(168 Horas, por Laura San José). Cree profundamente en el horóscopo “me hice la carta natal y la revolución solar”, dice mientras ríe, risa que mantiene a lo largo de la entrevista, onda y risa que la acompañan en su vida.
Dice sobre lo místico: “todo esto me divierte”, ella es divertida.
Me pregunta “¿vos sabes cuantos años hace que estoy acá?”. Y se responde: “27 años”.
Silvia Gómez mira para arriba, buscando recuerdos y ordenando números que no recuerda: “Trabajé muchos años en salud, no se si 15 años, no soy buena con los números. Después empecé a participar en la Secretaría de gobierno, después pasé a vivienda y hoy estoy acá”.
“Era un desafío trabajar porque recién había sido mamá. Si tenía la decisión de trabajar en mi profesión, que fue siempre una pasión para mi.”
Su pasión/profesión es trabajo social.
Había empezado Derecho y lo dejó, “porque no había descubierto esto, esta semillita que tenía adentro mío y de a poquito la fui descubriendo”.
Intenta explicar todos sus pasos a través de la pasión que puso en ellos, intenta trasmitir un mensaje: el de reencontrarse con uno mismo, en este caso, con ella misma.
Una hija de 29, un hijo de 24 años y una nieta de 2, “esa es mi familia”, asegura. Pero no huye a la pregunta tácita y dice: “Estoy separada hace 12 años, estuve casada 24 años”.
Su prioridad durante la crianza de sus hijos fueron ellos. “En ese momento tenía que criar hijos entonces tenia controlada esta pasioncita”, dice.
Cuando ellos crecieron arrancó con toda la fuerza, como aquel reservorio de energía que se destina para el momento exacto.
Asegura que su generación sufrió el ímpetu de esos roles que se mezclan “la mujer quiso ser madre pero además trabajar, formarse. Los hombres estaban más acostumbrados a lo tradicional. Por eso digo que en mi generación se hizo carne”.
Su marido, cuenta, estaba muy bien económicamente y no entendía porque ella trabajaba “si con lo que ganaba no alcanzaba ni a pagar la chica”.
Tenía 38, 39 años cuando se separó y salió a la calle a trabajar, auque dice que trabajó toda su vida. “Fue muy duro al principio”, pero de todas maneras dice que esto la hizo redescubrirse: “En estos 12 años que hace que estoy separada he descubierto a otra Silvia, muy distinta, ese era el desafío”.
Estuvo 10 años sola, luego de romper con el padre de sus hijos.
Y ahora, “estoy intentando estar en pareja con alguien, pero sin convivencia”, cuenta y ríe.
Una mujer madura, que se arriesga y que mas allá de poner gran parte de su energía en el trabajo, que deja de serlo cuando se vuelve su pasión, todavía tiene ganas, y tiempo para apostar en una relación. Esto demuestra que no valen las excusas cuando se quiere de verdad.
“No es fácil, no siempre es fácil, yo priorizo apostar a lo que no tuve antes: tuve familia y no pareja hoy voy por la pareja”, decidida habla.
Llegando al final de la charla, ese “no es fácil” se hace muletilla.
Inevitable la pregunta, ¿Por qué no es fácil?
Obvia la respuesta: Porque no es fácil…
Silvia se emociona, no por nostalgia de aquella Silvia que fue, sino de orgullo por la Silvia que hoy es.
Dice sobre lo místico: “todo esto me divierte”, ella es divertida.
Me pregunta “¿vos sabes cuantos años hace que estoy acá?”. Y se responde: “27 años”.
Silvia Gómez mira para arriba, buscando recuerdos y ordenando números que no recuerda: “Trabajé muchos años en salud, no se si 15 años, no soy buena con los números. Después empecé a participar en la Secretaría de gobierno, después pasé a vivienda y hoy estoy acá”.
“Era un desafío trabajar porque recién había sido mamá. Si tenía la decisión de trabajar en mi profesión, que fue siempre una pasión para mi.”
Su pasión/profesión es trabajo social.
Había empezado Derecho y lo dejó, “porque no había descubierto esto, esta semillita que tenía adentro mío y de a poquito la fui descubriendo”.
Intenta explicar todos sus pasos a través de la pasión que puso en ellos, intenta trasmitir un mensaje: el de reencontrarse con uno mismo, en este caso, con ella misma.
Una hija de 29, un hijo de 24 años y una nieta de 2, “esa es mi familia”, asegura. Pero no huye a la pregunta tácita y dice: “Estoy separada hace 12 años, estuve casada 24 años”.
Su prioridad durante la crianza de sus hijos fueron ellos. “En ese momento tenía que criar hijos entonces tenia controlada esta pasioncita”, dice.
Cuando ellos crecieron arrancó con toda la fuerza, como aquel reservorio de energía que se destina para el momento exacto.
Asegura que su generación sufrió el ímpetu de esos roles que se mezclan “la mujer quiso ser madre pero además trabajar, formarse. Los hombres estaban más acostumbrados a lo tradicional. Por eso digo que en mi generación se hizo carne”.
Su marido, cuenta, estaba muy bien económicamente y no entendía porque ella trabajaba “si con lo que ganaba no alcanzaba ni a pagar la chica”.
Tenía 38, 39 años cuando se separó y salió a la calle a trabajar, auque dice que trabajó toda su vida. “Fue muy duro al principio”, pero de todas maneras dice que esto la hizo redescubrirse: “En estos 12 años que hace que estoy separada he descubierto a otra Silvia, muy distinta, ese era el desafío”.
Estuvo 10 años sola, luego de romper con el padre de sus hijos.
Y ahora, “estoy intentando estar en pareja con alguien, pero sin convivencia”, cuenta y ríe.
Una mujer madura, que se arriesga y que mas allá de poner gran parte de su energía en el trabajo, que deja de serlo cuando se vuelve su pasión, todavía tiene ganas, y tiempo para apostar en una relación. Esto demuestra que no valen las excusas cuando se quiere de verdad.
“No es fácil, no siempre es fácil, yo priorizo apostar a lo que no tuve antes: tuve familia y no pareja hoy voy por la pareja”, decidida habla.
Llegando al final de la charla, ese “no es fácil” se hace muletilla.
Inevitable la pregunta, ¿Por qué no es fácil?
Obvia la respuesta: Porque no es fácil…
Silvia se emociona, no por nostalgia de aquella Silvia que fue, sino de orgullo por la Silvia que hoy es.
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