Fue (es) un poeta popular. Por eso la Academia lo menospreció. Es posible que no fuera un gran poeta. Pero fue algo mejor que eso. Fue un creador de poesías, muchas de las cuales se convirtieron en canciones. Sacó la música que habita en el interior de las palabras y de su melodía se apropiaron millones de personas.
Hizo un culto de la alegría. Y en esa alegría por compartir lo que le salía “desde la pelotas”, tal vez publicó más de lo conveniente. Quedando visible alguna parte desechable. En Mario, la vida fluía. Como decía Arturo Jauretche hay que luchar con alegría.
Porque la tristeza es un contrapeso. Por eso el poeta popular escribió: “Defender la alegría como una trinchera/defenderla del caos y de las pesadillas/de la ajada miseria y de los miserables/de las ausencias breves y definitivas…./ defender la alegría como un estandarte/defenderla del rayo y de la melancolía/de los males endémicos y de los académicos/del rufián caballero y del oportunista/ defender la alegría como una certidumbre/ defenderla a pesar de Dios y de la muerte/de los parcos suicidas y de los homicidas/y del dolor de estar absurdamente alegres….”.
Murió un poeta popular. Ese que le ponía poesía a los sentimientos. El que nos permitía tratar de seducir a una mujer con su inspiración: “Una mujer desnuda y en lo oscuro/ tiene una claridad que nos alumbra/ de modo que si ocurre un desconsuelo/ un apagón o una noche sin luna/ es conveniente y hasta imprescindible/tener a mano una mujer desnuda….Una mujer desnuda y en lo oscuro/ es una vocación para las manos/para los labios es casi un destino/ y para el corazón un despilfarro/ una mujer desnuda es un enigma/ y siempre es una fiesta descifrarlo…”
Benedetti fue un escritor que bajó de las musas a la política concreta. Y establecía compromisos. En una construcción colectiva. Por eso escribió No te salves: " No te quedes inmóvil /al borde del camino,/no congeles el júbilo,/no quieras con desgana,/no te salves ahora /ni nunca/No te salves.
No te llenes de calma/no reserves del mundo/sólo un rincón tranquilo,/no dejes caer los párpados/pesados como juicios,/no te quedes sin labios,/no te duermas sin sueño,/no te pienses sin sangre,/no te juzgues sin tiempo./Pero si,/pese a todo,/no puedes evitarlo;/y congelas el júbilo,/y quieres con desgana, /y te salvas ahora, y te llenas de calma,/y reservas del mundo,/sólo un rincón tranquilo,/y dejas caer los párpados/pesados como juicios,/y te secas sin labios,/y te duermes sin sueño,/y te piensas sin sangre,/y te juzgas sin tiempo, y te quedas inmóvil/al borde del camino,/y te salvas;/entonces/no te quedes conmigo.
Murió un poeta popular. Ese que le ponía poesía a los sentimientos. El que nos permitía tratar de seducir a una mujer con su inspiración: “Una mujer desnuda y en lo oscuro/ tiene una claridad que nos alumbra/ de modo que si ocurre un desconsuelo/ un apagón o una noche sin luna/ es conveniente y hasta imprescindible/tener a mano una mujer desnuda….Una mujer desnuda y en lo oscuro/ es una vocación para las manos/para los labios es casi un destino/ y para el corazón un despilfarro/ una mujer desnuda es un enigma/ y siempre es una fiesta descifrarlo…”
Benedetti fue un escritor que bajó de las musas a la política concreta. Y establecía compromisos. En una construcción colectiva. Por eso escribió No te salves: " No te quedes inmóvil /al borde del camino,/no congeles el júbilo,/no quieras con desgana,/no te salves ahora /ni nunca/No te salves.
No te llenes de calma/no reserves del mundo/sólo un rincón tranquilo,/no dejes caer los párpados/pesados como juicios,/no te quedes sin labios,/no te duermas sin sueño,/no te pienses sin sangre,/no te juzgues sin tiempo./Pero si,/pese a todo,/no puedes evitarlo;/y congelas el júbilo,/y quieres con desgana, /y te salvas ahora, y te llenas de calma,/y reservas del mundo,/sólo un rincón tranquilo,/y dejas caer los párpados/pesados como juicios,/y te secas sin labios,/y te duermes sin sueño,/y te piensas sin sangre,/y te juzgas sin tiempo, y te quedas inmóvil/al borde del camino,/y te salvas;/entonces/no te quedes conmigo.
"APUNTES BIOGRÁFICOS
Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia, tuvo cinco nombres, una forma, muy precaria e ineficaz de compensar sus privaciones infantiles. Nació un 14 de septiembre de 1920. Con su asma a cuesta como el Che, fue escritor, poeta y ensayista. Integró la llamada generación del 45 junto a otros grandes como Idea Villarino que murió hace unas semanas y Juan Carlos Onetti. Hizo el primario en un Colegio Alemán, del que fue sacado en 1933, cuando el nazismo empezó a merodear por sus aulas. Ahí aprendió alemán, cuyo conocimiento exhibió en la película “El lado oscuro del corazón” de Elíseo Subiela. Sus padres tuvieron una relación conflictiva. Mario Paoletti cuenta en su biografía del escritor llamada “El aguafiestas”: “El clima era tenso, siempre tenso. Y a veces Marito aportaba su grano de arena, como cuando se metió con su triciclo debajo de la mesa de jardín donde comían Brenno( el padre) Matilde( la madre) y Blanca, la vecina y amiga de los Benedetti: “Papá y Blanca se están tocando las piernas” bocinó el pequeño monstruo, Edipo en triciclo, y aquello fue San Quintín. Todavía hoy Mario no consigue perdonárselo: “- Siempre quise hablar de esto con papá, pero no pude….
_ ¿ Ni siquiera de viejo?
_ Ni siquiera- y Mario Benedetti de setenta y tres años se pasa la palma de la mano por los ojos para borrar la imagen desasosegante de aquella horrible traición con agravante de alcahuetería.
Los problemas económicos lo llevaron a trabajar a los catorce años en una empresa de repuestos de automóviles. Su madre se vio obligada a vender la vajilla, los cubiertos y los regalos de casamiento.
En 1938 se radica en Buenos Aires y se enamora de la ciudad en la que residió hasta 1941, desempeñando distintos trabajos. Fue vendedor, taquígrafo de una editorial, cadete, oficinista, gerente de una inmobiliaria y periodista.
En los ratos libres leía en Plaza San Martín. Su experiencia en las tareas administrativas quedaron plasmados en muchos cuentos, los que publicó bajo el título de Montevideanos, en Poemas de la Oficinas y en su novela La Tregua llevada al cine por Sergio Renán con adaptación de Aída Bortnik y que compitió por el Oscar.
En esa conmovedora obra, el viudo Martín Santomé, padre de tres hijos adolescentes, que viven con él, se enamora de una empleada de su oficina, Laura Avellaneda, mucho más joven que él. Es una pausa en una vida rutinaria, de un Uruguay que en palabras de Benedetti era la única oficina que se había convertido en país. El amor breve y apasionado se interrumpe por la muerte de Laura. La vida le había dado una tregua a Martín Santomé, que en el final visita a los padres de Avellaneda, con el pretexto de hacerse un traje, siendo reconocido intuitivamente por la madre, mientras observan un cuadro enorme de una Laura quinceañera.
En alguna oportunidad declaró: “ Me siento muy inseguro si me salgo del montevideano de clase media. Ese es el territorio que yo conozco. Muchas veces incluso me reprocharon que no trate a la clase obrera. Mis obreros nunca hablan como los obreros; entonces no insistí más ¿para qué? Es una limitación y me atengo a esa limitación”
No omitió críticas a su misma clase social: “ Señor que no me mira, mire un poco/yo tengo una pobreza para usté/ limpia, nuevita, bien desinfectada/ Vale cuarenta. Se la doy por diez.”
Fue redactor de Marcha, la famosa revista uruguaya a partir de 1945. Un año después se casa con Luz López Alegre, su gran amor. Cuando ella muere en el 2006, Mario empieza a despedirse de la vida. Seguramente es la destinataria de su célebre poema “Te Quiero”: "Tus manos son mi caricia/mis acordes cotidianos/te quiero porque tus manos/trabajan por la justicia/si te quiero es porque sos/mi amor mi cómplice y todo/y en la calle codo a codo/somos mucho más que dos/ Tus ojos son mi conjuro/contra la mala jornada/te quiero por tu mirada/que mira y siembra futuro/tu boca que es tuya y mía/tu boca no se equivoca/te quiero porque tu boca/sabe gritar rebeldía”
Autor de más de ochenta libros, fundó junto a los Tupamaros el Movimiento 26 de marzo, y lo representó en la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio.
En una oportunidad Raúl Sendic, ya clandestino, se alojó en el departamento de Mario. Cuenta Paoletti: “Sendic se quedará tres semanas enteras en el departamento de Dieciocho, leyendo libros y periódicos, escuchando la radio, mirando la televisión. Hasta que un día lo llama a Mario: - Me quiero ir, me estoy aburguesando….” El último encuentro se produce en un café de la calle Anador a las 3. Cuando se despidieron con un chau y luego que ambos caminaran unos pasos en direcciones contrarias, “ Sendic, que ya estaba en la otra esquina, levantó un brazo, a modo de saludo pero sin volver la cabeza, y siguió su camino. Fue la última imagen que Mario tuvo de Sendic durante doce o trece años. Cuando volvió a verlo, Sendic era el sobreviviente de un encierro tenebroso y de un balazo que le había destrozado media cara…..Pasó doce años en la cárcel, sometido a un tratamiento inhumano (dos de esos años en un pozo, con el agua hasta las rodillas y una luz encendida sobre la cabeza)”
Producido el golpe del 27 de junio de 1973, se exilia en Buenos Aires. Ahí describe el clima de época en un poema memorable: “Si cada hora vino con su muerte/si el tiempo es una cueva de ladrones/los aires ya no eran Buenos Aires/la vida nada más que un blanco móvil../ si cada noche siempre era una ausencia/y cada despertar un desencuentro”Perseguido por la Triple A, encontró en Buenos Aires la solidaridad de muchas manos amigas. Confesaba: “Yo tenía un llavero que llamaba el llavero de la solidaridad, porque abría las casas de cinco o seis amigos en la que yo me podía refugiar”. Cuando la situación se agrava se traslada primero a Perú, posteriormente a Cuba y finalmente a España, fijando su residencia, que sería prolongada en Madrid. Fueron 10 años lejos de su Patria y de Luz, que se quedó cuidando las madres de ambos.
De regreso a Montevideo, en 1983, es homenajeado con numerosos premios, escribe, entre tantas otras cosas, la bellísima novela Andamios, donde trata del desexilio, palabra que inventó y que significa acostumbrarse a vivir nuevamente en el país del que fue expulsado. En el tiempo de las teorías de Francis Fukuyama, ironizó en verso: “La historia ¿habrá acabado? / ¿ será el fin de su paso vagabundo?/ e inmóvil de este mundo/¿ o será que empezó el tomo segundo?”
Ateo, hizo bromas sobre Dios: “Me jode confesarlo/pero la vida también es un bandoneón/ hay quien sostiene que lo toca Dios/pero yo estoy seguro de que es Troilo/ ya que Dios apenas si toca el arpa/ y mal.”
Muere en su casa de la capital uruguaya, en un domingo gris y ventoso, el 17 de mayo del 2009.
Poetizó su propia muerte, en su Poema Desmorirse: “Cuando muera quisiera desmorirme/tan sólo por un rato para ver/como el mundo se lleva con mi ausencia./
a los que lloren les daré un pañuelo/a los que rían un bol de ceniza/indiferencia a los indiferentes/cuando muera quisiera desmorirme/y visitar de nuevo a mis compinches/
a los sobrevivientes por supuesto/y preguntarles las poquitas cosas/que se fueron quedando en el tintero/o que neutralizó el silencio turbio. Irónicamente afirmó: “Cuando me entierren, por favor, no se olviden de mi bolígrafo”
Al periodista y escritor Rodolfo Braceli le dijo: “Lo importante es la voluntad de abrir caminos. Para uno y para los demás. Es no conformarse con los que abrieron otros, con las autopistas y avenidas ya abiertas. El abrecaminos abre un pequeño sendero, todavía rodeado de malezas. Es una manera de luchar contra la vejez, contra los años que se vienen. Se trata de tener respuestas vitales, aunque todos sabemos que tenemos el fin obligatorio. La muerte es inevitable, pero es injusta. Y no merecemos morir”
Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia, tuvo cinco nombres, una forma, muy precaria e ineficaz de compensar sus privaciones infantiles. Nació un 14 de septiembre de 1920. Con su asma a cuesta como el Che, fue escritor, poeta y ensayista. Integró la llamada generación del 45 junto a otros grandes como Idea Villarino que murió hace unas semanas y Juan Carlos Onetti. Hizo el primario en un Colegio Alemán, del que fue sacado en 1933, cuando el nazismo empezó a merodear por sus aulas. Ahí aprendió alemán, cuyo conocimiento exhibió en la película “El lado oscuro del corazón” de Elíseo Subiela. Sus padres tuvieron una relación conflictiva. Mario Paoletti cuenta en su biografía del escritor llamada “El aguafiestas”: “El clima era tenso, siempre tenso. Y a veces Marito aportaba su grano de arena, como cuando se metió con su triciclo debajo de la mesa de jardín donde comían Brenno( el padre) Matilde( la madre) y Blanca, la vecina y amiga de los Benedetti: “Papá y Blanca se están tocando las piernas” bocinó el pequeño monstruo, Edipo en triciclo, y aquello fue San Quintín. Todavía hoy Mario no consigue perdonárselo: “- Siempre quise hablar de esto con papá, pero no pude….
_ ¿ Ni siquiera de viejo?
_ Ni siquiera- y Mario Benedetti de setenta y tres años se pasa la palma de la mano por los ojos para borrar la imagen desasosegante de aquella horrible traición con agravante de alcahuetería.
Los problemas económicos lo llevaron a trabajar a los catorce años en una empresa de repuestos de automóviles. Su madre se vio obligada a vender la vajilla, los cubiertos y los regalos de casamiento.
En 1938 se radica en Buenos Aires y se enamora de la ciudad en la que residió hasta 1941, desempeñando distintos trabajos. Fue vendedor, taquígrafo de una editorial, cadete, oficinista, gerente de una inmobiliaria y periodista.
En los ratos libres leía en Plaza San Martín. Su experiencia en las tareas administrativas quedaron plasmados en muchos cuentos, los que publicó bajo el título de Montevideanos, en Poemas de la Oficinas y en su novela La Tregua llevada al cine por Sergio Renán con adaptación de Aída Bortnik y que compitió por el Oscar.
En esa conmovedora obra, el viudo Martín Santomé, padre de tres hijos adolescentes, que viven con él, se enamora de una empleada de su oficina, Laura Avellaneda, mucho más joven que él. Es una pausa en una vida rutinaria, de un Uruguay que en palabras de Benedetti era la única oficina que se había convertido en país. El amor breve y apasionado se interrumpe por la muerte de Laura. La vida le había dado una tregua a Martín Santomé, que en el final visita a los padres de Avellaneda, con el pretexto de hacerse un traje, siendo reconocido intuitivamente por la madre, mientras observan un cuadro enorme de una Laura quinceañera.
En alguna oportunidad declaró: “ Me siento muy inseguro si me salgo del montevideano de clase media. Ese es el territorio que yo conozco. Muchas veces incluso me reprocharon que no trate a la clase obrera. Mis obreros nunca hablan como los obreros; entonces no insistí más ¿para qué? Es una limitación y me atengo a esa limitación”
No omitió críticas a su misma clase social: “ Señor que no me mira, mire un poco/yo tengo una pobreza para usté/ limpia, nuevita, bien desinfectada/ Vale cuarenta. Se la doy por diez.”
Fue redactor de Marcha, la famosa revista uruguaya a partir de 1945. Un año después se casa con Luz López Alegre, su gran amor. Cuando ella muere en el 2006, Mario empieza a despedirse de la vida. Seguramente es la destinataria de su célebre poema “Te Quiero”: "Tus manos son mi caricia/mis acordes cotidianos/te quiero porque tus manos/trabajan por la justicia/si te quiero es porque sos/mi amor mi cómplice y todo/y en la calle codo a codo/somos mucho más que dos/ Tus ojos son mi conjuro/contra la mala jornada/te quiero por tu mirada/que mira y siembra futuro/tu boca que es tuya y mía/tu boca no se equivoca/te quiero porque tu boca/sabe gritar rebeldía”
Autor de más de ochenta libros, fundó junto a los Tupamaros el Movimiento 26 de marzo, y lo representó en la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio.
En una oportunidad Raúl Sendic, ya clandestino, se alojó en el departamento de Mario. Cuenta Paoletti: “Sendic se quedará tres semanas enteras en el departamento de Dieciocho, leyendo libros y periódicos, escuchando la radio, mirando la televisión. Hasta que un día lo llama a Mario: - Me quiero ir, me estoy aburguesando….” El último encuentro se produce en un café de la calle Anador a las 3. Cuando se despidieron con un chau y luego que ambos caminaran unos pasos en direcciones contrarias, “ Sendic, que ya estaba en la otra esquina, levantó un brazo, a modo de saludo pero sin volver la cabeza, y siguió su camino. Fue la última imagen que Mario tuvo de Sendic durante doce o trece años. Cuando volvió a verlo, Sendic era el sobreviviente de un encierro tenebroso y de un balazo que le había destrozado media cara…..Pasó doce años en la cárcel, sometido a un tratamiento inhumano (dos de esos años en un pozo, con el agua hasta las rodillas y una luz encendida sobre la cabeza)”
Producido el golpe del 27 de junio de 1973, se exilia en Buenos Aires. Ahí describe el clima de época en un poema memorable: “Si cada hora vino con su muerte/si el tiempo es una cueva de ladrones/los aires ya no eran Buenos Aires/la vida nada más que un blanco móvil../ si cada noche siempre era una ausencia/y cada despertar un desencuentro”Perseguido por la Triple A, encontró en Buenos Aires la solidaridad de muchas manos amigas. Confesaba: “Yo tenía un llavero que llamaba el llavero de la solidaridad, porque abría las casas de cinco o seis amigos en la que yo me podía refugiar”. Cuando la situación se agrava se traslada primero a Perú, posteriormente a Cuba y finalmente a España, fijando su residencia, que sería prolongada en Madrid. Fueron 10 años lejos de su Patria y de Luz, que se quedó cuidando las madres de ambos.
De regreso a Montevideo, en 1983, es homenajeado con numerosos premios, escribe, entre tantas otras cosas, la bellísima novela Andamios, donde trata del desexilio, palabra que inventó y que significa acostumbrarse a vivir nuevamente en el país del que fue expulsado. En el tiempo de las teorías de Francis Fukuyama, ironizó en verso: “La historia ¿habrá acabado? / ¿ será el fin de su paso vagabundo?/ e inmóvil de este mundo/¿ o será que empezó el tomo segundo?”
Ateo, hizo bromas sobre Dios: “Me jode confesarlo/pero la vida también es un bandoneón/ hay quien sostiene que lo toca Dios/pero yo estoy seguro de que es Troilo/ ya que Dios apenas si toca el arpa/ y mal.”
Muere en su casa de la capital uruguaya, en un domingo gris y ventoso, el 17 de mayo del 2009.
Poetizó su propia muerte, en su Poema Desmorirse: “Cuando muera quisiera desmorirme/tan sólo por un rato para ver/como el mundo se lleva con mi ausencia./
a los que lloren les daré un pañuelo/a los que rían un bol de ceniza/indiferencia a los indiferentes/cuando muera quisiera desmorirme/y visitar de nuevo a mis compinches/
a los sobrevivientes por supuesto/y preguntarles las poquitas cosas/que se fueron quedando en el tintero/o que neutralizó el silencio turbio. Irónicamente afirmó: “Cuando me entierren, por favor, no se olviden de mi bolígrafo”
Al periodista y escritor Rodolfo Braceli le dijo: “Lo importante es la voluntad de abrir caminos. Para uno y para los demás. Es no conformarse con los que abrieron otros, con las autopistas y avenidas ya abiertas. El abrecaminos abre un pequeño sendero, todavía rodeado de malezas. Es una manera de luchar contra la vejez, contra los años que se vienen. Se trata de tener respuestas vitales, aunque todos sabemos que tenemos el fin obligatorio. La muerte es inevitable, pero es injusta. Y no merecemos morir”
LA MUERTE DERROTADA
La muerte celebra su habitual victoria. Pero es un triunfo pírrico. Los poetas del pueblo viven en la multitud que incorpora las letras como propias. Benedetti escribió en prosa: “La derrota no prueba que luchar por la justicia sea un error o sea imposible. Solo prueba que se han cometido errores que llevaron a esa derrota. Derrota que ha tenido también, su parte buena y positiva. Después de todo hasta Borges ha escrito:” Hay una dignidad que el vencedor jamás pudo alcanzar”. Lo que en verso expresó: “ Si los nuestros quedaron sin abrazos/la patria casi muerta de tristeza/y el corazón del hombre se hizo añicos/antes de que explotara la vergüenza/Usted preguntará porque cantamos./Cantamos porque el río está sonando/y cuando suena el río suena el río/cantamos porque el cruel no tiene nombre/y en cambio tiene nombre su destino/Cantamos porque el niño y porque todo/y porque algún futuro y porque el pueblo/cantamos porque los sobrevivientes/ y nuestros muertos quieren que cantemos.Cantamos porque llueve sobre el surco/y somos militantes de la vida/y porque no queremos ni podemos/dejar que la canción se haga ceniza/Cantamos porque el grito no es bastante/y no es bastante el llanto ni la bronca/cantamos porque creemos en la gente/y porque venceremos la derrota."
Muere Benedetti en una hora latinoamericana. Como lo soñó Artigas de quién escribió: “ Se las arregló para ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte” O como sostuvo siempre: “La historia tañe sonora/su lección como campana/para gozar el mañana/hay que pelear el ahora/….Con tu puedo y con mi quiero/vamos juntos compañero”
Muere cuando ya no puede dejar de reconocerse que el Sur también existe como lo anticipara la letra de Benedetti y la voz de Serrat: ““Pero aquí abajo abajo/cerca de las raíces/es donde la memoria/ningún recuerdo omite/y hay quienes se desmueren/y hay quienes se desviven/y así entre todos logran/lo que era un imposible/que todo el mundo sepa/ que el sur también existe.”
La muerte celebra su habitual victoria. Pero es un triunfo pírrico. Los poetas del pueblo viven en la multitud que incorpora las letras como propias. Benedetti escribió en prosa: “La derrota no prueba que luchar por la justicia sea un error o sea imposible. Solo prueba que se han cometido errores que llevaron a esa derrota. Derrota que ha tenido también, su parte buena y positiva. Después de todo hasta Borges ha escrito:” Hay una dignidad que el vencedor jamás pudo alcanzar”. Lo que en verso expresó: “ Si los nuestros quedaron sin abrazos/la patria casi muerta de tristeza/y el corazón del hombre se hizo añicos/antes de que explotara la vergüenza/Usted preguntará porque cantamos./Cantamos porque el río está sonando/y cuando suena el río suena el río/cantamos porque el cruel no tiene nombre/y en cambio tiene nombre su destino/Cantamos porque el niño y porque todo/y porque algún futuro y porque el pueblo/cantamos porque los sobrevivientes/ y nuestros muertos quieren que cantemos.Cantamos porque llueve sobre el surco/y somos militantes de la vida/y porque no queremos ni podemos/dejar que la canción se haga ceniza/Cantamos porque el grito no es bastante/y no es bastante el llanto ni la bronca/cantamos porque creemos en la gente/y porque venceremos la derrota."
Muere Benedetti en una hora latinoamericana. Como lo soñó Artigas de quién escribió: “ Se las arregló para ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte” O como sostuvo siempre: “La historia tañe sonora/su lección como campana/para gozar el mañana/hay que pelear el ahora/….Con tu puedo y con mi quiero/vamos juntos compañero”
Muere cuando ya no puede dejar de reconocerse que el Sur también existe como lo anticipara la letra de Benedetti y la voz de Serrat: ““Pero aquí abajo abajo/cerca de las raíces/es donde la memoria/ningún recuerdo omite/y hay quienes se desmueren/y hay quienes se desviven/y así entre todos logran/lo que era un imposible/que todo el mundo sepa/ que el sur también existe.”
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