El ministro de Planificación ya no se intromete en la gestión. Su ausencia se nota en la obra pública, por la que antes presionaba personalmente y ahora deja librada al azar, lo que provoca nerviosismo en los empresarios. Tampoco habla de tarifas y de transporte. Moreno se limita al rol de auditor pero no al de negociar.
“Ya hablé dos veces con la presidenta. No me meto más, porque atrás mío viene Moreno y le dice que ustedes estan ganando plata que no les de el aumento”, le confesó Julio de Vido a un empresario que pretendía discutir con él un ajuste de tarifas y no encontraba en el ministro de Planificación a un interlocutor válido, como lo fue durante la mayor parte de los 8 años de gobierno kirchnerista.
Su influencia comenzó a decaer con la muerte de Néstor Kirchner, quien lo tenía como valuarte de sus ambiciosos planes de obra pública. Era De Vido quien presionaba para que se liberen los fondos y las obras se concluyeran.
Una de sus obsesiones, por caso, fue la construcción de la central nuclear Atucha II, ubicada en Zárate. Para dejar claro su interés, se compró una residencia en la localidad lindara de Lima. Hoy nadie lo imagina con tanto ímpetu.
Pero tampoco hay quien lleve adelante esa tarea y los empresarios lo notan. Sobre todo porque Guillermo Moreno, el principal interlocutor económico de Cristina, se limita a auditar, presionar y controlar pero no a empujar la obra pública.
Con un agravante: es conocida la austeridad de Moreno, que se identifica con los códigos espartanos de los soldados. "No hay por donde entrarle", se lamentaba un empresario ante LPO.
De Vido tampoco habla de transporte, área que dejó protagonizar al secretario Juan Pablo Schiavi, sometido por estas horas a presiones directas de la Presidenta por las idas y vueltas en la implementación del Sube, una bandera que Cristina tomó casi como una cuestión personal. Acaso el titular de Planificación quiera ahorrarse nuevos reproches.
Pero es evidente su paso al costado. Al punto que las últimas dos iniciativas fuertes que lideró: el recorte de subsidios y la reestructuración de Aerolíneas Argentinas, quedaron empantadas.
En los empresarios abunda la preocupación por su ausencia. “Siempre decía que su tiempo había terminado pero finalmente seguía en el ruedo. Esta es la primera vez que realmente se corrió de escena”, coinciden los hombres de negocios. Su interlocutor privilegiado con ese mundo era el títular de la UIA, Ignacio d eMendiguren, quien también quedó descolocado por el ascenso de Moreno y hoy comparte con el ministro un extraño ostracismo.
El ministro también se apartó de la relación entre el Gobierno y los sindicatos, después de ser durante ocho años el principal nexo entre Hugo Moyano y la Casa Rosada. “Yo tenía una buena relación con De Vido”, admitió en su último reportaje el aún secretario general de la CGT, quien se declara incomunicado con la presidenta.
Pero el empresariado la preocupación es mayor, ya que no hay un escenario de ruptura final, pero sí una parálisis producto de la ausencia del ministro de Planificación.
Hay quienes especulan que se trata de una estrategia que comparte con la ministra de Industria, Débora Giorgi. Consiste en esperar un resbalón de Moreno para que la presidenta los llame a remendar los errores del secretario de Comercio Interior. Escenario que por ahora, no es más que una hipótesis voluntarista. (La Política OnLine).
“Ya hablé dos veces con la presidenta. No me meto más, porque atrás mío viene Moreno y le dice que ustedes estan ganando plata que no les de el aumento”, le confesó Julio de Vido a un empresario que pretendía discutir con él un ajuste de tarifas y no encontraba en el ministro de Planificación a un interlocutor válido, como lo fue durante la mayor parte de los 8 años de gobierno kirchnerista.
Su influencia comenzó a decaer con la muerte de Néstor Kirchner, quien lo tenía como valuarte de sus ambiciosos planes de obra pública. Era De Vido quien presionaba para que se liberen los fondos y las obras se concluyeran.
Una de sus obsesiones, por caso, fue la construcción de la central nuclear Atucha II, ubicada en Zárate. Para dejar claro su interés, se compró una residencia en la localidad lindara de Lima. Hoy nadie lo imagina con tanto ímpetu.
Pero tampoco hay quien lleve adelante esa tarea y los empresarios lo notan. Sobre todo porque Guillermo Moreno, el principal interlocutor económico de Cristina, se limita a auditar, presionar y controlar pero no a empujar la obra pública.
Con un agravante: es conocida la austeridad de Moreno, que se identifica con los códigos espartanos de los soldados. "No hay por donde entrarle", se lamentaba un empresario ante LPO.
De Vido tampoco habla de transporte, área que dejó protagonizar al secretario Juan Pablo Schiavi, sometido por estas horas a presiones directas de la Presidenta por las idas y vueltas en la implementación del Sube, una bandera que Cristina tomó casi como una cuestión personal. Acaso el titular de Planificación quiera ahorrarse nuevos reproches.
Pero es evidente su paso al costado. Al punto que las últimas dos iniciativas fuertes que lideró: el recorte de subsidios y la reestructuración de Aerolíneas Argentinas, quedaron empantadas.
En los empresarios abunda la preocupación por su ausencia. “Siempre decía que su tiempo había terminado pero finalmente seguía en el ruedo. Esta es la primera vez que realmente se corrió de escena”, coinciden los hombres de negocios. Su interlocutor privilegiado con ese mundo era el títular de la UIA, Ignacio d eMendiguren, quien también quedó descolocado por el ascenso de Moreno y hoy comparte con el ministro un extraño ostracismo.
El ministro también se apartó de la relación entre el Gobierno y los sindicatos, después de ser durante ocho años el principal nexo entre Hugo Moyano y la Casa Rosada. “Yo tenía una buena relación con De Vido”, admitió en su último reportaje el aún secretario general de la CGT, quien se declara incomunicado con la presidenta.
Pero el empresariado la preocupación es mayor, ya que no hay un escenario de ruptura final, pero sí una parálisis producto de la ausencia del ministro de Planificación.
Hay quienes especulan que se trata de una estrategia que comparte con la ministra de Industria, Débora Giorgi. Consiste en esperar un resbalón de Moreno para que la presidenta los llame a remendar los errores del secretario de Comercio Interior. Escenario que por ahora, no es más que una hipótesis voluntarista. (La Política OnLine).
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