Pese a lo que suele creerse, esta enfermedad no sólo se manifiesta con convulsiones. Un parpadeo repentino o la contracción de un brazo pueden ser síntoma de un ataque epiléptico interno. Cómo detectarlo.
En la provincia de Buenos Aires los números de epilepsia duplican las cifras mundiales: los datos del Ministerio de Salud indican que el índice de prevalencia de esta enfermedad alcanza al 2,4 por ciento, muy por encima del índice mundial que es del 1,2 por ciento.
Esta situación se evidencia en base al número de tratamientos que realiza el Programa contra la Epilepsia (PROEPI) de la cartera sanitaria. A través del Estado provincial reciben tratamiento y medicación gratuita más de 20 mil bonaerenses que sufren la enfermedad en toda la Provincia.
La enorme mayoría de los casos corresponde a niños, adolescentes y ancianos, las poblaciones más vulnerables a la epilepsia.
No obstante, y pese a lo que suele creerse, esta enfermedad no se reduce sólo a su manifestación externa a través de convulsiones. Sus síntomas son variados: "además de las convulsiones y la pérdida de conocimiento, la contracción del brazo o pierna, el parpadeo rápido, las alteraciones en la percepción o distracciones momentáneas pueden ser indicadores de un ataque epiléptico", explicó Ricardo López Santi, director de Patologías Prevalentes del Ministerio de Salud provincial y coordinador del PROEPI.
“Mucha gente asocia la epilepsia sólo a las convulsiones y no es así. Por eso, ante la aparición de estos síntomas debe consultarse rápido al médico ya que esta enfermedad se controla eficazmente con medicación”, indicó el especialista.
Esta enfermedad, caracterizada por un desorden neurológico, puede desarrollarse a partir de problemas orgánicos, lesiones cerebrales, traumatismos, malformaciones congénitas, anomalías metabólicas, tumores y secuelas de algunas enfermedades o infecciones como la meningitis.
También las enfermedades infectocontagiosas, como el SIDA, y las parasitarias como la neurocisticercosis -que se adquiere por consumo de carne de cerdo contaminada- predisponen a la aparición de epilepsia.
"La epilepsia no tiene límites sociales ni económicos, ya que puede afectar a cualquier persona. Su incidencia es muy antigua y no ha variado demasiado. En nuestro tiempo, sólo el aumento de los accidentes ha influenciado en forma directa ya que los traumatismos encéfalo-craneanos pueden causar epilepsia", explicó Patricia Dacal, jefa del servicio de Neurología del Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero.
“Aunque puede manifestarse en cualquier momento de la vida, la niñez-adolescencia y la tercera edad, son las dos etapas donde se presenta con mayor frecuencia”, agregó.
En la provincia de Buenos Aires los números de epilepsia duplican las cifras mundiales: los datos del Ministerio de Salud indican que el índice de prevalencia de esta enfermedad alcanza al 2,4 por ciento, muy por encima del índice mundial que es del 1,2 por ciento.
Esta situación se evidencia en base al número de tratamientos que realiza el Programa contra la Epilepsia (PROEPI) de la cartera sanitaria. A través del Estado provincial reciben tratamiento y medicación gratuita más de 20 mil bonaerenses que sufren la enfermedad en toda la Provincia.
La enorme mayoría de los casos corresponde a niños, adolescentes y ancianos, las poblaciones más vulnerables a la epilepsia.
No obstante, y pese a lo que suele creerse, esta enfermedad no se reduce sólo a su manifestación externa a través de convulsiones. Sus síntomas son variados: "además de las convulsiones y la pérdida de conocimiento, la contracción del brazo o pierna, el parpadeo rápido, las alteraciones en la percepción o distracciones momentáneas pueden ser indicadores de un ataque epiléptico", explicó Ricardo López Santi, director de Patologías Prevalentes del Ministerio de Salud provincial y coordinador del PROEPI.
“Mucha gente asocia la epilepsia sólo a las convulsiones y no es así. Por eso, ante la aparición de estos síntomas debe consultarse rápido al médico ya que esta enfermedad se controla eficazmente con medicación”, indicó el especialista.
Esta enfermedad, caracterizada por un desorden neurológico, puede desarrollarse a partir de problemas orgánicos, lesiones cerebrales, traumatismos, malformaciones congénitas, anomalías metabólicas, tumores y secuelas de algunas enfermedades o infecciones como la meningitis.
También las enfermedades infectocontagiosas, como el SIDA, y las parasitarias como la neurocisticercosis -que se adquiere por consumo de carne de cerdo contaminada- predisponen a la aparición de epilepsia.
"La epilepsia no tiene límites sociales ni económicos, ya que puede afectar a cualquier persona. Su incidencia es muy antigua y no ha variado demasiado. En nuestro tiempo, sólo el aumento de los accidentes ha influenciado en forma directa ya que los traumatismos encéfalo-craneanos pueden causar epilepsia", explicó Patricia Dacal, jefa del servicio de Neurología del Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero.
“Aunque puede manifestarse en cualquier momento de la vida, la niñez-adolescencia y la tercera edad, son las dos etapas donde se presenta con mayor frecuencia”, agregó.
ORIGEN Y MANIFESTACIONES
La epilepsia puede tener diversas causas e, incluso, ser el síntoma clínico de otros problemas orgánicos. Las lesiones cerebrales, los traumatismos, las malformaciones congénitas, las anomalías metabólicas, los tumores y las secuelas de algunas enfermedades o infecciones –como la meningitis- pueden, en algunos casos, originar este desorden neurológico.
Pero, en muchos otros, estas descargas eléctricas excesivas y repentinas (crisis) de las células cerebrales no tienen una causa identificable. A este tipo de epilepsia se la conoce como epilepsia idiopática, y tendría algún componente genético en su origen.
“Cuando la descarga es generalizada se manifiesta con la pérdida del conocimiento seguido de contracciones musculares (convulsión) y, posteriormente, un estado de relajación y sueño que puede durar unos minutos. Cuando la descarga es más localizada en el cerebro, las crisis son parciales o focales y pueden manifestarse con la contracción, por ejemplo, de un brazo y una pierna, el parpadeo rápido, o con alteraciones de la percepción, entre otras cosas. La pérdida del conocimiento y la convulsión son una forma de respuesta del cerebro”, señaló Dacal.
En cuanto a los niños, la mitad de las consultas están relacionadas a convulsiones. Así lo indicó Nicolás Sarijulis, especialista del Hospital de Niños de La Plata, y añadió que “en mucha menor medida aparecen las cefaleas y los trastornos de aprendizaje como síntoma”.
Sarijulis apuntó que cerca del 85 por ciento de las epilepsias son benignas (quienes la padecen desarrollan una vida normal) y fácilmente controlables con una sola medicación. Por el contrario, “un porcentaje ínfimo son de mala evolución”.
Los ataques benignos no duran más de tres minutos, aunque en ocasiones muy esporádicas pueden durar más de 15 pero permite al paciente desarrollar una vida normal.
Liliana Chumillo, neuróloga infantil del hospital Piñeiro de Junín, coincidió en el mayor número de consultas la realizan los padres de niños que sufren convulsiones, “pero muy pocos son los casos graves que necesitan de operación. Con los medicamentos pueden llevar una vida normal”.
El área de neurología infantil del hospital “Penna” de Bahía Blanca, tiene bajo tratamiento a casi 300 chicos. Juan Donari, especialista del hospital del sur bonaerense señaló que “desde el antiguo electroencefalograma –que sigue vigente para poder determinar esas manifestaciones eléctricas anormales del cerebro- hasta los modernos diagnósticos por imágenes como la resonancia magnética nuclear, la tomografía computada o por emisión de positrones, hay actualmente un arsenal de métodos que permiten hacer el diagnóstico no sólo de la epilepsia, sino de muchas enfermedades o lesiones que pueden producirla”.
La epilepsia puede tener diversas causas e, incluso, ser el síntoma clínico de otros problemas orgánicos. Las lesiones cerebrales, los traumatismos, las malformaciones congénitas, las anomalías metabólicas, los tumores y las secuelas de algunas enfermedades o infecciones –como la meningitis- pueden, en algunos casos, originar este desorden neurológico.
Pero, en muchos otros, estas descargas eléctricas excesivas y repentinas (crisis) de las células cerebrales no tienen una causa identificable. A este tipo de epilepsia se la conoce como epilepsia idiopática, y tendría algún componente genético en su origen.
“Cuando la descarga es generalizada se manifiesta con la pérdida del conocimiento seguido de contracciones musculares (convulsión) y, posteriormente, un estado de relajación y sueño que puede durar unos minutos. Cuando la descarga es más localizada en el cerebro, las crisis son parciales o focales y pueden manifestarse con la contracción, por ejemplo, de un brazo y una pierna, el parpadeo rápido, o con alteraciones de la percepción, entre otras cosas. La pérdida del conocimiento y la convulsión son una forma de respuesta del cerebro”, señaló Dacal.
En cuanto a los niños, la mitad de las consultas están relacionadas a convulsiones. Así lo indicó Nicolás Sarijulis, especialista del Hospital de Niños de La Plata, y añadió que “en mucha menor medida aparecen las cefaleas y los trastornos de aprendizaje como síntoma”.
Sarijulis apuntó que cerca del 85 por ciento de las epilepsias son benignas (quienes la padecen desarrollan una vida normal) y fácilmente controlables con una sola medicación. Por el contrario, “un porcentaje ínfimo son de mala evolución”.
Los ataques benignos no duran más de tres minutos, aunque en ocasiones muy esporádicas pueden durar más de 15 pero permite al paciente desarrollar una vida normal.
Liliana Chumillo, neuróloga infantil del hospital Piñeiro de Junín, coincidió en el mayor número de consultas la realizan los padres de niños que sufren convulsiones, “pero muy pocos son los casos graves que necesitan de operación. Con los medicamentos pueden llevar una vida normal”.
El área de neurología infantil del hospital “Penna” de Bahía Blanca, tiene bajo tratamiento a casi 300 chicos. Juan Donari, especialista del hospital del sur bonaerense señaló que “desde el antiguo electroencefalograma –que sigue vigente para poder determinar esas manifestaciones eléctricas anormales del cerebro- hasta los modernos diagnósticos por imágenes como la resonancia magnética nuclear, la tomografía computada o por emisión de positrones, hay actualmente un arsenal de métodos que permiten hacer el diagnóstico no sólo de la epilepsia, sino de muchas enfermedades o lesiones que pueden producirla”.
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