(ABC Hoy). El sábado 1º agosto a partir de las 21.30, en el Teatro Municipal del Fuerte (Fuerte Independencia 360), tendrá lugar el 5º Encuentro Internacional de Payadores.
Al igual que en años anteriores, arribarán a la ciudad algunos de los más calificados referentes del arte repentista rioplatense: Marta Suint (Mar del Plata), José Curbelo (Uruguay), Luis Genaro (San Vicente), Emanuel Gaboto (Dolores), Cristian Méndez (Balcarce) y su coordinador, el local Alberto Valle. La danza tradicional estará a cargo del ballet de la Peña El Cielito, que realizará la apertura del espectáculo. Raúl Sigampa será el conductor del encuentro.
El Encuentro Internacional de Payadores se celebra en Tandil anualmente, hacia finales del mes de julio o principios del mes de agosto, en relación con la conmemoración, el 23 de julio, de aquella primera payada entre Gabino Ezeiza de Argentina y Juan Nava de Uruguay. La actividad se enmarca en un proyecto más amplio y abarcador destinado al rescate y revalorización de este quehacer tan pertinente a nuestra historia: los payadores y su función de “cronistas” en los antiguos puestos rurales.
Acompañan esta propuesta la Dirección General de Cultura y Educación del Municipio de Tandil y el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
VENTA DE ENTRADAS:
Las entradas para presenciar el 5º Encuentro Internacional de Payadores pueden adquirirse en boletería del Teatro del Fuerte (Fuerte Independencia 360- Te. 02293 430667), de lunes a viernes en el horario de 9 a 13. Valor $12
El payador en la literatura rioplatense
Extracto de trabajos de investigación de Marta Suint y José Curbelo
El payador aparece como personaje de la literatura rioplatense con los nombres de Santos Vega y Martín Fierro, en las obras de Bartolomé Mitre, Hilario Ascasubi, Rafael Obligado y José Hernández. Estos autores prolongan la lírica gauchesca que fundara Bartolomé Hidalgo con sus célebres cielitos.
A principios del siglo XX y luego de la primera guerra mundial, se produce en nuestros países el más grande fenómeno inmigratorio hasta entonces conocido. Gente venida de las más lejanas tierras se incorpora a la población preexistente, concentrándose en colonias y luego en los centros urbanos. Argentina es, por entonces, un país joven que acaba de celebrar el primer centenario (1910). Su población está integrada por “los del campo” y “los de la ciudad”, como decía Sarmiento, entre la civilización y la barbarie o, dicho de otra manera, los “ilustrados” y los “supuestamente ignorantes”. Los primeros forman la elite reducida que impone desde el centralismo porteño una literatura ilustrada y cosmopolita; los segundos son los gauchos, los indios y los inmigrantes.
La cuestión de la nacionalidad cultural y el cosmopolitismo es, en ese momento del proceso social argentino, una línea que divide el campo intelectual. Por tal razón se forman dos grupos: el de Florida y el de Boedo. El primero encabezado por Borges y su literatura perfumada con esencias de otras tierras; el segundo, integrado por los poetas del dolor y la pobreza, los encargados de satisfacer “los bajos gustos de un pueblo semi analfabeto y de sensibilidad inferior”, según los intelectuales de Florida. Junto a ellos militan nuestros payadores, muchos de ellos hijos de inmigrantes, como José Bettinoti, Fijori o el inglesito Mc. Carthey, en cuyas voces prende la poesía rebelde batallando contra el cosmopolitismo.
Los marginados por el aparato cultural encuentran como paliativo convertir la carencia en virtud. Comienzan a circular entre las manos del pueblo modestas publicaciones que los poetas y cantores alcanzan a la gente humilde.
La propuesta vanguardista que apunta a romper con todo lo heredado-incluyendo las métricas tradicionales- no logra desterrar a la décima del sitio de privilegio que el pueblo le ha dado. Los poetas campesinos y los payadores la convierten en la abanderada social y en ella cuentan sus penas y sus pocas alegrías, despertando y concientizando.
Este tipo de poesía está emparentada con la poesía bucólica de los griegos, donde el hombre es considerado un microcosmos dentro del Universo, en armonía con el paisaje que lo rodea. Se trata de un tipo de poesía que compromete al poeta con su tiempo.
Al igual que en años anteriores, arribarán a la ciudad algunos de los más calificados referentes del arte repentista rioplatense: Marta Suint (Mar del Plata), José Curbelo (Uruguay), Luis Genaro (San Vicente), Emanuel Gaboto (Dolores), Cristian Méndez (Balcarce) y su coordinador, el local Alberto Valle. La danza tradicional estará a cargo del ballet de la Peña El Cielito, que realizará la apertura del espectáculo. Raúl Sigampa será el conductor del encuentro.
El Encuentro Internacional de Payadores se celebra en Tandil anualmente, hacia finales del mes de julio o principios del mes de agosto, en relación con la conmemoración, el 23 de julio, de aquella primera payada entre Gabino Ezeiza de Argentina y Juan Nava de Uruguay. La actividad se enmarca en un proyecto más amplio y abarcador destinado al rescate y revalorización de este quehacer tan pertinente a nuestra historia: los payadores y su función de “cronistas” en los antiguos puestos rurales.
Acompañan esta propuesta la Dirección General de Cultura y Educación del Municipio de Tandil y el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
VENTA DE ENTRADAS:
Las entradas para presenciar el 5º Encuentro Internacional de Payadores pueden adquirirse en boletería del Teatro del Fuerte (Fuerte Independencia 360- Te. 02293 430667), de lunes a viernes en el horario de 9 a 13. Valor $12
El payador en la literatura rioplatense
Extracto de trabajos de investigación de Marta Suint y José Curbelo
El payador aparece como personaje de la literatura rioplatense con los nombres de Santos Vega y Martín Fierro, en las obras de Bartolomé Mitre, Hilario Ascasubi, Rafael Obligado y José Hernández. Estos autores prolongan la lírica gauchesca que fundara Bartolomé Hidalgo con sus célebres cielitos.
A principios del siglo XX y luego de la primera guerra mundial, se produce en nuestros países el más grande fenómeno inmigratorio hasta entonces conocido. Gente venida de las más lejanas tierras se incorpora a la población preexistente, concentrándose en colonias y luego en los centros urbanos. Argentina es, por entonces, un país joven que acaba de celebrar el primer centenario (1910). Su población está integrada por “los del campo” y “los de la ciudad”, como decía Sarmiento, entre la civilización y la barbarie o, dicho de otra manera, los “ilustrados” y los “supuestamente ignorantes”. Los primeros forman la elite reducida que impone desde el centralismo porteño una literatura ilustrada y cosmopolita; los segundos son los gauchos, los indios y los inmigrantes.
La cuestión de la nacionalidad cultural y el cosmopolitismo es, en ese momento del proceso social argentino, una línea que divide el campo intelectual. Por tal razón se forman dos grupos: el de Florida y el de Boedo. El primero encabezado por Borges y su literatura perfumada con esencias de otras tierras; el segundo, integrado por los poetas del dolor y la pobreza, los encargados de satisfacer “los bajos gustos de un pueblo semi analfabeto y de sensibilidad inferior”, según los intelectuales de Florida. Junto a ellos militan nuestros payadores, muchos de ellos hijos de inmigrantes, como José Bettinoti, Fijori o el inglesito Mc. Carthey, en cuyas voces prende la poesía rebelde batallando contra el cosmopolitismo.
Los marginados por el aparato cultural encuentran como paliativo convertir la carencia en virtud. Comienzan a circular entre las manos del pueblo modestas publicaciones que los poetas y cantores alcanzan a la gente humilde.
La propuesta vanguardista que apunta a romper con todo lo heredado-incluyendo las métricas tradicionales- no logra desterrar a la décima del sitio de privilegio que el pueblo le ha dado. Los poetas campesinos y los payadores la convierten en la abanderada social y en ella cuentan sus penas y sus pocas alegrías, despertando y concientizando.
Este tipo de poesía está emparentada con la poesía bucólica de los griegos, donde el hombre es considerado un microcosmos dentro del Universo, en armonía con el paisaje que lo rodea. Se trata de un tipo de poesía que compromete al poeta con su tiempo.
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