domingo, mayo 11, 2008

ALGUNOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES. Por Hugo Presman.

BUENOS AIRES, Mayo 11, (PUNTO CERO) Un gobierno arrinconado. Con escasa capacidad de reacción. Con la iniciativa amputada.
Las clases medias urbanas con una furia incontenible. Parte de las bases de la Federación Agraria con un altísimo grado de radicalización . Los medios en general, sincronizando sus mensajes y editoriales con su exaltada audiencia. Cristina Fernández que sigue sin encontrar una melodía propia con un equipo ministerial cuyo rasgo distintivo es pasar desapercibido. La inflación avanzando sobre la capacidad adquisitiva de los asalariados.
Las clases medias rurales, que contribuyeron significativamente al triunfo de la Presidenta el 28 de octubre del 2007, pasadas a la oposición. El destape de algunas de las ollas de la corrupción. El desabastecimiento de combustible a continuación del humo, que siguió al lockaut. En el medio un militante de derechos humanos que desaparece por algunas horas y algunos aprietes intimidatorios llamativos a María del Carmen Verdú y a la hija de Hebe de Bonafini.
Dos veces Néstor Kirchner perdió la iniciativa. La primera con la aparición de Juan Carlos Blumberg, a quien primero sedujo y luego neutralizó hasta que el falso ingeniero se perdiera en la intrascendencia. La segunda fueron las elecciones en Misiones en que el entonces presidente apostó equívocamente a una reelección. Eso lo llevó a un viraje que significó la neutralización de las continuidades. El conflicto con algunas de las representaciones del campo, permitió a diversos sectores sociales de clase media a manifestar su disconformidad, encontrando un eje en una pretendida arcadia rural, como antes fue la inseguridad con Blumberg o “el republicanismo” de Carrió.

LOS COLORES DEL GOBIERNO
El gobierno de Néstor Kirchner vivió la segunda mitad de su período con la renta de lo realizado en los treinta primeros meses de su gestión. En esa primera etapa marcó algunas rupturas con la década del noventa. Méritos del presidente, aprovechamiento de la devaluación que heredó y un contexto internacional favorable constituyeron un menú que permitió una recuperación notable de la peor crisis económica de la historia argentina.
El discurso cambió significativamente con relación a las letanías liberales de la década del noventa. Entre las más significativas: la preeminencia de la política sobre la economía, la recuperación de la idea del papel fundamental del Estado, la no represión de las protestas sociales, estatización de algunas empresas privatizadas, el alineamiento con la nuevos aires de confluencia latinoamericana, oposición activa al ALCA, asperezas parciales con EE.UU, cancelación de las supervisiones y las recetas suicidas del Fondo Monetario Internacional al precio de cancelar la deuda con esa institución, el nombramiento de una Suprema Corte impecable, depuración de las fuerzas de seguridad, política de derechos humanos positiva con algunos desequilibrios. Hasta casi la finalización del gobierno todos los índices macroeconómicos fueron positivos, con una contra significativa: la distribución del ingreso y una amenaza larvada: el avance de un proceso inflacionario. Hubo una caída sustancial de la desocupación que benefició a los sectores excluidos y aquellos que sin serlo se habían caído del mundo, y un retorno notable de la capacidad de consumo de franjas muy significativas de las clases medias. La recuperación de las economías regionales y el boom de la soja, el resurgimiento de algunas industrias sustitutivas, un trato rígido con las privatizadas, el mejoramiento del poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, diagramaron para sectores amplios de la población un escenario muy alejado de aquellas traumáticas postales de gente comiendo de la basura, más del 50% de los habitantes por debajo de la línea de pobreza, y propuestas tan descabelladas llegadas desde el exterior como un comité extranjero interventor o la formalización de una banca off-shore.
También se ha incrementado la construcción de viviendas populares.
Esto son algunos de los colores positivos, cristalizados en los primeros treinta meses. Con algunos gestos simbólicos. Más cercanía a la CGT que a las centrales empresariales. Ningún contacto con ADEPA. Recepción prioritaria en la Casa Rosada a organismos de derechos humanos y organizaciones sociales antes y con más frecuencia que a las representaciones empresariales. Posición dura con la Iglesia. Política de educación sexual y reparto de preservativos.
El gobierno de Cristina Fernández se propuso una reparación de las heridas infringidas durante el gobierno de Néstor Kirchner, mejorando las relaciones con los sectores empresariales, con EE.UU, la Iglesia, en un contexto internacional atravesado por una crisis financiera de dimensiones enormes y con desarrollo impredecible. La realidad echó por la borda la mayor parte de estos propósitos.
Si se considera un mismo gobierno con dos presidentes diferentes, la era Kirchner, presenta otros colores. Aquellos que omitió hacer o lo que se hizo decididamente mal.
El gobierno propone el desarrollo de un capitalismo nacional. Para lo cual ha beneficiado a algunos grupos como Techint o Grobocopatel o intenta “argentinizar” empresas como YPF-Repsol o Aerolíneas Argentinas. La “burguesía nacional” es poco burguesa, salvo en el mantenimiento de la tasa de ganancia y tiene una conciencia nacional extremadamente débil. El otro eje para desarrollar un capitalismo es la reconstrucción del Estado. El gobierno no ha avanzado en este aspecto y eso incrementa su debilidad. Entre el discurso y los hechos hay un mar de contradicciones. Se incrementó la extranjerización de la economía y se aumentó su oligopolización. La “argentinización” es un subterfugio para omitir la nacionalización y se efectúa con dineros dudosos sobre sus verdaderos propietarios. De la misma forma que Enarsa fue una buena idea reducida a una empresa de contratación de servicios u otorgamiento de áreas. Es un típico caso de jibarización de una propuesta.
El gobierno carece de una política industrial adecuada que vaya más allá, a los fines esbozados, del “derrame productivo” que se deriva de la devaluación. No tiene una política financiera ya que en estos años ha privilegiado en forma casi excluyente al consumo y no a la producción. Sigue vigente la ley sobre las entidades financieras de la época de Martínez de Hoz. Su política agropecuaria fue la de alentar el modelo sojero en función de garantizar el superávit fiscal vía retenciones, en detrimento de la producción vacuna y láctea. Cuando el incremento de las mismas significó un primer intento de cambiar tibiamente el modelo alentado, y se encontró con una inesperada resistencia, recién ahí empezó a decir lo que había callado y apoyado. La misma situación es lo sucedido con los medios. Amplió las concesiones de los distintos grupos mediáticos en un intento de obtener sus favores. Lo consiguió durante la mayor parte de ambos gobiernos, hasta que se produjo el enfrentamiento con el grupo Clarín al que le había autorizado, en uno de los últimos actos de Néstor Kirchner, la fusión de Cablevisión con Multicanal que le deja la mayor parte del mercado del cable.
La política minera es un escándalo que significa el regalo de dichas riquezas y en la petrolera se ha prorrogado la concesión de la principal área a la Pan American Energy asociado a Bulgheroni.
La distribución ha acentuado la distancia entre el 10% más rico con el 10% más pobre. Se aumentó considerablemente la base de los que perciben ingresos, con la paradoja que tener un empleo no implica superar la línea de pobreza. Se mantienen núcleos duros de pobreza, con áreas en donde el hambre mantiene su virulencia. No se hecho el menor intento de concretar una reforma impositiva que al tiempo que incremente la recaudación mejore significativamente su progresividad.
La inflación que empezó a desperezarse desde el segundo semestre del 2007, fruto de la puja distributiva, la oligopolización de la mayor parte de las ramas productivas y el acercarse a la ocupación plena de la capacidad productiva, fruto del incremento progresivo de la demanda, ha pasado a ser un problema que afecta prioritariamente a los sectores de mayor apoyo al gobierno.
El gobierno no ha derogado la ley que le permite a las petroleras dejar en el exterior el 70% de las divisas por exportación. No ha mejorado la infraestructura ferroviaria y no muestra avances significativos en educación y salud.

ESTRUCTURA SOCIAL Y CONSTRUCCIÓN POLÍTICA
Los aspectos positivos y negativos descriptos en el capítulo anterior estuvieron presentes en el clivaje que significó el 19 y 20 de diciembre del 2001. Los rescatables son los que permitieron poner un límite a los aspectos más fundamentalistas del discurso neoliberal de los noventa. Un analista menemista, Jorge Castro, alejado de toda sospecha de ser imputado de simpatías kirchnerista, afirmaba en La Nación del 30-04-2008: “ Néstor Kirchner fue uno de los dirigentes que mejor interpretó el significado del colapso político de diciembre del 2001……Toda su estrategia de concentración de poder tuvo entonces dos prioridades excluyentes. La primera fue la captación del respaldo de las clases medias de las grandes ciudades que en la Argentina constituyen el núcleo de la opinión pública. La segunda el férreo control de las calles, con plena conciencia de que- en condiciones de extrema fragilidad constitucional- quien controla las calles controla el poder, y a la inversa”
Kirchner represento en sus avances lo mejor del mensaje de los pies abandonando las veredas y tomando las calles. El carácter profundamente antipolítico de esas jornadas se encarnó en los avances y triunfo de Mauricio Macri. Los aspectos moralistas del “ que se vayan todos” y la bronca antikirchnerista los recoge Elisa Carrió.
La primera exteriorización de lo complejo de aquellas jornadas es que en las elecciones del 27 de abril del 2003, el 41% de los votos fueron destinados a dos de los símbolos de lo que se repudiaba: Menem y López Murphy.
Con una sociedad fragmentada y con la implosión de los partidos políticos, Kirchner intentó en su mejor momento una construcción política que lo alejara del paquidérmico y vaciado Partido Justicialista. Su intento de la transversalidad se ahogó en lo limitado del proyecto de construcción. Fracasado el intento, se recostó en los intendentes borocotizados del conurbano que se alquilan al poder de turno y en mucho de los gobernadores menemizados cooptados a través de la presión de los recursos coparticipables.
Cuando las circunstancias internacionales cambiaron como consecuencia de una impresionante crisis financiera internacional, decidió presidir el partido unificado y verticalizado para apoyar, desde allí el intento de gestión conciliatoria de Cristina Fernández.
El gobierno ha sido víctima de algunos de sus éxitos que invoca, pero de los cuales no saca las conclusiones, asfixiado en su microclima. Las franjas mayoritarias de las clases medias alejadas del abismo plantearon reclamos y críticas que asordinaron cuando el miedo al precipicio económico infundía un temor equivalente en algunos aspectos al terrorismo de estado. Los sectores asalariados volvieron a discutir sueldos y los piquetes de excluidos empezaron a desaparecer del escenario urbano. Ya el 28 de octubre del 2007, el gobierno elegido había perdido buena parte de las clases medias urbanas, que bajo críticas pueriles esconden el odio que les despierta la política de derechos humanos, la alianza con Hugo Chávez, la presencia y apoyo de Hebe de Bonafini en Casa de Gobierno, la no represión de los pìquetes, los acuerdos con el sindicalismo de Hugo Moyano, el uso de ex piqueteros como recurso de amedrantamiento, los enfrentamientos con la Iglesia y los ocasionales con EE.UU, entre otras razones verdaderas. A eso se suma algunas mentiras irritantes como los índices del INDEC, o actualmente no reconocer los problemas de abastecimiento de combustibles en un cable lamentable de la Agencia Oficial Telám. A su vez, más allá de un uso discrecional de la publicidad oficial o algunos aprietes a periodistas, la mayoría de los medios radiales, televisivos e impresos, han pasado a ser voceros de la oposición, mientras gritan sobre la falta de libertad de prensa donde confluyen los empresarios periodísticos , muchos de los periodistas “progres” y los voceros tradicionales del establishment.

LA OPOSICIÓN
Al mes de mayo del 2008, los únicos referentes alternativos con posibilidades electorales son Elisa Carrió y Mauricio Macri. La primera ha ido virando de un discurso confuso y denunciatorio de centro izquierda, a ser la vocera del establishment y a través de la cual se ha concentrado en las últimas elecciones el odio de las clases medias antikichnerista. Mauricio Macri es el menemismo con un discurso aggiornado a los nuevos vientos sudamericanos. De los dos se puede esperar que potencien los errores del kirchnerismo y acentúen sus limitaciones y estarán en la vereda de enfrente de la mayor parte de lo que se enunció como positivo. De ninguno de los dos, puede esperarse una confrontación con distintas representaciones del campo o con el diario Clarín. Mucho menos que integren el eje Evo Morales- Rafael Correa- Lula- Hugo Chávez. Se volvería el alineamiento automático con EE.UU y los tratados de libre comercio serían presentados como las rutas del progreso.

EL GOBIERNO EN LA ENCRUCIJADA
En el conflicto con algunas entidades representativas del campo, el gobierno adoptó una medida correcta, como las retenciones móviles, con una mala instrumentación política y con algunos errores irritativos e inaplicables como el incremento al 95% de las retenciones sobre el excedente de un techo para cada cultivo. La baja del precio de la soja redujo la diferencia a dos o tres puntos mientras las compensaciones del gobierno a los pequeños y medianos productivos tiene un costo de apenas 250 millones de dólares. Por debajo, lo 5 o 6 exportadores a través de una mera argucia administrativa se quedan con parte de las retenciones por una cifra estimada en 2000 millones de dólares.
Es preciso señalar que este conflicto se da en un contexto mundial de incrementos de los comodities en general y el aumento de la demanda de los cereales en particular, como consecuencia del ingreso comprador de China e India y el avance de los biocombustibles.
Si en un principio lo que se discutió fue una diferencia teórica de 9 puntos y práctica de 2 o 3 puntos, hoy es una pulseada por el poder y la distribución de la renta agropecuaria.
El gobierno de Cristina Fernández viene perdiendo por goleada la guerra mediática. Sus ministros están dibujados o desdibujados hasta su inexistencia y la presidenta pronuncia discursos periódicos en donde abusa de dos argumentos válidos pero que su insistencia termina por invalidarlos. Son su condición de mujer y el comentario de la tapa de los diarios del día. Para los que insisten con la falta de libertad, es interesante observar como los cuatro dirigentes agropecuarios se pasean de estudio en estudio de televisión, de radio en radio con el aporte del héroe mediático, el vista de aduana trucho Alfredo de Angelis. A su vez, el gobierno solo aparece a través de Alberto Fernández y algunos en forma ocasional del Ministro del Interior Florencio Randazzo.
El enfrentar simultáneamente, con el déficit señalado, al poder agrario y al multimedios Clarín, mientras se ha perdido el control de las rutas y el poder mediático, al tiempo que carece de estructura realmente movilizadora, es una jugada de truco con escasez de cartas.
A su vez la privatización del poder represivo, es una jugada condenable al borde del abismo. Si se da simultáneamente el corte de rutas, el cerco de los camioneros a las cementeras y piquetes rodeando a los supermercados, sumado al desabastecimiento de combustible y al golpe de mercado inflacionario, no tardarán las clases medias urbanas en clamar por el restablecimiento del orden. Si no se toma conciencia de esta situación y no se recurre a una posición de esclarecimiento de posiciones a través de los medios, y en función de ello se recurre al apoyo popular, nos dirigimos a 1975, después de haber recorrido durante los 30 primeros meses del gobierno de Kirchner, a una versión adaptada y menor del período 1973/1974.
La derrota del gobierno es una vuelta a los principios rectores de los noventa. A tener un gobierno como Colombia en la actualidad. Carrió y Macri se miran en el espejo de Uribe.
Se está a tiempo de ganar esta partida. No con las cartas que hoy se tiene en las manos, sino con las que están en el mazo. Hay que barajar de nuevo y con las cartas que están en la mesa, avanzar.
Lamentablemente no hay posibilidad de elegir entre alternativas mejores. Carlos Marx decía: “ El hombre hace la historia, pero no en las condiciones elegidas por él”
Estoy lejos de ser kirchnerista, pero en estos dos conflictos me ubico, con mis discrepancias y señalando los gruesos errores, del lado del gobierno.
Y una pregunta final para desenmascarar a tanta clase media alineada con la arcadia rural, a tanto periodista progre con discurso encendido que arranca aplausos en su audiencia cautivada. Si en lugar del lockout, la huelga fuera de los peones rurales con las mismas características y que hubieran actuado como vistas de aduana provocando un muerto, las clases medias urbana ¿ hubieran mantenido el mismo discurso y enarbolado carteles: “Todos somos el campo”? Ahora los dirigentes agropecuarios convocan a ubicar sus reclamos bajo el símbolo patriótico de la escarapela . “Todos somos el Campo. Ponete la escarapela por el país. Ponete la escarapela por el Campo.
Y como dice Orlando Barone en su Carta abierta del 8 de mayo en Radio Continental: “El Gobierno debería descender de las nubes o de los cerros de Úbeda. Salir del soliloquio que onaniza su discurso, y aterrizar aunque sea en Caballito. Pero los del agro, bájense un rato del caballo. Exhiban en la televisión las escrituras de los terrenitos que poseen. Muéstrenles a los argentinos pobres el margen de ganancia que tienen. Declaren a los movileros cuántas hectáreas poseen sus chacritas y cuánto vale cada una. Y si quieren ponerse una escarapela como grupo rebelde no usen la de Argentina. Pónganse una escarapela con una cabeza de novillo o con una plantita de soja”. (PUNTO CERO).

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