OLAVARRIA, Febrero 20, (PUNTO CERO-Infoazuldiario) El Hospital será el frente de tormenta central de la gestión, porque a medida que da malas noticias muestra que sus dramas no son retóricos sino dramáticamente prácticos y de amplio alcance.
La errática política de Salud, la actual Marisa Montani y el ex Raúl Pitarque que mira desde lejos (y sonríe). La tercerización tan temida.
El estilo de hacer todo al revés que Helios, con buenas y con malas.
El segundo frente que no deja de crecer : el PJ. José y el dilema de dejarlos que se maten o meterse hasta la cintura en el barro y dar pelea desde adentro, con grupo propio.
Las increíbles perspectivas de una afiliación al PJ.
El otro dilema: un equipo para confrontar o un equipo para contener.
Si usted, lector, quiere probar cómo le quedan la burla y el oprobio en medio de un grupo de analistas políticos diga: “las cosas son blanco o negro, sin grises”. Los analistas se reirán de Usted, lo considerarán un neófito, lo señalarán con el índice mientras se retuercen en una carcajada. Para el político supuestamente avezado, es de rigor sostener que “las cosas no son blanco o negro, las decisiones se toman sobre matices, mediando, atendiendo varias voces, cerrando el conflicto de acuerdo al interés de todos”.
La verdad es que casi siempre es así, pero no siempre. Los administradores, los políticos, los estadistas y los gestores del patrimonio público a veces están ante disyuntivas de hierro y ante ella toman decisiones irreversibles, disruptivas, hacia un lado o hacia otro. O, si no las toman o eligen “los grises” intermedios, pagan costos.
Sin caer en falsos dramatismos, la gestión local transita por estos aledaños de las decisiones. A poco que se vea el escenario actual, las decisiones se hacen cada vez más cruciales y sus alternativas menos compatibles. En dos escenarios: el político y el partidario.
A saber.
En el PJ nadie duerme
La pelea interna del PJ, incluso en Olavarría, está en relación directamente proporcional a la importancia que Néstor Kirchner le está dando a esa estructura en su armado político. Este panorama ya adelantó, el domingo pasado, la puja feroz que llegará inevitablemente en el partido a nivel local por el cargo de congresal nacional, primero, y por los cargos locales, después.
En esa línea, el lunes por la tarde noche la presidente del PJ Alicia Tabarés reunió en el partido con sede en Suárez y 25 de Mayo a sus consejeros locales de la directiva. Los alicistas son sólo una parte del justicialismo formal, porque los representantes del curismo, de Miguel Santellán y del minguismo – todos los que le cuestionan su acuerdo con el eseverrismo en la llamada Concertación Plura l- ya ni son invitados a las reuniones. Y los que restan – Alberto Hernández, Jorge Larreche - no tienen representación en esa conducción.
Como sea, el trazo central de lo que la presidente del PJ le dijo a su tropa esa tarde era una letra que hasta los justicialistas que no fueron a la reunión conocían de antemano: “Alicia dice que le prorrogan el mandato hasta el 2009, y que este año no se van a hacer internas partidarias pero eso es lo que dice ella: yo quiero escuchar lo que dicen más arriba”, le dijo a este cronista un peronista que tiene el cuchillo entre los dientes el lunes a las 20:00, en el mismo momento en que la diputada provincial encauzaba a su tropa en una oficina de la esquina ya nombrada.
La posibilidad de que no haya interna este año es más bien escasa. Al contrario de lo que se pensaba en 2007, Kirchner va cada vez más hacia el control del PJ y ni bien Olavarría pase por el trance ya inminente de la elección del congresal nacional (le toca uno de los 8 de la Séptima) encarará de lleno la interna por los cargos partidarios.
Ambas cuestiones tienen una disyuntiva que incide sobre la ya clásica pelea entre los sectores internos del peronismo de Olavarría: la renovación generacional y sectorial.
En la pelea entre sectores internos no hay que ser ni mago ni gran analista para entender que los que mejor están parados para la pelea interna en el justicialismo de Olavarría son los referentes curistas. Aún con el paulatino deterioro que vienen teniendo en cada elección general (tienen un drenaje de votos que hasta ellos mismos advierten) en una interna son muy fuertes, y lo serían más en el hipotético caso de que se les sume el grupo de Miguel Santellán.
He aquí donde empiezan los dilemas, variados.
Primero: a una alianza entre Miguel Santellán y Mario y Silly Cura no hay que darla por hecha hasta que se anuncie.
Segundo: esta vez esa alianza es más factible en la medida en que ambos grupos están afilando las garras porque ven en la interna la oportunidad de herir a Alicia Tabarés, y cobrarle caro su acuerdo con José Eseverri.
Tercero: esos sectores que pueden formar una coalición imbatible no solamente deben superar años de recelo mutuo (basta recordar la jornada de 2001 en la que referentes de Miguel Santellán acusaron a Silly Cura de “traidora” cuando le facilitó la presidencia del Concejo a Julio Alem); deberán, además, tener la generosidad de resolver la renovación dentro de sus propios grupos.
Para entender esta última parte de un proceso de reemplazo de dirigencia justicialista, hay que introducir un dato que a los referentes locales de mediana o avanzada edad no les gusta nada, pero del cual deben hacerse cargo: dicho con todo el respeto del mundo, el nivel del Partido Justicialista de Olavarría es motivo de sorna en buena parte de la dirigencia peronista de toda la Provincia de Buenos Aires.
Durante lustros, los dirigentes justicialistas de afuera respetaban por lejos y mucho más a Helios Eseverri que a los candidatos que el peronismo local llevaba a cada elección. Tras años de riña infantil, hoy los referentes tradicionales del PJ local tendrán serias dificultades cuando traten de ganarse la confianza de los dirigentes nacionales que administren a quién le dan la chapa de congresal nacional: arriba saben bien que concederle ese título a cualquiera de los justicialistas de siempre no es otra cosa que alimentar una interna personalista y vana, que transforma a la ciudad en un lugar indeseable para las visitas de mandatarios o legisladores peronistas, quienes son arrastrados del brazo y del oído por uno u otro dirigente cada vez que pisan el suelo local.
Para que el PJ de Olavarría vuelva a sintonizar con instancias provinciales o nacionales en serio, deberá renovar a no menos de la mitad de la conducción local. Ahora bien: las cabezas actuales del movimiento están dispuestos a hacer eso, a dar un paso al costado y cederles lugares a los militantes que ellos mismos incubaron. Respuesta casi general: no.
Pongamos nombres. ¿Mario y Silly Cura van a dejar los lugares de conducción del PJ local en las manos de Fernando Alí y de César Valicenti o, en caso de que se ponga definitivamente las pilas políticas, de Mariano López? Respuesta: no. ¿Miguel Santellán va a depositar las referencias de conducción en la persona de su hijo, Guillermo? Respuesta: no. ¿Lo hará en Adriana Capuano?. Respuesta: no, si él no está en la cancha. ¿Alberto Hernández va a lanzar al ruedo como su gestor político total en el PJ a Gonzalo Bagú? Respuesta: tal vez, pero no se sabe. ¿Jorge Larreche va a salir definitivamente de la escena y propondrá –en el supuesto caso de que se lo pregunten- a Marcelo Urlézaga para subirlo a la conducción local?. Respuesta: no, y menos si sigue olfateando que hay buena relación del arquitecto con Alicia Tabarés y otros dirigentes veteranos pero aún en carrera.
El hecho de que ninguno de los referentes actuales del justicialismo quiera dar un paso al costado es una barrera tan grande a la definición consensuada de la nueva conducción del PJ como la rivalidad entre esos mismos referentes.
¿Qué hará José, en este caso? El lo niega ante sus más cercanos pero entre los sectores que lo acompañan y entre los que rivalizan con él dentro del PJ han empezado a manejar una posibilidad que hizo reír a este cronista en la primera oída : que José Eseverri se afilie al PJ y juegue desde adentro.
Es imposible obtener hoy el dato final, pero conviene afinar la mirada y observar día por día, si vuelve a repetirse de alguna manera similar aquella visita del Intendente, junto a Héctor Vitale y Julio Alem, a la sede del PJ.
La otra posibilidad es inmediata y requiere de menor volumen de ingeniería: “que los deje que se maten y que arregle con el que gane la interna”, analizan los que quieren ir por el camino más corto. Que también es el camino más arriesgado: ¿qué pasa si el que gana no quiere “arreglar” con José, simplemente porque ve que en la gestión local ya no hay más lugares para repartir o porque observando el caso de Alicia Tabarés concluye que el eseverrismo es poco generoso a la hora de armar acuerdos?
Respuesta: le será difícil no sentarse a conversar con el poder político local, el de los votos, pero la presión de la estructura nacional no podrá resolver el acuerdo local, o la suerte de José Eseverri si el propio eseverrismo no agrega a su dinámica un componente que hoy no abunda. Aquí entramos en un problema que el modelo actual es común a lo partidario y a la gestión: la contención, la inclusión política.
El (nuevo) equipo de José
Así como el manejo táctico de la situación pasó por dos estadios claros –el primero de anuncios y acuerdos, el segundo de dura tramitación de los conflictos-, también la estructura que encabeza el Ejecutivo post-Helios Eseverri muta de modo casi permanente en cuanto a los referentes que están más cerca del Jefe Comunal.
En la primera etapa de la transición previa a las elecciones el grupo central fue candidato José Eseverri, interino Julio Alem, jefe de bancada Héctor Vitale, sin secretario alguno alrededor. En el recambio fueron el intendente electo José Eseverri y el interino saliente Julio Alem, casi sin Vitale.
En el inicio de las entrevistas y acercamiento con los grupos de interés social que nunca habían ingresado al despacho (APDH, vecinos de Roca Merlo, autoconvocados de Sierras Bayas) el tándem pasó a ser intendente José Eseverri y jefe de Gabinete Héctor Vitale. Y salió de la escena central el dirigente más “helioseseverrista” del grupo: Julio Alem.
Hubo un pequeño lapso de José Eseverri junto al Gabinete, pero siempre encabezado por el jefe del grupo, Héctor Vitale. Y en la última etapa el grupo central es el que quedó demarcado en las gradas oficiales del Corso: José Eseverri, Héctor Vitale y el asesor directo del Gobierno, Luis Mosquera. Ya no hay secretarios a la vista.
Con ellos (Vitale y Mosquera) José Eseverri consulta y viene consolidando el esquema de manejo municipal y político partidario. Es probable que el grupo tenga entre sí una clara afinidad ideológica, porque ambos puntales provienen de la Coordinadora del radicalismo y tampoco es casual que el único miembro del Gabinete que cuenta con la autonomía suficiente como para dar alguna mínima declaración a la prensa (el resto está mudo y no habla si no es con venia expresa de Vitale ) sea otro ex Coordinadora : el subsecretario de Cultura y Educación, Eduardo Rodríguez.
Es imposible determinar cuánto peso tiene cada uno en el diseño de las últimas decisiones en políticas de salud pública. Si algo ha remarcado, además, José Eseverri en las reuniones de Gabinete ampliadas es que “de aquí en más en ningún caso la justificación de lo que hacemos es que se venía haciendo así”. El mensaje es claro: “venimos de una gestión propia, pero vamos hacia la nuestra”, si es que el gesto puede traducirse en palabras figuradas.
Como sea el grupo entiende, tal vez de manera sobreactuada, que hay que cambiar. Dos cosas laten en la pregunta de quienes conocieron al padre y analizan al hijo.
La primera desde adentro del Municipio, sin cargo en el Gabinete, pero con años de trajinar los pasillos. “¿quién le dijo a José que tiene que hacer todo exactamente al revés de lo que hacía el padre? Si al padre tan mal no le fue”.
La otra es del ámbito privado de la salud, de un conocedor veterano de los pasillos del Hospital y de las clínicas privadas, que observa con preocupación los vaivenes del centro de salud y las marchas y contramarchas de los últimos días: “decime una cosa –le preguntó a este cronista-: ¿Cristina (Kirchner) lo echó a (Julio) De Vido? ¿Y entonces por qué José lo echó a (el ex administrador del Hospital y de Coceba, Roberto) Puentes, que era el único que podía manejar el Hospital?”.
La fuente no exime a Puentes de errores voluntarios e involuntarios, pero cree que sin el ex militar el manejo se complica: “tenían algo en común con El Viejo: sabían exactamente lo que querían y salían a tomar decisiones tajantes, así fuera manotear de un saque todas las cápitas de Coceba, poner plata si hacía falta o aflojar en febrero cuando el agua se les venía encima”. La opinión que tiene ese vocero privado de los actuales gestores del servicio de salud pública es pésima, y lo malo no es eso sino que los funcionarios el área de salud no dejan de darle la razón con desempeños donde sobra el apuro y falta la cintura política.
El método elegido por Marisa Montani para cerrar la sala de atención primaria del barrio Tiro Federal es apenas un ejemplo más. Montani no sólo fue demasiado frontal y dura: fue también un exceso de exposición que fuera ella misma al barrio, desgastándose en una confrontación innecesaria con los vecinos. Salido de su cargo en circunstancias que nadie pudo explicar, el ex titular de Salud Raúl Pitarque no deja de cobrar, día tras día, los beneficios de no hacer nada y conseguir que se lo extrañe cada vez más.
¿El Hospital está en un impasse demasiado largo para semejante estructura, eficiente de cara a muchísimos pacientes pero viciada y llena de anticuerpos hacia adentro? ¿José tiene los recursos humanos para lograr lo que tiene en mente? ¿Es acertado ajustar los salarios, la productividad y las tarifas cuando el sector privado paga cada vez mejor y hay cada vez más afiliados a las obras sociales? ¿Cómo se va a domar el potro de las miles de cápitas del Coceba, que si andan bien son un enorme flujo de dinero pero si andan mal o no hay camas suficientes o el sector de alto riesgo tiene problemas en cirugía va a parar al demonio? ¿El cierre de la salita de Tiro Federal es otro indicador de un ajuste que puede incluir a otra sala al sur de la avenida Del Valle en breve?
La pregunta de fondo, en verdad, tampoco es ninguna de ellas. La pregunta es ¿al Hospital no le queda otro camino que la tercerización de áreas completas? Aún si la situación no fuera absoluta y en todos los campos: ¿cómo quedará planteado el escenario cuando dos traumatólogos concreten su intención de desbloquear sus títulos y montar servicios en una clínica privada, como vienen haciendo en los últimos días?
Ninguna de estas decisiones puede achacarse al grupo más empinado del poder local. Lo que sí está claro que quedará a prueba su capacidad de contención de sectores peronistas en la interna que se avecina. Y ahí, claramente, José encontrará más eco y fundamento en los dirigentes jóvenes de casi todos los sectores que en los grupos –aún aparentemente más cercanos- de lo que ha sido la base tradicional del alicaído PJ de Olavarría.
La lucha que se viene, seguro, también es generacional.
La pérdida de consideración del PJ de Olavarría a los ojos de los peronistas de toda la Provincia de Buenos Aires sólo puede revertirse si el PJ local entra en una red de renovación de conducciones provinciales. Algo que elimine de una vez por todas el patético espectáculo de dirigentes ya grandecitos o directamente veteranos, a los codazos entre sí, luchando para sacarse una foto o meter un chisme en la oreja del visitante de turno, con la vista puesta en una diputación provincial, o en una Intendencia. Que nunca les llega, obviamente.
La errática política de Salud, la actual Marisa Montani y el ex Raúl Pitarque que mira desde lejos (y sonríe). La tercerización tan temida.
El estilo de hacer todo al revés que Helios, con buenas y con malas.
El segundo frente que no deja de crecer : el PJ. José y el dilema de dejarlos que se maten o meterse hasta la cintura en el barro y dar pelea desde adentro, con grupo propio.
Las increíbles perspectivas de una afiliación al PJ.
El otro dilema: un equipo para confrontar o un equipo para contener.
Si usted, lector, quiere probar cómo le quedan la burla y el oprobio en medio de un grupo de analistas políticos diga: “las cosas son blanco o negro, sin grises”. Los analistas se reirán de Usted, lo considerarán un neófito, lo señalarán con el índice mientras se retuercen en una carcajada. Para el político supuestamente avezado, es de rigor sostener que “las cosas no son blanco o negro, las decisiones se toman sobre matices, mediando, atendiendo varias voces, cerrando el conflicto de acuerdo al interés de todos”.
La verdad es que casi siempre es así, pero no siempre. Los administradores, los políticos, los estadistas y los gestores del patrimonio público a veces están ante disyuntivas de hierro y ante ella toman decisiones irreversibles, disruptivas, hacia un lado o hacia otro. O, si no las toman o eligen “los grises” intermedios, pagan costos.
Sin caer en falsos dramatismos, la gestión local transita por estos aledaños de las decisiones. A poco que se vea el escenario actual, las decisiones se hacen cada vez más cruciales y sus alternativas menos compatibles. En dos escenarios: el político y el partidario.
A saber.
En el PJ nadie duerme
La pelea interna del PJ, incluso en Olavarría, está en relación directamente proporcional a la importancia que Néstor Kirchner le está dando a esa estructura en su armado político. Este panorama ya adelantó, el domingo pasado, la puja feroz que llegará inevitablemente en el partido a nivel local por el cargo de congresal nacional, primero, y por los cargos locales, después.
En esa línea, el lunes por la tarde noche la presidente del PJ Alicia Tabarés reunió en el partido con sede en Suárez y 25 de Mayo a sus consejeros locales de la directiva. Los alicistas son sólo una parte del justicialismo formal, porque los representantes del curismo, de Miguel Santellán y del minguismo – todos los que le cuestionan su acuerdo con el eseverrismo en la llamada Concertación Plura l- ya ni son invitados a las reuniones. Y los que restan – Alberto Hernández, Jorge Larreche - no tienen representación en esa conducción.
Como sea, el trazo central de lo que la presidente del PJ le dijo a su tropa esa tarde era una letra que hasta los justicialistas que no fueron a la reunión conocían de antemano: “Alicia dice que le prorrogan el mandato hasta el 2009, y que este año no se van a hacer internas partidarias pero eso es lo que dice ella: yo quiero escuchar lo que dicen más arriba”, le dijo a este cronista un peronista que tiene el cuchillo entre los dientes el lunes a las 20:00, en el mismo momento en que la diputada provincial encauzaba a su tropa en una oficina de la esquina ya nombrada.
La posibilidad de que no haya interna este año es más bien escasa. Al contrario de lo que se pensaba en 2007, Kirchner va cada vez más hacia el control del PJ y ni bien Olavarría pase por el trance ya inminente de la elección del congresal nacional (le toca uno de los 8 de la Séptima) encarará de lleno la interna por los cargos partidarios.
Ambas cuestiones tienen una disyuntiva que incide sobre la ya clásica pelea entre los sectores internos del peronismo de Olavarría: la renovación generacional y sectorial.
En la pelea entre sectores internos no hay que ser ni mago ni gran analista para entender que los que mejor están parados para la pelea interna en el justicialismo de Olavarría son los referentes curistas. Aún con el paulatino deterioro que vienen teniendo en cada elección general (tienen un drenaje de votos que hasta ellos mismos advierten) en una interna son muy fuertes, y lo serían más en el hipotético caso de que se les sume el grupo de Miguel Santellán.
He aquí donde empiezan los dilemas, variados.
Primero: a una alianza entre Miguel Santellán y Mario y Silly Cura no hay que darla por hecha hasta que se anuncie.
Segundo: esta vez esa alianza es más factible en la medida en que ambos grupos están afilando las garras porque ven en la interna la oportunidad de herir a Alicia Tabarés, y cobrarle caro su acuerdo con José Eseverri.
Tercero: esos sectores que pueden formar una coalición imbatible no solamente deben superar años de recelo mutuo (basta recordar la jornada de 2001 en la que referentes de Miguel Santellán acusaron a Silly Cura de “traidora” cuando le facilitó la presidencia del Concejo a Julio Alem); deberán, además, tener la generosidad de resolver la renovación dentro de sus propios grupos.
Para entender esta última parte de un proceso de reemplazo de dirigencia justicialista, hay que introducir un dato que a los referentes locales de mediana o avanzada edad no les gusta nada, pero del cual deben hacerse cargo: dicho con todo el respeto del mundo, el nivel del Partido Justicialista de Olavarría es motivo de sorna en buena parte de la dirigencia peronista de toda la Provincia de Buenos Aires.
Durante lustros, los dirigentes justicialistas de afuera respetaban por lejos y mucho más a Helios Eseverri que a los candidatos que el peronismo local llevaba a cada elección. Tras años de riña infantil, hoy los referentes tradicionales del PJ local tendrán serias dificultades cuando traten de ganarse la confianza de los dirigentes nacionales que administren a quién le dan la chapa de congresal nacional: arriba saben bien que concederle ese título a cualquiera de los justicialistas de siempre no es otra cosa que alimentar una interna personalista y vana, que transforma a la ciudad en un lugar indeseable para las visitas de mandatarios o legisladores peronistas, quienes son arrastrados del brazo y del oído por uno u otro dirigente cada vez que pisan el suelo local.
Para que el PJ de Olavarría vuelva a sintonizar con instancias provinciales o nacionales en serio, deberá renovar a no menos de la mitad de la conducción local. Ahora bien: las cabezas actuales del movimiento están dispuestos a hacer eso, a dar un paso al costado y cederles lugares a los militantes que ellos mismos incubaron. Respuesta casi general: no.
Pongamos nombres. ¿Mario y Silly Cura van a dejar los lugares de conducción del PJ local en las manos de Fernando Alí y de César Valicenti o, en caso de que se ponga definitivamente las pilas políticas, de Mariano López? Respuesta: no. ¿Miguel Santellán va a depositar las referencias de conducción en la persona de su hijo, Guillermo? Respuesta: no. ¿Lo hará en Adriana Capuano?. Respuesta: no, si él no está en la cancha. ¿Alberto Hernández va a lanzar al ruedo como su gestor político total en el PJ a Gonzalo Bagú? Respuesta: tal vez, pero no se sabe. ¿Jorge Larreche va a salir definitivamente de la escena y propondrá –en el supuesto caso de que se lo pregunten- a Marcelo Urlézaga para subirlo a la conducción local?. Respuesta: no, y menos si sigue olfateando que hay buena relación del arquitecto con Alicia Tabarés y otros dirigentes veteranos pero aún en carrera.
El hecho de que ninguno de los referentes actuales del justicialismo quiera dar un paso al costado es una barrera tan grande a la definición consensuada de la nueva conducción del PJ como la rivalidad entre esos mismos referentes.
¿Qué hará José, en este caso? El lo niega ante sus más cercanos pero entre los sectores que lo acompañan y entre los que rivalizan con él dentro del PJ han empezado a manejar una posibilidad que hizo reír a este cronista en la primera oída : que José Eseverri se afilie al PJ y juegue desde adentro.
Es imposible obtener hoy el dato final, pero conviene afinar la mirada y observar día por día, si vuelve a repetirse de alguna manera similar aquella visita del Intendente, junto a Héctor Vitale y Julio Alem, a la sede del PJ.
La otra posibilidad es inmediata y requiere de menor volumen de ingeniería: “que los deje que se maten y que arregle con el que gane la interna”, analizan los que quieren ir por el camino más corto. Que también es el camino más arriesgado: ¿qué pasa si el que gana no quiere “arreglar” con José, simplemente porque ve que en la gestión local ya no hay más lugares para repartir o porque observando el caso de Alicia Tabarés concluye que el eseverrismo es poco generoso a la hora de armar acuerdos?
Respuesta: le será difícil no sentarse a conversar con el poder político local, el de los votos, pero la presión de la estructura nacional no podrá resolver el acuerdo local, o la suerte de José Eseverri si el propio eseverrismo no agrega a su dinámica un componente que hoy no abunda. Aquí entramos en un problema que el modelo actual es común a lo partidario y a la gestión: la contención, la inclusión política.
El (nuevo) equipo de José
Así como el manejo táctico de la situación pasó por dos estadios claros –el primero de anuncios y acuerdos, el segundo de dura tramitación de los conflictos-, también la estructura que encabeza el Ejecutivo post-Helios Eseverri muta de modo casi permanente en cuanto a los referentes que están más cerca del Jefe Comunal.
En la primera etapa de la transición previa a las elecciones el grupo central fue candidato José Eseverri, interino Julio Alem, jefe de bancada Héctor Vitale, sin secretario alguno alrededor. En el recambio fueron el intendente electo José Eseverri y el interino saliente Julio Alem, casi sin Vitale.
En el inicio de las entrevistas y acercamiento con los grupos de interés social que nunca habían ingresado al despacho (APDH, vecinos de Roca Merlo, autoconvocados de Sierras Bayas) el tándem pasó a ser intendente José Eseverri y jefe de Gabinete Héctor Vitale. Y salió de la escena central el dirigente más “helioseseverrista” del grupo: Julio Alem.
Hubo un pequeño lapso de José Eseverri junto al Gabinete, pero siempre encabezado por el jefe del grupo, Héctor Vitale. Y en la última etapa el grupo central es el que quedó demarcado en las gradas oficiales del Corso: José Eseverri, Héctor Vitale y el asesor directo del Gobierno, Luis Mosquera. Ya no hay secretarios a la vista.
Con ellos (Vitale y Mosquera) José Eseverri consulta y viene consolidando el esquema de manejo municipal y político partidario. Es probable que el grupo tenga entre sí una clara afinidad ideológica, porque ambos puntales provienen de la Coordinadora del radicalismo y tampoco es casual que el único miembro del Gabinete que cuenta con la autonomía suficiente como para dar alguna mínima declaración a la prensa (el resto está mudo y no habla si no es con venia expresa de Vitale ) sea otro ex Coordinadora : el subsecretario de Cultura y Educación, Eduardo Rodríguez.
Es imposible determinar cuánto peso tiene cada uno en el diseño de las últimas decisiones en políticas de salud pública. Si algo ha remarcado, además, José Eseverri en las reuniones de Gabinete ampliadas es que “de aquí en más en ningún caso la justificación de lo que hacemos es que se venía haciendo así”. El mensaje es claro: “venimos de una gestión propia, pero vamos hacia la nuestra”, si es que el gesto puede traducirse en palabras figuradas.
Como sea el grupo entiende, tal vez de manera sobreactuada, que hay que cambiar. Dos cosas laten en la pregunta de quienes conocieron al padre y analizan al hijo.
La primera desde adentro del Municipio, sin cargo en el Gabinete, pero con años de trajinar los pasillos. “¿quién le dijo a José que tiene que hacer todo exactamente al revés de lo que hacía el padre? Si al padre tan mal no le fue”.
La otra es del ámbito privado de la salud, de un conocedor veterano de los pasillos del Hospital y de las clínicas privadas, que observa con preocupación los vaivenes del centro de salud y las marchas y contramarchas de los últimos días: “decime una cosa –le preguntó a este cronista-: ¿Cristina (Kirchner) lo echó a (Julio) De Vido? ¿Y entonces por qué José lo echó a (el ex administrador del Hospital y de Coceba, Roberto) Puentes, que era el único que podía manejar el Hospital?”.
La fuente no exime a Puentes de errores voluntarios e involuntarios, pero cree que sin el ex militar el manejo se complica: “tenían algo en común con El Viejo: sabían exactamente lo que querían y salían a tomar decisiones tajantes, así fuera manotear de un saque todas las cápitas de Coceba, poner plata si hacía falta o aflojar en febrero cuando el agua se les venía encima”. La opinión que tiene ese vocero privado de los actuales gestores del servicio de salud pública es pésima, y lo malo no es eso sino que los funcionarios el área de salud no dejan de darle la razón con desempeños donde sobra el apuro y falta la cintura política.
El método elegido por Marisa Montani para cerrar la sala de atención primaria del barrio Tiro Federal es apenas un ejemplo más. Montani no sólo fue demasiado frontal y dura: fue también un exceso de exposición que fuera ella misma al barrio, desgastándose en una confrontación innecesaria con los vecinos. Salido de su cargo en circunstancias que nadie pudo explicar, el ex titular de Salud Raúl Pitarque no deja de cobrar, día tras día, los beneficios de no hacer nada y conseguir que se lo extrañe cada vez más.
¿El Hospital está en un impasse demasiado largo para semejante estructura, eficiente de cara a muchísimos pacientes pero viciada y llena de anticuerpos hacia adentro? ¿José tiene los recursos humanos para lograr lo que tiene en mente? ¿Es acertado ajustar los salarios, la productividad y las tarifas cuando el sector privado paga cada vez mejor y hay cada vez más afiliados a las obras sociales? ¿Cómo se va a domar el potro de las miles de cápitas del Coceba, que si andan bien son un enorme flujo de dinero pero si andan mal o no hay camas suficientes o el sector de alto riesgo tiene problemas en cirugía va a parar al demonio? ¿El cierre de la salita de Tiro Federal es otro indicador de un ajuste que puede incluir a otra sala al sur de la avenida Del Valle en breve?
La pregunta de fondo, en verdad, tampoco es ninguna de ellas. La pregunta es ¿al Hospital no le queda otro camino que la tercerización de áreas completas? Aún si la situación no fuera absoluta y en todos los campos: ¿cómo quedará planteado el escenario cuando dos traumatólogos concreten su intención de desbloquear sus títulos y montar servicios en una clínica privada, como vienen haciendo en los últimos días?
Ninguna de estas decisiones puede achacarse al grupo más empinado del poder local. Lo que sí está claro que quedará a prueba su capacidad de contención de sectores peronistas en la interna que se avecina. Y ahí, claramente, José encontrará más eco y fundamento en los dirigentes jóvenes de casi todos los sectores que en los grupos –aún aparentemente más cercanos- de lo que ha sido la base tradicional del alicaído PJ de Olavarría.
La lucha que se viene, seguro, también es generacional.
La pérdida de consideración del PJ de Olavarría a los ojos de los peronistas de toda la Provincia de Buenos Aires sólo puede revertirse si el PJ local entra en una red de renovación de conducciones provinciales. Algo que elimine de una vez por todas el patético espectáculo de dirigentes ya grandecitos o directamente veteranos, a los codazos entre sí, luchando para sacarse una foto o meter un chisme en la oreja del visitante de turno, con la vista puesta en una diputación provincial, o en una Intendencia. Que nunca les llega, obviamente.
Hay que ver cuántos lo entienden. Y cuántos tienen la grandeza de acatar esa necesidad. (PUNTO CERO-Infoazuldiario).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario