viernes, agosto 21, 2015

Límites. Por Amalia I. Pastén.

Los derechos de uno terminan donde comienzan los derechos  de los otros
¿Dónde están los límites de las cosas? Todo parece que se ha desbordado, todo está permitido todo debe ser aceptado, ya ni en los reportajes a los políticos se puede repreguntar; parece una ofensa a su intelectualidad. Este desborde de los límites ya no nos permite ni siquiera expresarnos en gestos.
Los límites se muestran en la convivencia diaria, en todo momento y desde el espacio que ocupamos, aceptar los límites es ser responsable de nuestra  de vida familiar, social, laboral.
Los límites se muestran en nuestra forma de comer, hablar, vestirnos, en nuestras palabras, ya que con ellas solemos desbandarnos, sin darnos cuenta el valor que las mismas tienen para otras personas a las cuales herimos  y/o manchamos su buen nombre y honor solo en pos de hablar por hablar sin saber toda la verdad de los hechos. La mentira es un abuso de los límites.
Nadie tiene, al parecer autoridad para hacer cumplir la ley, ya que algunos que deben hacerlo no las respetan; otros temen caer en el ridículo, incluso con sus hijos; ya que en pos de dejarles usar su libre albedrío estos hacen lo que les viene en ganas, donde quieren, cuando quieren, contra quienes quieran.  Es así que muchas veces sus padres no salen  con ellos para no pasar vergüenza.
Los límites no son desbordados solo por hacer mucho, porque hacer mucho de nada también habla de la falta de lo mismos: Ej.  los que no trabajan ni estudian ni ayudan están en la lista de personas que no tienen límites ya que exigen sus derechos pero no cumplen con sus deberes. Otros son los que teniendo trabajo no lo cuidan o bien despotrican contra los que le dan la oportunidad de demostrar lo que saben hace y le pagan por ello. En este lugar se ubican desde los porteros pasando por los profesionales de la salud, incluida la salud del alma llámense estos pastores o sacerdotes,  empleados estatales, políticos que suelen hacer uso y abuso del erario del pueblo.
Esto tiene en resumen que ver con una expresión bíblica que dice: No le hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti.

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