(La Política OnLine). Se transformó en un hombre de consulta permanente del jefe de gobierno y lo quiere como operador político para entablar su relación con el PJ junto a Ramón Puerta. El ex intendente colocó a varios funcionarios en el gobierno de la ciudad y da consejos sobre el futuro político postkirchnerista. Su histórica relación con Franco Macri, su estructura incipiente de poder y la historia de negocios y política detrás.
Mauricio Macri tiene un asesor en las sombras: el ex intendente menemista Carlos Grosso, quien originalmente se relacionó con Franco Macri. El jefe comunal lo escucha asiduamente y le pide consejos.
Según pudo saber LPO, una vez por mes se juntan a comer y hablan, obviamente, de política y de la visión a futuro del postkirchnerismo. Quienes conocen al ex intendente saben de su poder de oratoria y de su visión estratégica de la política. Inclusive, hace algunos meses el secretario general, Marcos Peña, participó de uno de los encuentros secretos.
Además, Grosso tiene relación directa con dos de los peronistas más fuertes que tiene Macri: el jefe del bloque de legisladores del PRO, Cristian Ritondo, y el ministro de Espacio Público, Diego Santlli.
Justamente en esa cartera el ex intendente colocó a un poderoso funcionario: el subsecretario de Uso del Espacio Público, Jorge Zabaleite. Peronista, es quien, entre otras cuestiones, se ocupa de imponer multas en vía pública (a través de la dirección de Ordenamiento del Espacio Público) y controla ferias y mercados.
Por otro lado, también colocó funcionarios de segunda y tercera línea en el ministerio de Desarrollo Urbano. Es que su titular, Daniel Chain, ex directivo de Socma, había sido socio de Juan Pablo Schiavi, funcionario de Grosso y su amigo personal.
Como “lobbysta”, en el ámbito porteño se habla de una íntima relación del ex intendente con STO, la empresa de grúas y parquímetros que gana millones en una de las dos zonas en las que dividió el gobierno la ciudad para la explotación del sistema de estacionamiento medido.
El poder de Grosso, quien curiosamente (o no tanto) tiene sus oficinas en la calle San Martín, a media cuadra de la jefatura de gobierno), fue en ascenso en los últimos años. Prestó dirigentes peronistas para sustentar campañas de Macri y prestó su sapiencia para el armado del PRO en determinadas ocasiones.
De hecho para el armado de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad en 2003, y luego a diputado en 2005, su jefe de campaña era Schiavi, al que conoció a principios de los ‘90, cuando era subsecretario de Mantenimiento y Servicios de la Municipalidad que controlaba Grosso y había que negociar con Manliba los contratos para recolección de la basura (los más importantes que tiene la ciudad).
Una relación histórica
La relación entre ambos se remonta a finales de la dictadura militar cuando la familia, y en especial Franco Macri, lo ayudaron a esconderse del hostigamiento de los grupos de tareas y, tiempo después, el jefe del clan decidió armar un grupo político del Grupo Socma con el advenimiento de la democracia. Allí contrató a Octavio Bordón, José Manuel De la Sota y Grosso, como directivo.
La relación se mantuvo intacta en los ochenta durante el gobierno de Raúl Alfonsín y luego desembocó en negocios concretos a partir de 1989, cuando Carlos Menem designó a Grosso intendente de Buenos Aires. Así Manliba se convirtió en el principal contratista de la administración porteña. No sólo eso: Grosso le dio a los Macri, entre otros negocios, la informatización del sistema en Rentas.
Recién para 1997, con Grosso fuera del poder, se renegoció el millonario contrato de residuos, dejó afuera a Manliba y ahorró 50 millones de pesos.
Sin embargo para esta época el ex intendente se peleó con Franco y recién fue “indultado” el año pasado por el empresario.
Por ello, se rumoreaba que podría ser parte del directorio del acuerdo entre Socma y la asociación con la empresa china Chery, que maneja un proyecto para instalar una fábrica de automotores en tierras chaqueñas con una inversión U$S 500 millones.
Finalmente Franco optó por no nombrarlo para estos negocios, pero su hijo no despreció sus buenos oficios para la política.
Mauricio Macri tiene un asesor en las sombras: el ex intendente menemista Carlos Grosso, quien originalmente se relacionó con Franco Macri. El jefe comunal lo escucha asiduamente y le pide consejos.
Según pudo saber LPO, una vez por mes se juntan a comer y hablan, obviamente, de política y de la visión a futuro del postkirchnerismo. Quienes conocen al ex intendente saben de su poder de oratoria y de su visión estratégica de la política. Inclusive, hace algunos meses el secretario general, Marcos Peña, participó de uno de los encuentros secretos.
Además, Grosso tiene relación directa con dos de los peronistas más fuertes que tiene Macri: el jefe del bloque de legisladores del PRO, Cristian Ritondo, y el ministro de Espacio Público, Diego Santlli.
Justamente en esa cartera el ex intendente colocó a un poderoso funcionario: el subsecretario de Uso del Espacio Público, Jorge Zabaleite. Peronista, es quien, entre otras cuestiones, se ocupa de imponer multas en vía pública (a través de la dirección de Ordenamiento del Espacio Público) y controla ferias y mercados.
Por otro lado, también colocó funcionarios de segunda y tercera línea en el ministerio de Desarrollo Urbano. Es que su titular, Daniel Chain, ex directivo de Socma, había sido socio de Juan Pablo Schiavi, funcionario de Grosso y su amigo personal.
Como “lobbysta”, en el ámbito porteño se habla de una íntima relación del ex intendente con STO, la empresa de grúas y parquímetros que gana millones en una de las dos zonas en las que dividió el gobierno la ciudad para la explotación del sistema de estacionamiento medido.
El poder de Grosso, quien curiosamente (o no tanto) tiene sus oficinas en la calle San Martín, a media cuadra de la jefatura de gobierno), fue en ascenso en los últimos años. Prestó dirigentes peronistas para sustentar campañas de Macri y prestó su sapiencia para el armado del PRO en determinadas ocasiones.
De hecho para el armado de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad en 2003, y luego a diputado en 2005, su jefe de campaña era Schiavi, al que conoció a principios de los ‘90, cuando era subsecretario de Mantenimiento y Servicios de la Municipalidad que controlaba Grosso y había que negociar con Manliba los contratos para recolección de la basura (los más importantes que tiene la ciudad).
Una relación histórica
La relación entre ambos se remonta a finales de la dictadura militar cuando la familia, y en especial Franco Macri, lo ayudaron a esconderse del hostigamiento de los grupos de tareas y, tiempo después, el jefe del clan decidió armar un grupo político del Grupo Socma con el advenimiento de la democracia. Allí contrató a Octavio Bordón, José Manuel De la Sota y Grosso, como directivo.
La relación se mantuvo intacta en los ochenta durante el gobierno de Raúl Alfonsín y luego desembocó en negocios concretos a partir de 1989, cuando Carlos Menem designó a Grosso intendente de Buenos Aires. Así Manliba se convirtió en el principal contratista de la administración porteña. No sólo eso: Grosso le dio a los Macri, entre otros negocios, la informatización del sistema en Rentas.
Recién para 1997, con Grosso fuera del poder, se renegoció el millonario contrato de residuos, dejó afuera a Manliba y ahorró 50 millones de pesos.
Sin embargo para esta época el ex intendente se peleó con Franco y recién fue “indultado” el año pasado por el empresario.
Por ello, se rumoreaba que podría ser parte del directorio del acuerdo entre Socma y la asociación con la empresa china Chery, que maneja un proyecto para instalar una fábrica de automotores en tierras chaqueñas con una inversión U$S 500 millones.
Finalmente Franco optó por no nombrarlo para estos negocios, pero su hijo no despreció sus buenos oficios para la política.
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