(Asteriscos Tv). Con el inicio del nuevo canje de deuda, la Argentina espera, esta vez sí, dejar atrás su historia negra de incumplidor serial y de paso dar una pequeña `lección` a la comunidad financiera internacional.
El escenario mundial encuentra al país como uno de los mejor parados tras la crisis de las hipotecas basura, que arrasó con buena parte de la economía norteamericana, y la del euro, convertido a esta altura en un error estratégico capaz de hundir a naciones como España y sumir en la pobreza a millones de europeos cuya vida cotidiana se encareció hasta las nubes.
Mientras el hemisferio norte no encuentra salida a la crisis, Sudamérica, con Brasil a la cabeza -Lula dice que su país crecerá 5 por ciento este año-, aparecen como las naciones con mayor agilidad para recuperarse.
Un escalón más abajo, pero con buenas perspectivas, aparece la Argentina, que aguarda normalizar hacia fines de mayo su relación con los mercados y cerrar un canje de deuda que, para los más optimistas, alcanzaría un nivel de aceptación superior al 75 por ciento.
Cuando anunció la operación, Amado Boudou apeló a la vieja táctica kirchnerista de subestimar las expectativas y dijo que se esperaba un piso de aceptación del 60 por ciento.
A esta altura, el ministro de Economía maneja proyecciones reservadas que ubican el nivel de aceptación en el 70 por ciento.
Por si fuera poco, Tullio Zembo, uno de los abogados de los enojados bonistas italianos, recomendó a sus clientes entrar en la operación, porque considera que esta vez sí no habrá otra oportunidad.
El otro asesor de los italianos, Nicola Stock, mantiene una posición más dura y sugiere esperar, apostando aún a una vía judicial que hace más de cinco años desgasta presupuestos y altera los nervios.
Todo indica que la mayoría de los casi 180 mil italianos que todavía tiene bonos de la Argentina terminará dando el brazo a torcer y se inclinarán por el sí.
Algo similar ocurriría con alemanes y japoneses, que también tienen buena parte del `papel pintado` que la compraron a la Argentina porque les ofrecía altos intereses.
Pero no todas son buenas noticias para el país: el mayor consumo verificado en el primer trimestre también se tradujo en más inflación y eso erosionó la base de sustentación de asalariados y desocupados.
También impactó sobre los ingresos de los trabajadores en negro y de aquellos que mantienen estructuras de negociación gremial endebles, los cuales dependerán de lo que logren grandes sindicatos, como la UOM (26 por ciento) y Comercio, que engloba a 250 mil afiliados y reclama 50 por ciento.
Aunque parezca aminorar, la inflación ya se encargó de aplicar un descarnado "ajuste" en el primer cuatrimestre, que el gobierno no supo, o no quiso, frenar.
La Argentina carece de estrategia anti-inflacionaria, simplemente porque encarar alguna sería admitir que los precios suben a un ritmo al menos tres veces superior al que informa el INDEC.
De no mediar alguna estrategia, la escalada de precios se disparará al 30 por ciento para cuando concluya el 2010.
Con semejante alza en el costo de vida, la distribución del ingreso se hará cada vez más regresiva, porque tampoco existe una política tributaria que ayude.
Néstor Kirchner es consciente de este problema grave: por eso ya imagina su campaña electoral rumbo al 2011 no sólo basada en atacar a los medios no kirchneristas.
La clave de su discurso será prometer a las clases populares que, bajo un eventual nuevo gobierno suyo, esta vez sí se alcanzará el "fifty-fifty", la distribución de un 50 por ciento para el capital y de la otra mitad para los trabajadores.
Su esposa, Cristina Kirchner, puso como eje de campaña en el 2007 la promesa de dotar de mayor institucionalidad a la Argentina y ocurrió todo lo contrario.
Ese antecedente tal vez le pueda jugar en contra al ex presidente, diputado nacional, jefe del PJ y futuro titular de la UNASUR.
El escenario mundial encuentra al país como uno de los mejor parados tras la crisis de las hipotecas basura, que arrasó con buena parte de la economía norteamericana, y la del euro, convertido a esta altura en un error estratégico capaz de hundir a naciones como España y sumir en la pobreza a millones de europeos cuya vida cotidiana se encareció hasta las nubes.
Mientras el hemisferio norte no encuentra salida a la crisis, Sudamérica, con Brasil a la cabeza -Lula dice que su país crecerá 5 por ciento este año-, aparecen como las naciones con mayor agilidad para recuperarse.
Un escalón más abajo, pero con buenas perspectivas, aparece la Argentina, que aguarda normalizar hacia fines de mayo su relación con los mercados y cerrar un canje de deuda que, para los más optimistas, alcanzaría un nivel de aceptación superior al 75 por ciento.
Cuando anunció la operación, Amado Boudou apeló a la vieja táctica kirchnerista de subestimar las expectativas y dijo que se esperaba un piso de aceptación del 60 por ciento.
A esta altura, el ministro de Economía maneja proyecciones reservadas que ubican el nivel de aceptación en el 70 por ciento.
Por si fuera poco, Tullio Zembo, uno de los abogados de los enojados bonistas italianos, recomendó a sus clientes entrar en la operación, porque considera que esta vez sí no habrá otra oportunidad.
El otro asesor de los italianos, Nicola Stock, mantiene una posición más dura y sugiere esperar, apostando aún a una vía judicial que hace más de cinco años desgasta presupuestos y altera los nervios.
Todo indica que la mayoría de los casi 180 mil italianos que todavía tiene bonos de la Argentina terminará dando el brazo a torcer y se inclinarán por el sí.
Algo similar ocurriría con alemanes y japoneses, que también tienen buena parte del `papel pintado` que la compraron a la Argentina porque les ofrecía altos intereses.
Pero no todas son buenas noticias para el país: el mayor consumo verificado en el primer trimestre también se tradujo en más inflación y eso erosionó la base de sustentación de asalariados y desocupados.
También impactó sobre los ingresos de los trabajadores en negro y de aquellos que mantienen estructuras de negociación gremial endebles, los cuales dependerán de lo que logren grandes sindicatos, como la UOM (26 por ciento) y Comercio, que engloba a 250 mil afiliados y reclama 50 por ciento.
Aunque parezca aminorar, la inflación ya se encargó de aplicar un descarnado "ajuste" en el primer cuatrimestre, que el gobierno no supo, o no quiso, frenar.
La Argentina carece de estrategia anti-inflacionaria, simplemente porque encarar alguna sería admitir que los precios suben a un ritmo al menos tres veces superior al que informa el INDEC.
De no mediar alguna estrategia, la escalada de precios se disparará al 30 por ciento para cuando concluya el 2010.
Con semejante alza en el costo de vida, la distribución del ingreso se hará cada vez más regresiva, porque tampoco existe una política tributaria que ayude.
Néstor Kirchner es consciente de este problema grave: por eso ya imagina su campaña electoral rumbo al 2011 no sólo basada en atacar a los medios no kirchneristas.
La clave de su discurso será prometer a las clases populares que, bajo un eventual nuevo gobierno suyo, esta vez sí se alcanzará el "fifty-fifty", la distribución de un 50 por ciento para el capital y de la otra mitad para los trabajadores.
Su esposa, Cristina Kirchner, puso como eje de campaña en el 2007 la promesa de dotar de mayor institucionalidad a la Argentina y ocurrió todo lo contrario.
Ese antecedente tal vez le pueda jugar en contra al ex presidente, diputado nacional, jefe del PJ y futuro titular de la UNASUR.
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