En 2003, a los pocos meses de haber asumido la presidencia, Néstor Kirchner visitó La Matanza. Allí se encontró en un acto con el entonces intendente, Alberto Balestrini, quien le planteó que la mitad de los habitantes no tenían acceso al agua potable. Kirchner lo derivó al Ministro de Infraestructura, Julio De Vido, y así nació el Plan Agua + Trabajo, que se encuentra en su etapa final y le cambió la cara en materia hídrica al municipio más populoso del país.
El plan se puso en marcha a fines de 2003, con fondos de la Nación, y trabajando a través de cooperativas. “La tarea era ardua”, asegura Fabio Sosa, coordinador de la Unidad Ejecutora del programa en el municipio. “Teníamos 1,8 millones de habitantes, más de la mitad sin agua, a 20 kilómetros del primer cordón, con enfermedades hídricas y alta tasa de mortalidad infantil, porque estaba contaminada el agua”, cuenta.
De acuerdo a lo charlado por Kirchner y Balestrini, se inició el trabajo con las cooperativas, en lo que significaba una experiencia inédita. “Había que capacitar a las cooperativas para que trabajaran en al vía pública. Nadie apostaba por el éxito del plan, veníamos del 2001 y la gran crisis”, recuerda Sosa. Inicialmente entraron 50 cooperativas en el plan, con 16 miembros cada una. En octubre de 2004, ya había 90 cooperativas. Se los fue capacitando de a 6 cooperativas por semana, en cursos intensivos que corrieron a cargo del Instituto Leopoldo Marechal del Sindicato de Obras Sanitarias.
“Fue algo histórico para nosotros, más sabiendo las necesidades que teníamos. Había lobby de las empresas constructoras, los franceses de Suez manejaban el agua, era la época de Aguas Argentinas”, sigue Sosa. “Nos hicieron la vida imposible, por tema de jurisdicción. A la par de la obra, la empresa prestaba el servicio. Tenían que firmar los convenios. El estado nacional y la municipalidad hacía la obra con la cooperativa y la empresa se tenía que hacer cargo de la obra. Discutían, porque había que poner agua. Hubo vaivenes y se avanzó, pero con caños de agua vacíos. Eso cambió con AySA en 2006, cuando se estatizó la empresa”. De las 90 cooperativas, algunas se fueron, otras pasaron a otras tareas, pero hubo 340 trabajando. En total, 1,5 millones de personas incorporadas al sistema de agua potable.
Próximo paso: las cloacas
El sistema es convencional. El agua se recibe de la planta San Martín, que va a la planta elevadora de Monte Dorrego. De ahí eleva compresión hacia Laferrere, Virrey del Pino, González Catán y parte de Isidro Casanova. Eso a través del acueducto Conet-Los Cedros-Virrey del Pino. En Virrey del Pino está la planta más grande de América Latina, que potabiliza, quitando los excesos de nitrato, e impulsando el agua por el mismo acueducto.
Según Sosa, el plan iniciado en 2003 estaría terminando en un año. “La obra está al 90 por ciento, y ya tenemos habilitado un 65 por ciento”, asegura. Una vez que esté completo, se podrán abocar enteramente a otro plan, Cloacas + Trabajo, que opera de la misma manera, con cooperativas, pero en la elaboración de las cloacas.
“El plan nació en 2010 con una buena base, 4 obras terminadas, vamos por la segunda etapa. Lleva mucho más tiempo que Agua + Trabajo, es más complejo. Nuestro modelo fue Quilmes. En cloacas se depende de otro tipo de obras. Acá hay una planta ampliada, pero hace 4 años que se la está ampliando”, cuenta el coordinador.
Con todo, en materia hídrica, La Matanza fue pionera. José C. Paz, Lomas de Zamora, Almirante Brown, entre otros, se interesaron sobre el funcionamiento de la unidad ejecutora.
La capacitación, factor clave
Las cooperativas recibieron una capacitación intensiva de parte del sindicato de Obras Sanitarias. Se los llevaba en micro, y estaban desde las 8 de la mañana aprendiendo la tarea, con desayuno, almuerzo y merienda incluidos, generando así un nivel de contención social, en el momento en el que el país salía de la grave crisis de 2001. De los 16 cooperativistas, 8 debían ser de Planes Sociales. “Han trabajado en blanco, facturando con monotributo social”, explica Sosa. Hoy, hay sueldos de entre 4 y 5 mil pesos. “La cooperativa tiene que trabajar y hay que mantener la estructura para que cobre. Esto implica certificación de obra. Hay un director de obra, un asistente, va todo con firma. Y ahí viene el proceso de pago. No es fácil, es algo arduo. Y no nos podemos equivocar en un centavo, si no vuelve la documentación para atrás, porque se trata de fondos del estado y hay que ser lo más prolijo posible. Esto lleva a que las cooperativas vean en nosotros gente que los ha acompañado”.
Modelo para exportar
El Plan Agua + Trabajo no sólo es original en el área argentina. No registra parangón en América Latina y llamó la atención incluso de gobiernos europeos. “Hubo reconocimiento nacional e internacional. Nos visitó el gabinete de Evo Morales, embajadores, gente de la Comunidad Europea. Vinieron franceses con una gerencia y lo supieron vender en la socialdemocracia europea como modelo de gestión. Son 4 actores: estado nacional, el municipio, una prestadora de servicios y las cooperativas”, narra Sosa.
El Banco Provincia armó las cuentas y se contó con el apoyo de colegios de técnicos y de ingenieros, más la Universidad Nacional de La Matanza. A nivel municipal, provincial y nacional, trabajaron todos los actores en conjunto, destacándose el secretario de Obras Públicas de la municipalidad, Herminio Bayón, en un plan que contó con dinero del estado nacional y que costó unos 150 millones de pesos.
El acueducto, columna vertebral
En casi 8 años de trabajo, fue clave el acueducto Conet-Los Cedros-Virrey del Pino, definido como la columna vertebral del proyecto. El Ente Nacional de Obras Hídricas y Saneamiento (ENOHSA), que dirige Edgardo Bortolozzi y depende del Ministerio de Infraestructura, fue el encargado de colaborar en su planificación.
Según Sosa, “las zonas más humildes y afectadas han sido Laferrere, Rafael Castillo, y parte de Virrey del Pino. El resto estaba cubierto de antes: San Justo, Ramos Mejía, Isidro Casanova. El problema era alrededor de las cuencas y al costado del río Matanza. Lo único que falta es completar la zona de Laferrere. Luego se pone el caño y faltaría habilitarlo, estamos con ese proceso. El acueducto sería así la columna vertebral del partido de La Matanza en materia de provisión de agua”.
¿Cómo encarar una tarea que lleva años para su concreción? En opinión de Sosa, hace falta una gran vocación política y que baje claramente una línea de acción para no anarquizar el trabajo. De esa forma se consigue continuidad, optimizando los recursos.
El plan está pronto a terminar; ahora apuntan a las cloacas. “Cuando empezamos, la idea era ver cómo funcionaba. Hoy hay una gran relación con las cooperativas, de mucho afecto. Tenemos 28 cooperativas trabajando ahora. Queremos que se pasen después al plan de cloacas, donde ya tenemos 4 cooperativas”, afirma Sosa. Cierra diciendo que, “llevamos 7 años de gestión. No es bueno repetir siempre lo mismo, hay que innovar lo más posible desde el estado y trabajamos en ese sentido”. (Informe Digital Metropolitano)
El plan se puso en marcha a fines de 2003, con fondos de la Nación, y trabajando a través de cooperativas. “La tarea era ardua”, asegura Fabio Sosa, coordinador de la Unidad Ejecutora del programa en el municipio. “Teníamos 1,8 millones de habitantes, más de la mitad sin agua, a 20 kilómetros del primer cordón, con enfermedades hídricas y alta tasa de mortalidad infantil, porque estaba contaminada el agua”, cuenta.
De acuerdo a lo charlado por Kirchner y Balestrini, se inició el trabajo con las cooperativas, en lo que significaba una experiencia inédita. “Había que capacitar a las cooperativas para que trabajaran en al vía pública. Nadie apostaba por el éxito del plan, veníamos del 2001 y la gran crisis”, recuerda Sosa. Inicialmente entraron 50 cooperativas en el plan, con 16 miembros cada una. En octubre de 2004, ya había 90 cooperativas. Se los fue capacitando de a 6 cooperativas por semana, en cursos intensivos que corrieron a cargo del Instituto Leopoldo Marechal del Sindicato de Obras Sanitarias.
“Fue algo histórico para nosotros, más sabiendo las necesidades que teníamos. Había lobby de las empresas constructoras, los franceses de Suez manejaban el agua, era la época de Aguas Argentinas”, sigue Sosa. “Nos hicieron la vida imposible, por tema de jurisdicción. A la par de la obra, la empresa prestaba el servicio. Tenían que firmar los convenios. El estado nacional y la municipalidad hacía la obra con la cooperativa y la empresa se tenía que hacer cargo de la obra. Discutían, porque había que poner agua. Hubo vaivenes y se avanzó, pero con caños de agua vacíos. Eso cambió con AySA en 2006, cuando se estatizó la empresa”. De las 90 cooperativas, algunas se fueron, otras pasaron a otras tareas, pero hubo 340 trabajando. En total, 1,5 millones de personas incorporadas al sistema de agua potable.
Próximo paso: las cloacas
El sistema es convencional. El agua se recibe de la planta San Martín, que va a la planta elevadora de Monte Dorrego. De ahí eleva compresión hacia Laferrere, Virrey del Pino, González Catán y parte de Isidro Casanova. Eso a través del acueducto Conet-Los Cedros-Virrey del Pino. En Virrey del Pino está la planta más grande de América Latina, que potabiliza, quitando los excesos de nitrato, e impulsando el agua por el mismo acueducto.
Según Sosa, el plan iniciado en 2003 estaría terminando en un año. “La obra está al 90 por ciento, y ya tenemos habilitado un 65 por ciento”, asegura. Una vez que esté completo, se podrán abocar enteramente a otro plan, Cloacas + Trabajo, que opera de la misma manera, con cooperativas, pero en la elaboración de las cloacas.
“El plan nació en 2010 con una buena base, 4 obras terminadas, vamos por la segunda etapa. Lleva mucho más tiempo que Agua + Trabajo, es más complejo. Nuestro modelo fue Quilmes. En cloacas se depende de otro tipo de obras. Acá hay una planta ampliada, pero hace 4 años que se la está ampliando”, cuenta el coordinador.
Con todo, en materia hídrica, La Matanza fue pionera. José C. Paz, Lomas de Zamora, Almirante Brown, entre otros, se interesaron sobre el funcionamiento de la unidad ejecutora.
La capacitación, factor clave
Las cooperativas recibieron una capacitación intensiva de parte del sindicato de Obras Sanitarias. Se los llevaba en micro, y estaban desde las 8 de la mañana aprendiendo la tarea, con desayuno, almuerzo y merienda incluidos, generando así un nivel de contención social, en el momento en el que el país salía de la grave crisis de 2001. De los 16 cooperativistas, 8 debían ser de Planes Sociales. “Han trabajado en blanco, facturando con monotributo social”, explica Sosa. Hoy, hay sueldos de entre 4 y 5 mil pesos. “La cooperativa tiene que trabajar y hay que mantener la estructura para que cobre. Esto implica certificación de obra. Hay un director de obra, un asistente, va todo con firma. Y ahí viene el proceso de pago. No es fácil, es algo arduo. Y no nos podemos equivocar en un centavo, si no vuelve la documentación para atrás, porque se trata de fondos del estado y hay que ser lo más prolijo posible. Esto lleva a que las cooperativas vean en nosotros gente que los ha acompañado”.
Modelo para exportar
El Plan Agua + Trabajo no sólo es original en el área argentina. No registra parangón en América Latina y llamó la atención incluso de gobiernos europeos. “Hubo reconocimiento nacional e internacional. Nos visitó el gabinete de Evo Morales, embajadores, gente de la Comunidad Europea. Vinieron franceses con una gerencia y lo supieron vender en la socialdemocracia europea como modelo de gestión. Son 4 actores: estado nacional, el municipio, una prestadora de servicios y las cooperativas”, narra Sosa.
El Banco Provincia armó las cuentas y se contó con el apoyo de colegios de técnicos y de ingenieros, más la Universidad Nacional de La Matanza. A nivel municipal, provincial y nacional, trabajaron todos los actores en conjunto, destacándose el secretario de Obras Públicas de la municipalidad, Herminio Bayón, en un plan que contó con dinero del estado nacional y que costó unos 150 millones de pesos.
El acueducto, columna vertebral
En casi 8 años de trabajo, fue clave el acueducto Conet-Los Cedros-Virrey del Pino, definido como la columna vertebral del proyecto. El Ente Nacional de Obras Hídricas y Saneamiento (ENOHSA), que dirige Edgardo Bortolozzi y depende del Ministerio de Infraestructura, fue el encargado de colaborar en su planificación.
Según Sosa, “las zonas más humildes y afectadas han sido Laferrere, Rafael Castillo, y parte de Virrey del Pino. El resto estaba cubierto de antes: San Justo, Ramos Mejía, Isidro Casanova. El problema era alrededor de las cuencas y al costado del río Matanza. Lo único que falta es completar la zona de Laferrere. Luego se pone el caño y faltaría habilitarlo, estamos con ese proceso. El acueducto sería así la columna vertebral del partido de La Matanza en materia de provisión de agua”.
¿Cómo encarar una tarea que lleva años para su concreción? En opinión de Sosa, hace falta una gran vocación política y que baje claramente una línea de acción para no anarquizar el trabajo. De esa forma se consigue continuidad, optimizando los recursos.
El plan está pronto a terminar; ahora apuntan a las cloacas. “Cuando empezamos, la idea era ver cómo funcionaba. Hoy hay una gran relación con las cooperativas, de mucho afecto. Tenemos 28 cooperativas trabajando ahora. Queremos que se pasen después al plan de cloacas, donde ya tenemos 4 cooperativas”, afirma Sosa. Cierra diciendo que, “llevamos 7 años de gestión. No es bueno repetir siempre lo mismo, hay que innovar lo más posible desde el estado y trabajamos en ese sentido”. (Informe Digital Metropolitano)
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