El enfrentamiento político entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo es una lucha que paraliza el país, y no aparece una vía institucional de solución.
Estos enfrentamientos no son novedad en nuestra historia, y se producen cuando el Presidente es inepto para la función, la viola o ignora la voluntad de la ciudadanía. Son los casos de Juárez Celman, Irigoyen, Castillo, Illia, Perón e Isabel Perón, que se resolvieron con revoluciones. Como las revoluciones no resuelven los problemas, el gran tema es evitar la repetición de parálisis en el futuro.
Si nuestro sistema de gobierno es la democracia, el gobierno y el poder son del pueblo, y la voluntad del pueblo debe ser expresada por sus representantes en el Parlamento. Es respetar la democracia. Dar el mismo poder a un presidente, designado por hechos circunstanciales o por contubernios políticos, ignorando sus características personales y que sufre los inevitables cambios físicos y psíquicos de la naturaleza, es un salto al vacío.
Nuestro sistema presidencial, como el de los países latinoamericanos, es una errada copia del de EUA, que deriva permanentemente en revoluciones.
Nuestra Constitución debe enmendarse, adoptando el sistema parlamentario, para que el gobierno sea del pueblo, el que designa o remueve al ejecutor de la política y administración del Estado, sin crisis institucionales.
Estos enfrentamientos no son novedad en nuestra historia, y se producen cuando el Presidente es inepto para la función, la viola o ignora la voluntad de la ciudadanía. Son los casos de Juárez Celman, Irigoyen, Castillo, Illia, Perón e Isabel Perón, que se resolvieron con revoluciones. Como las revoluciones no resuelven los problemas, el gran tema es evitar la repetición de parálisis en el futuro.
Si nuestro sistema de gobierno es la democracia, el gobierno y el poder son del pueblo, y la voluntad del pueblo debe ser expresada por sus representantes en el Parlamento. Es respetar la democracia. Dar el mismo poder a un presidente, designado por hechos circunstanciales o por contubernios políticos, ignorando sus características personales y que sufre los inevitables cambios físicos y psíquicos de la naturaleza, es un salto al vacío.
Nuestro sistema presidencial, como el de los países latinoamericanos, es una errada copia del de EUA, que deriva permanentemente en revoluciones.
Nuestra Constitución debe enmendarse, adoptando el sistema parlamentario, para que el gobierno sea del pueblo, el que designa o remueve al ejecutor de la política y administración del Estado, sin crisis institucionales.
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