La Presidenta rechazó negociar el Presupuesto y colocó a la oposición en una situación imposible: o aparece boicoteando al Gobierno o se resigna a que el Ejecutivo maneje miles de millones a su antojo. En un calibrado mensaje por cadena nacional, mezcló oportunas dosis de dolor personal, firmeza y moderación.
Cristina Kirchner le puso esta noche el ladrillo que faltaba al callejón sin salida que el Gobierno construyó para la oposición, que por cierto, aceptó gustosa transitarlo. Al dar oficialmente por clausurada cualquier negociación para acordar el Presupuesto, la Presidenta transformó su debilidad objetiva en la Cámara de Diputados en un filón político.
Vestida de un negro que mantiene presente su luto y luego de recordarle a los argentinos que hace apenas dos semanas perdió a su compañero de toda la vida (reveló el emocionado saludo del premier chino Hu Jintao en la cumbre de Corea), Cristina anunció que "de acuerdo a las posiciones que uno ha visto hasta ahora, lo más probable es que no tengamos Presupuesto este año"; para luego victimizarse: “tal vez sea la primera Presidenta que gobierne sin presupuesto”.
Ubicó así a la oposición en la imposible situación de boicotearle a una viuda la herramienta fundamental de cualquier gobierno, mientras ella –más sola que nunca- asume la tarea no sólo de lidiar con su dolor, sino de conducir el país. Más allá de la evidente manipulación política, hay que ser justos: Cristina no se tomó un solo día desde la muerte de su marido. Es un dato tan objetivo, como los 15 días de Luna de Miel que Mauricio Macri planea para después de su casamiento. Y no está mal. Son elecciones y prioridades respetables. Aunque a veces lo parezca, no todo es política.
Como sea, luego de explicar con toda claridad la obstruccionista actitud de la oposición, Cristina balanceó la exhibición de su vulnerabilidad con un gesto de autoridad. Anunció que aún sin presupuesto apelará a “todos los instrumentos legales” para gobernar el país. Esto es básicamente la prórroga del actual presupuesto y la reasignación de los ingresos excedentes por vía de decretos.
Distintos economistas estiman que esto permitirá al gobierno disponer a piacere del destino de unos 60 mil millones de pesos, justo en un año electoral. La ahora cuestionada macrista Laura Alonso lo advirtió antes, cuando pidió votar en general el presupuesto del Gobierno. Lo que no dijo Alonso, es que aún así Cristina se quedaría con esa posibilidad, ya que el presupuesto oficial también subestima ingresos por cifras siderales, de manera que producida el año próximo la maravillosa “novedad” de que está entrando más de lo previsto, también podían redireccionar fondos a discreción.
Es que pese a lo que algunos esforzados analistas intentaron presentar como una tremenda derrota del Gobierno, la hojarasca del “escándalo” de las supuestas presiones a diputados, no alcanza a emparejar una semana de importantes triunfos del kirchnerismo en el Congreso. El mismo día de la polémica sesión en Diputados, en el Senado el oficialismo silbando bajito alcanzaba un logro estratégico: impidió que la oposición derogara los superpoderes. Es la continuidad de esa herramienta la que ahora sostiene la estrategia de Cristina.
Y ese es el nudo del problema, haga lo que haga la oposición, pierde. Durante todo el día los líderes del deshilachado Grupo A (macristas, radicales, peronismo federal y coalición cívica) intentaron llegar a un acuerdo con Claudio Lozano para unificar sus respectivos dictámenes de Presupuesto. Imaginaban sumar así una super mayoría que les permitiría llegado el caso aprobar su propio proyectos de gastos e ingresos.
Pero se trata en rigor de una jugada mentirosa. La idea era construir una amenaza creíble para que el kirchnerismo se aviniera a negociar. Es que en la oposición tienen muy claro que sería un despropósito intentar imponerle a un Gobierno un Presupuesto en el que no intervino.
Sentado ese precedente el peronismo podría intentar hacerle lo mismo a en sus distritos a todos los intendentes y gobernadores opositores –incluido el propio Macri. Se rompería así uno de los pocos códigos que quedan en la política. De hecho, a Macri ya le llegó la amenaza: si sus diputados no votan el Presupuesto de Cristina, que se olvide de contar con ellos –el peronismo tiene 8 legisladores claves- para el presupuesto porteño. Y Macri no tiene superpoderes para reasignar un excedente de unos 5.000 millones, que se vería así imposibilitado de tocar, justo el año que imaginaba poner toda la carne al asador (o sea inaugurar algunas estaciones de subte).
En ese marco, esta noche Cristina le bajó el martillo a cualquier entendimiento con la oposición. Y no sólo eso. Se encargó de mostrarlos como aquellos que “ponen palos en la rueda”, mientras ella sigue velando por las cuestiones que realmente importan como asegurar “el crecimiento” y llevarle “tranquilidad” a los argentinos.
Para luego, cerrar el mensaje con una frase desconocida en su trayectoria combativa: "No voy a polemizar con la oposición, porque creo que mi obligación es la de gobernar y garantizarle a los más de 40 millones de argentinos que las cosas van a seguir yendo bien".
Cristina avanzó así en lo que ya se insinúa será el eje de su campaña por la reelección. La exhibición de una mujer moderada, que evita enredarse en peleas como hacía su marido, pero muy firme en sus decisiones. Una mujer de Estado que se dedica a gobernar, mientras la desorientada oposición busca trabar el progreso del país.
El libreto no tiene nada de original, pero adquiere un poderosísimo caudal emotivo cuando la persona que lo encarna, viene de sufrir uno de los dolores más grandes que se conozcan. Y acaso en esa situación tan dura pero al mismo tiempo tan fuera de discusión, de artificios, de simulaciones, esté la clave de bóveda de este resurgir de Cristina, que parece haber enterrado para siempre a aquella líder arrogante que interpelaba desde el atril. O quizás siga allí, pero quedará para los intelectuales discutir si cambió la persona o la mirada. (Fuente: La Poítica OnLine).
Cristina Kirchner le puso esta noche el ladrillo que faltaba al callejón sin salida que el Gobierno construyó para la oposición, que por cierto, aceptó gustosa transitarlo. Al dar oficialmente por clausurada cualquier negociación para acordar el Presupuesto, la Presidenta transformó su debilidad objetiva en la Cámara de Diputados en un filón político.
Vestida de un negro que mantiene presente su luto y luego de recordarle a los argentinos que hace apenas dos semanas perdió a su compañero de toda la vida (reveló el emocionado saludo del premier chino Hu Jintao en la cumbre de Corea), Cristina anunció que "de acuerdo a las posiciones que uno ha visto hasta ahora, lo más probable es que no tengamos Presupuesto este año"; para luego victimizarse: “tal vez sea la primera Presidenta que gobierne sin presupuesto”.
Ubicó así a la oposición en la imposible situación de boicotearle a una viuda la herramienta fundamental de cualquier gobierno, mientras ella –más sola que nunca- asume la tarea no sólo de lidiar con su dolor, sino de conducir el país. Más allá de la evidente manipulación política, hay que ser justos: Cristina no se tomó un solo día desde la muerte de su marido. Es un dato tan objetivo, como los 15 días de Luna de Miel que Mauricio Macri planea para después de su casamiento. Y no está mal. Son elecciones y prioridades respetables. Aunque a veces lo parezca, no todo es política.
Como sea, luego de explicar con toda claridad la obstruccionista actitud de la oposición, Cristina balanceó la exhibición de su vulnerabilidad con un gesto de autoridad. Anunció que aún sin presupuesto apelará a “todos los instrumentos legales” para gobernar el país. Esto es básicamente la prórroga del actual presupuesto y la reasignación de los ingresos excedentes por vía de decretos.
Distintos economistas estiman que esto permitirá al gobierno disponer a piacere del destino de unos 60 mil millones de pesos, justo en un año electoral. La ahora cuestionada macrista Laura Alonso lo advirtió antes, cuando pidió votar en general el presupuesto del Gobierno. Lo que no dijo Alonso, es que aún así Cristina se quedaría con esa posibilidad, ya que el presupuesto oficial también subestima ingresos por cifras siderales, de manera que producida el año próximo la maravillosa “novedad” de que está entrando más de lo previsto, también podían redireccionar fondos a discreción.
Es que pese a lo que algunos esforzados analistas intentaron presentar como una tremenda derrota del Gobierno, la hojarasca del “escándalo” de las supuestas presiones a diputados, no alcanza a emparejar una semana de importantes triunfos del kirchnerismo en el Congreso. El mismo día de la polémica sesión en Diputados, en el Senado el oficialismo silbando bajito alcanzaba un logro estratégico: impidió que la oposición derogara los superpoderes. Es la continuidad de esa herramienta la que ahora sostiene la estrategia de Cristina.
Y ese es el nudo del problema, haga lo que haga la oposición, pierde. Durante todo el día los líderes del deshilachado Grupo A (macristas, radicales, peronismo federal y coalición cívica) intentaron llegar a un acuerdo con Claudio Lozano para unificar sus respectivos dictámenes de Presupuesto. Imaginaban sumar así una super mayoría que les permitiría llegado el caso aprobar su propio proyectos de gastos e ingresos.
Pero se trata en rigor de una jugada mentirosa. La idea era construir una amenaza creíble para que el kirchnerismo se aviniera a negociar. Es que en la oposición tienen muy claro que sería un despropósito intentar imponerle a un Gobierno un Presupuesto en el que no intervino.
Sentado ese precedente el peronismo podría intentar hacerle lo mismo a en sus distritos a todos los intendentes y gobernadores opositores –incluido el propio Macri. Se rompería así uno de los pocos códigos que quedan en la política. De hecho, a Macri ya le llegó la amenaza: si sus diputados no votan el Presupuesto de Cristina, que se olvide de contar con ellos –el peronismo tiene 8 legisladores claves- para el presupuesto porteño. Y Macri no tiene superpoderes para reasignar un excedente de unos 5.000 millones, que se vería así imposibilitado de tocar, justo el año que imaginaba poner toda la carne al asador (o sea inaugurar algunas estaciones de subte).
En ese marco, esta noche Cristina le bajó el martillo a cualquier entendimiento con la oposición. Y no sólo eso. Se encargó de mostrarlos como aquellos que “ponen palos en la rueda”, mientras ella sigue velando por las cuestiones que realmente importan como asegurar “el crecimiento” y llevarle “tranquilidad” a los argentinos.
Para luego, cerrar el mensaje con una frase desconocida en su trayectoria combativa: "No voy a polemizar con la oposición, porque creo que mi obligación es la de gobernar y garantizarle a los más de 40 millones de argentinos que las cosas van a seguir yendo bien".
Cristina avanzó así en lo que ya se insinúa será el eje de su campaña por la reelección. La exhibición de una mujer moderada, que evita enredarse en peleas como hacía su marido, pero muy firme en sus decisiones. Una mujer de Estado que se dedica a gobernar, mientras la desorientada oposición busca trabar el progreso del país.
El libreto no tiene nada de original, pero adquiere un poderosísimo caudal emotivo cuando la persona que lo encarna, viene de sufrir uno de los dolores más grandes que se conozcan. Y acaso en esa situación tan dura pero al mismo tiempo tan fuera de discusión, de artificios, de simulaciones, esté la clave de bóveda de este resurgir de Cristina, que parece haber enterrado para siempre a aquella líder arrogante que interpelaba desde el atril. O quizás siga allí, pero quedará para los intelectuales discutir si cambió la persona o la mirada. (Fuente: La Poítica OnLine).
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