelvan a caer en el "optimismo político" sin fundamentos económicos reales y reconozcan que se requiere mantener y mejorar la eficiencia de las medidas anticrisis.
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