JOSE C. PAZ, Setiembre 19, (PUNTO CERO-Diarionp) El homenaje a maestras desaparecidas lo realizó el Instituto Evangélico Americano, recordando de manera especial a una docente que se desempeñó en el distrito paceño.
La memoria es frágil y escurridiza. A pesar de la militancia de los docentes del Suteba local, todavía no se confeccionó la lista de docentes desaparecidos durante la última dictadura en la región General Sarmiento. El Instituto Evangélico de José C. Paz dio un paso en el aporte a la memoria colectiva, y rescató de la historia a la maestra María Elvira Motto, conocida como Bombón por su belleza, quien se desempeñó en la escuela del barrio San Martín, a pocos de la cerrada fábrica Argital.
La convocatoria fe realizada por la cátedra de Sociopolítica, del área terciaria del mencionado Instituto, con la presencia de dirigentes históricos del Suteba local, además de dos compañeras de Bombón como lo fueron Dora Loza y Lucía Melendi. “Yo todavía me acuerdo de la carcajada de Bombón, esa risa contagiosa que a ella le hacía saltar las lágrimas, porque ella era muy alegre en todo lo que emprendía, y esa alegría era contagiosa”, recuerda Melendi.
Además mencionó que una de las canciones preferidas de la maestra era “Las golondrinas”, que popularizó Eduardo Falú, y que Bombón le pedía al esposo de Melendi que la tocara con la guitarra.
Militancia las 24 horas
“Bombón era el reflejo de la juventud de aquella época, que se comprometía de lleno con su trabajo, con sus alumnos, con los padres de la comunidad, y además militaba gremialmente y había hecho nexo con el gremio de los metalúrgicos, y a su vez militaba políticamente en Montoneros. Porque en esa época la militancia era las 24 horas”, explicó Dora Loza. Las tres maestras se conocieron en la ex escuela Nº38, actual EGB Nº7, y son muchas las anécdotas que recordaron el martes por la noche. Una de aquellas situaciones fue la toma de la escuela por parte de tres montoneros, entre los que se encontraba Lorenzo Viñas, hijo del escritor David Viñas. El hecho se produjo en 1973, antes de la masacre de Ezeiza, y el objetivo de aquella toma fue llamar la atención sobre las pésimas condiciones edilicias del establecimiento, donde se quería instalar tres cursos en un aula, una casilla con lauchas incluidas, pero los militantes se movilizaron para que se instalaran aulas modulares para cada curso, lo que se logró en menos de una semana de toma de las instalaciones.
Ya en plena democracia recordaron los gestos de las esposas de los empresarios de la fábrica de cerámica Steffani, quienes todos los años se acercaban a la escuela para regalarle golosinas y entradas a la calesita a los chicos. Algunas docentes decidieron que era indigno sacar a los chicos de las aulas para ser tratados como mendigos y que les dieran una limosna, por lo que decidieron desobedecer la orden de la directora. Cuando las mujeres estaban esperando en el patio y los chicos no salían fue Bombón quien las encaró y les dijo: “Nos parece más digno que sus esposos les aumenten el sueldo a los trabajadores, a los padres de los chicos que vienen a estas escuela y así ellos mismos les compran las golosinas, los cuadernos y las zapatillas que necesitan para venir a la escuela, y no recibir lismosna de manos de ustedes”. Las mujeres se alejaron indignadas en sus autos último modelo, que habían dejado estacionado en la calle de tierra.
Maestras corazón
Las docentes de la escuela ponderaban la labor de los padres de los chicos, y muchas veces organizaban visitas a la fábrica de ladrillos Argital, o a la empresa De Carlo, que estaba a pocas cuadras del lugar. “En aquellos días había pobreza y también desocupación, pero se vivía más dignamente, se luchaba y no había los problemas graves de marginalidad, drogadicción y desinterés que hay hoy. Había una mística, una alegría, una conciencia social distinta a la de hoy, no se pensaba tanto en el yo sino en el nosotros, y eso hacía que no estuviéramos solos a la hora de actuar”, dijo Lucía Melendi.
Bombón, junto con Loza y Pertierra tuvieron una importante actividad gremial, siendo impulsoras de la creación del Cetera. Graciela Rodríguez, otra docente presente, recordó que cuando viajaban en colectivo, ya fuera el 176 o el 740, los docentes se pasaban la voz de las reuniones gremiales en el Salón Parroquial. Eva Raquel Orificci, presente en la reunión, recordó que a la salida de la asambleas Bombón la acompañaba a esperar el colectivo 176 que iba a Del Viso que, como en la actualidad, ofrecía un pésimo servicio y no siempre cumplía con los horarios.
En 1975, apenas producido el rodrigazo, una de las devaluaciones del peso más drásticas del siglo XX, los trabajadores de la zona norte, convocados por la Coordinadoras de Fábricas, salieron a reclamar la renuncia del ministro de Economía, Celestino Rodrigo, y su padrino José López Rega. Allá fueron Motto y Loza, hasta que llegaron a Panamericana, en su cruce con la avenida Hipólito Yrigoyen, también conocido como Fondo de la Legua, donde estaba ubicada la fábrica Fanacoa. Las fuerzas represivas habían impedido que las largas columnas de los trabajadores ingresaran a la Capital Federal, por lo que se improvisó un acto en Fanacoa, y los metalúrgicos con sus mamelucos descubrieron a las dos docentes con sus guardapolvos blancos y empezaron a vivarlas y a gritarles “¡Maestras corazón! ¡Maestras corazón!”. (PUNTO CERO-Diarionp).
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