Todo indica que el 2012 es un año económicamente más parecido al 2008/2009 que al 2010/2011. El desmejoramiento de algunos indicadores macroeconómicos y la intensidad de la crisis internacional han llevado al gobierno a tomar una serie de medidas, que bajo la denominación de sintonía fina envuelven la necesidad de superar errores.
La muerte de Néstor Kirchner abrió un agujero que ha sido disimulado durante el período de duelo de la presidenta con una especie de armisticio que llevó a que los conflictos tuvieran una baja intensidad. Con la reelección de Cristina Fernández y el inicio de su segundo mandato, la tregua tácita ha concluido. Después de 8 años de kirchnerismo de un período programado de doce, los argumentos valederos de la destrucción perpetrada en los noventa pierden parte de su eficacia; cuando estallan los problemas no resueltos, son facturados con mayor precisión al gobierno. La acumulación de índices positivos son considerados como piso y se necesita afinar con más contundencia el escenario y las metas futuras.
Con una oposición política herida y desconcertada, el gobierno ha venido cometiendo una cantidad de equivocaciones que en términos tenísticos son errores no forzados.
Una equivocada apreciación del siniestro ferroviario del Once, la falta de contención a las víctimas, errores groseros de comunicación y articulación del discurso de Schiavi y Garré; timming político tardío de la presidenta tanto con relación a los familiares como con la medida de sacar y luego mantener con manifiesta morosidad la Policía Federal en los subterráneos; retrasada respuesta de Amado Boudou con algunos baches sobre el caso Ciccone, en que los medios hegemónicos intentan involucrarlo con una ofensiva muy intensa; disminución de la base de sustentación estructural en un enfrentamiento con la CGT difícil de discernir; ofensiva mal articulada contra los docentes que coloca en una situación difícil al aliado sindical Hugo Yasky; intento equivocado de colocar a Macri en el lugar de víctima, el papel que mejor interpreta, al pretender transferirle intempestivamente y sin recursos los colectivos de la Capital.
La presidenta es una reputada oradora, de las más notables en la historia de los presidentes argentinos. Eso no implica que esa cualidad notoria se traslade al talento para la construcción política. Ese es un territorio en donde todavía tendrá que exhibir virtudes aún no desplegadas.
El tema ferroviario debe afrontarse con medidas mucho más profundas que un mero cambio de funcionarios. El debate sobre la minería está pendiente. La profundización del modelo no debe ser sustituida por la sintonía fina. El diseño de una nueva política agropecuaria e industrial está pendiente. Mientras no se avance tomando la iniciativa, se irá permanentemente detrás de la agenda de otros y de las bombas que estallen.
El gobierno ha hecho sintonía fina con la tarjeta SUBE, que permitirá discriminar en el futuro los subsidios, con pautas equitativas; y con el control de las importaciones y restricciones a la compra de dólares evitando tardíamente la fuga de capitales. Ha profundizado el modelo con los proyectos de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y de unificación de los Códigos Civil y Comercial. Ha retrocedido con una profundidad que el tiempo determinará, con la ley antiterrorista.
Por otro lado preocupa la planicie en que vegeta la Ley de Medios: los posibles afectados ganan tiempo a la espera del 2015; tiran la pelota afuera ayudados por una justicia cómplice. Pero el gobierno ha lentificado su marcha al punto que la necesidad de recuperar el ritmo de marcha en la materia resulta imprescindible.
Es posible que sea urgente que la Presidenta se rodee de un equipo de colaboradores-ministros, con vuelo propio aparte de la lógica convicción en el proyecto. Si la mayor cualidad es la obediencia y la única manera de mantenerse es la genuflexión, se tiene funcionarios- mascotas en lugar de inspiradores de proyectos y correas de transmisión.
El mejor kirchnerismo es el que se siente acorralado. Así fue en el pasado con Kirchner vivo.
Hoy es un tiempo diferente, con Cristina, una vez superado el tiempo de luto, padeciendo ataques de adversarios y los errores propios. Con algunos aciertos que le permite sacarle varios cuerpos a sus adversarios. Con un notable apoyo popular; con sus dificultades para oxigenar su mesa chica; para escuchar tanto como hablar, evitando considerar el señalamiento amigo como una variante del fuego enemigo. Un escenario abierto. A tiempo de superar errores y avanzar hacia un futuro que empalidezca el pasado.
La muerte de Néstor Kirchner abrió un agujero que ha sido disimulado durante el período de duelo de la presidenta con una especie de armisticio que llevó a que los conflictos tuvieran una baja intensidad. Con la reelección de Cristina Fernández y el inicio de su segundo mandato, la tregua tácita ha concluido. Después de 8 años de kirchnerismo de un período programado de doce, los argumentos valederos de la destrucción perpetrada en los noventa pierden parte de su eficacia; cuando estallan los problemas no resueltos, son facturados con mayor precisión al gobierno. La acumulación de índices positivos son considerados como piso y se necesita afinar con más contundencia el escenario y las metas futuras.
Con una oposición política herida y desconcertada, el gobierno ha venido cometiendo una cantidad de equivocaciones que en términos tenísticos son errores no forzados.
Una equivocada apreciación del siniestro ferroviario del Once, la falta de contención a las víctimas, errores groseros de comunicación y articulación del discurso de Schiavi y Garré; timming político tardío de la presidenta tanto con relación a los familiares como con la medida de sacar y luego mantener con manifiesta morosidad la Policía Federal en los subterráneos; retrasada respuesta de Amado Boudou con algunos baches sobre el caso Ciccone, en que los medios hegemónicos intentan involucrarlo con una ofensiva muy intensa; disminución de la base de sustentación estructural en un enfrentamiento con la CGT difícil de discernir; ofensiva mal articulada contra los docentes que coloca en una situación difícil al aliado sindical Hugo Yasky; intento equivocado de colocar a Macri en el lugar de víctima, el papel que mejor interpreta, al pretender transferirle intempestivamente y sin recursos los colectivos de la Capital.
La presidenta es una reputada oradora, de las más notables en la historia de los presidentes argentinos. Eso no implica que esa cualidad notoria se traslade al talento para la construcción política. Ese es un territorio en donde todavía tendrá que exhibir virtudes aún no desplegadas.
El tema ferroviario debe afrontarse con medidas mucho más profundas que un mero cambio de funcionarios. El debate sobre la minería está pendiente. La profundización del modelo no debe ser sustituida por la sintonía fina. El diseño de una nueva política agropecuaria e industrial está pendiente. Mientras no se avance tomando la iniciativa, se irá permanentemente detrás de la agenda de otros y de las bombas que estallen.
El gobierno ha hecho sintonía fina con la tarjeta SUBE, que permitirá discriminar en el futuro los subsidios, con pautas equitativas; y con el control de las importaciones y restricciones a la compra de dólares evitando tardíamente la fuga de capitales. Ha profundizado el modelo con los proyectos de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y de unificación de los Códigos Civil y Comercial. Ha retrocedido con una profundidad que el tiempo determinará, con la ley antiterrorista.
Por otro lado preocupa la planicie en que vegeta la Ley de Medios: los posibles afectados ganan tiempo a la espera del 2015; tiran la pelota afuera ayudados por una justicia cómplice. Pero el gobierno ha lentificado su marcha al punto que la necesidad de recuperar el ritmo de marcha en la materia resulta imprescindible.
Es posible que sea urgente que la Presidenta se rodee de un equipo de colaboradores-ministros, con vuelo propio aparte de la lógica convicción en el proyecto. Si la mayor cualidad es la obediencia y la única manera de mantenerse es la genuflexión, se tiene funcionarios- mascotas en lugar de inspiradores de proyectos y correas de transmisión.
El mejor kirchnerismo es el que se siente acorralado. Así fue en el pasado con Kirchner vivo.
Hoy es un tiempo diferente, con Cristina, una vez superado el tiempo de luto, padeciendo ataques de adversarios y los errores propios. Con algunos aciertos que le permite sacarle varios cuerpos a sus adversarios. Con un notable apoyo popular; con sus dificultades para oxigenar su mesa chica; para escuchar tanto como hablar, evitando considerar el señalamiento amigo como una variante del fuego enemigo. Un escenario abierto. A tiempo de superar errores y avanzar hacia un futuro que empalidezca el pasado.
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