PILAR, Julio 30, (PUNTO CERO-webpilar) Cuando desde el gobierno municipal se anunció con gran entusiasmo la construcción de una peatonal en el centro de Pilar, utilizando un tramo de la calle Rivadavia, se aseguró que contribuiría a mejorar el comercio de la ciudad sin complicar el tránsito de vehículos y personas. Pero, con la obra ya comenzada, los hechos marcan que la realidad será claramente distinta a lo presagiado.
La implantación a último momento de la peatonal completa en un sector de la calle más transitada de toda la ciudad, se convertirá en un dolor de cabeza para automovilistas y peatones; si antes, con la idea de un carril para vehículos y otro para peatones, hubiera significado un cuello de botella para los automóviles, ahora la cuestión será peor.
Los conductores estarán obligados a detenerse abruptamente en la esquina de Rivadavia y Lorenzo López, inevitablemente girar a la derecha y retomar por Belgrano. En esa maniobra también confluirán -en la esquina anteriormente mencionada- los automovilistas que ingresan al centro de la ciudad por Lorenzo López. Consecuencia: cientos de autos intentando maniobrar en una única esquina con un solo sentido de giro.La pregunta que cabe formularse es una sola: ¿Se planificó la obra de la peatonal en el marco de un proyecto macro de reordenamiento del tránsito y circulación vehicular de Pilar? A prima facie pareciera que no.
Es que la obra de la peatonal en Rivadavia significa una paradigmática contradicción a la idea del reordenamiento del tránsito vehicular del que tanto habló el municipio y que todavía, en concreto, jamás se puso en marcha globalmente. Eso, además de complicarle la vida a los automovilistas y transeúntes locales, significa un despilfarro de los impuestos aportados por los contribuyentes, ya que lo inicialmente positivo de determinadas obras públicas se contrarresta con la inversión en otras posteriores.
Increíble pero real, el ejemplo más esclarecedor es el siguiente: el año pasado, la Comuna desembolsó casi medio millón de pesos para realizar un pavimento en el tramo donde nace Rivadavia -otrora de tierra-, con el fin de que ésta comunicara la Panamericana con la ruta 8 y la ruta 28, cruzando todo el centro de Pilar. Tras meses de obra, se desarrollaron intensas campañas publicitarias y de prensa para instar a la población a utilizar dicha arteria para atravesar el casco urbano.Pero apenas los automovilistas habían comenzado a popularizar dicho acceso, el municipio invirtió la friolera de 300.000 pesos para implantar en el medio de Rivadavia la peatonal, y adiós a la idea del camino directo y veloz para cruzar el centro de la ciudad en línea recta.Por otro lado, cuando comenzó la obra de la peatonal en Rivadavia los autos fueron derivados por la calle Belgrano, donde a media cuadra de la plaza se erige (hace décadas, por si alguno lo había pasado por alto) la Escuela N° 26, una de las concentraciones de alumnos más importantes del distrito. Bastante contradictoria a la "decisión política municipal" de garantizar la seguridad de los niños al salir de las escuelas es la determinación de utilizar esa calle para desviar en forma permanente el fluido tránsito que tiene Rivadavia.
Más aún, los embotellamientos y bocinazos se multiplicarán -Dios dirá si no se multiplican también los accidentes- cuando confluyan en una misma hora (al mediodía) la salida de los chicos del colegio y el momento de mayor caudal de autos; y todo en una sola esquina, que será indeseable de atravesar pero casi imposible de eludir, con la peatonal en medio de todo el caos.
La Comuna pretende solucionar todo este defasaje con un camino de circunvalación que se construiría por la Avenida Zeballos; pero no sólo esa calle está a varias cuadras del centro comercial de la ciudad, sino que los fondos para esa obra surgirían de un subsidios del Gobierno Nacional que todavía no tiene fecha.La realidad, entonces, es que todavía no se sabe cuándo Pilar tendrá una vía de circulación rápida para cruzar la ciudad, pero los automovilistas ya sufren -y seguirán haciéndolo- las complicaciones de tener completamente obstruida la principal arteria de la zona. Es un hecho también que una desorganización tal del tránsito en la ciudad no puede sino perjudicar a los comerciantes, que supuestamente serían los principales beneficiados con toda esta movida.
Aún sin acudir a un estudio general de tránsito realizado por especialistas (primero lo iba a hacer el Automóvil Club Argentino y ahora lo estaría por concretar con el Órgano de Concesiones Viales de la Nación), Pilar avanzó en varias obras de dudoso impulso comercial y seguro entorpecimiento del tránsito.La razón es fácilmente deducible. Para cualquier obra pública, y sobre todo cuando se trata modificar cuestiones de fondo como el trazado vial de una ciudad, es imprescindible tomarse el trabajo de planificar la misma en el marco de un proyecto urbanístico general que abarque todas las probabilidades y consecuencias. Más, cuando lo que se está invirtiendo es el dinero de otros. (PUNTO CERO-webpilar).
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