Hasta el año pasado pasaban por el control de la Comisión de Presupuesto. El nuevo presidente de la Cámara buscaría cerrar todo con su secretario administrativo, un ex colaborador de Aníbal Fernández. El “acelere” de Domínguez ya es motivo de preocupación en el Parlamento.
Julián Domínguez no se conformó con garantizar un abultado aumento salarial para los diputados, sino que también pretende un control más exhaustivo del presupuesto de la Cámara.
Y como parte de ese objetivo, pretendería concentrar el reaparto de subsidios, becas y pensiones, que hasta ahora tienen un control previo de la Comisión de Presupuesto, presidida desde diciembre por Roberto Feletti.
Según confirmaron a LPO dos fuentes parlamentarias, Domínguez ya hizo saber que evitaría esa inspección para ser él quien determine el reparto de estos beneficios a cada diputado.
El dinero no sería mucho en volumen, pero representa una oportunidad de los legisladores de responder a su militancia.
Los subsidios no superan los 22 mil pesos –pueden dividirse en varias entregas-, las becas son de mil pesos y los diputados difícilmente obtengan más de 13 y las pensiones son montos todavía menores.
Hasta el año pasado, el presidente de la Cámara giraba cada pedido a la Comisión de Presupuesto, que tenía una dirección especial dedicada a llenar las planillas con las solicitudes y los datos de los beneficiarios.
Todo eso quedaría en manos de Domínguez, quien se apoya en su secretario administrativo, José Lucas Gaincerain, un histórico amanuense de Aníbal Fernández, responsable de que el ahora presidente de la Cámara baja llegara a ser ministro de Agricultura hace dos años.
Deseoso de ser candidato a gobernador en 2015, Domínguez se mostró con mucho ímpetu en su nueva tarea, actitud que dejó perplejos a sus pares y a empleados de la Cámara.
Tras varias horas de iniciada la primera sesión que tuvo a cargo, no tuvo reparos en cortarles el micrófono a los diputados cada vez que excedían el tiempo de sus discursos.
Actitudes así generaron reacciones inmediatas de los diputados opositores y complicaron el control de la sesión. “Le pido que tengo más tranquilidad en el manejo del cuerpo”, le solicitó con serenidad a un exaltado Domínguez el mendocino Omar De Marchi.
Peor la pasó cuando decidió adelantar la sesión de la tarde del viernes para la madrugada del jueves, para no correr riesgos en el tratamiento de la ley que le quitaba a la UATRE el manejo del Registro de Empleados Rurales.
En ese momento una parte de la oposición se fue y otro le recriminó a gritos. En esos casos, Domínguez sube su voz y no tiene problemas en continuar presidiendo la sesión con más gritos.
Sus pretensiones también llegaron a cuestiones edilicias y administrativas. Disgustado con la infraestructura del palacio y del anexo, donde se realizan la mayoría de las reuniones de comisiones, mostró un especial interés en el progreso del nuevo edificio, ubicado en la calle Bartolomé Mitre 1842.
En ese predio fue inaugurado en septiembre por su antecesor Eduardo Fellner y tiene 8000 metros cubiertos. Un amplio salón del piso más alto sería la sede de los plenarios de comisiones y hasta se pensó para albergar la reunión de ayer para constituir la Comisión de Relaciones Exteriores, que finalmente se hizo en el Salón Parodi del palacio.
Otras obsesiones de Domínguez son reducir la cantidad de comisiones, que llegan a 45; y desterrar a los monobloques, a quienes ni siquiera convocó en la reunión con jefes de bancadas que hizo a fin de año, para anunciar el aumento de más de un 100 por ciento en las dietas. (La Política OnLine).
Julián Domínguez no se conformó con garantizar un abultado aumento salarial para los diputados, sino que también pretende un control más exhaustivo del presupuesto de la Cámara.
Y como parte de ese objetivo, pretendería concentrar el reaparto de subsidios, becas y pensiones, que hasta ahora tienen un control previo de la Comisión de Presupuesto, presidida desde diciembre por Roberto Feletti.
Según confirmaron a LPO dos fuentes parlamentarias, Domínguez ya hizo saber que evitaría esa inspección para ser él quien determine el reparto de estos beneficios a cada diputado.
El dinero no sería mucho en volumen, pero representa una oportunidad de los legisladores de responder a su militancia.
Los subsidios no superan los 22 mil pesos –pueden dividirse en varias entregas-, las becas son de mil pesos y los diputados difícilmente obtengan más de 13 y las pensiones son montos todavía menores.
Hasta el año pasado, el presidente de la Cámara giraba cada pedido a la Comisión de Presupuesto, que tenía una dirección especial dedicada a llenar las planillas con las solicitudes y los datos de los beneficiarios.
Todo eso quedaría en manos de Domínguez, quien se apoya en su secretario administrativo, José Lucas Gaincerain, un histórico amanuense de Aníbal Fernández, responsable de que el ahora presidente de la Cámara baja llegara a ser ministro de Agricultura hace dos años.
Deseoso de ser candidato a gobernador en 2015, Domínguez se mostró con mucho ímpetu en su nueva tarea, actitud que dejó perplejos a sus pares y a empleados de la Cámara.
Tras varias horas de iniciada la primera sesión que tuvo a cargo, no tuvo reparos en cortarles el micrófono a los diputados cada vez que excedían el tiempo de sus discursos.
Actitudes así generaron reacciones inmediatas de los diputados opositores y complicaron el control de la sesión. “Le pido que tengo más tranquilidad en el manejo del cuerpo”, le solicitó con serenidad a un exaltado Domínguez el mendocino Omar De Marchi.
Peor la pasó cuando decidió adelantar la sesión de la tarde del viernes para la madrugada del jueves, para no correr riesgos en el tratamiento de la ley que le quitaba a la UATRE el manejo del Registro de Empleados Rurales.
En ese momento una parte de la oposición se fue y otro le recriminó a gritos. En esos casos, Domínguez sube su voz y no tiene problemas en continuar presidiendo la sesión con más gritos.
Sus pretensiones también llegaron a cuestiones edilicias y administrativas. Disgustado con la infraestructura del palacio y del anexo, donde se realizan la mayoría de las reuniones de comisiones, mostró un especial interés en el progreso del nuevo edificio, ubicado en la calle Bartolomé Mitre 1842.
En ese predio fue inaugurado en septiembre por su antecesor Eduardo Fellner y tiene 8000 metros cubiertos. Un amplio salón del piso más alto sería la sede de los plenarios de comisiones y hasta se pensó para albergar la reunión de ayer para constituir la Comisión de Relaciones Exteriores, que finalmente se hizo en el Salón Parodi del palacio.
Otras obsesiones de Domínguez son reducir la cantidad de comisiones, que llegan a 45; y desterrar a los monobloques, a quienes ni siquiera convocó en la reunión con jefes de bancadas que hizo a fin de año, para anunciar el aumento de más de un 100 por ciento en las dietas. (La Política OnLine).
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