El concepto "máquina de impedir" fue creado en Argentina. Y no es casual. La manera más simple de concebir los valores de una sociedad y de una Nación, es ejerciendo los propios valores morales que nos fueron transmitidos desde el seno familiar y juzgar la realidad a través de ese cristal. Aunque parezca lo contrario, la labor no resulta demasiado complicada. A menudo, y muy a menudo, ninguno sabe a ciencia cierta qué es lo que quiere. Vivimos en un estado de adolescencia eterna en varios sentidos.
Pregúntese a sí mismo "¿qué es lo que quiero de la vida?", y notará que enseguida comienzan a aflorar generalidades o frases hechas como "ser feliz", "sentirme realizado" o cosas por el estilo. Pero una verdadera escala de valores se construye desde la pregunta "¿qué es lo que NO quiero?". Así es como construimos desde pequeños nuestra propia filosofía de vida; sabiendo íntimamente qué cosas jamás aceptaríamos ser o hacer. Los hombres y mujeres que acceden a puestos de poder esgrimiendo como emblemas sus decencias y al poco tiempo se corrompen, parecen ser almas débiles que jamás se hicieron aquella pregunta fundacional. Jamás lograron "hacer carne" la convicción de que nunca aceptarían una coima. Por eso, ante el primer sobre con dinero, sucumben.
Y estilo argentino de vida social, convengamos, no ayuda demasiado a la decencia. Cuando alguien se enriquece con dinero mal habido, los argentinos solemos exclamar ¡¡qué bien la hizo!! Si, definimos al robo con un elogio. Todo lo dicho parece destinado sólo al ámbito individual. Pero de individualidades vinculadas se compone una sociedad. Para construir una Nación digna, hay momentos históricos en los cuales debemos preguntarnos y respondernos inequívocamente qué cosas NO queremos. El actual, es uno de ellos.
Como pueblo, no aceptamos bajo ningún punto de vista el autoritarismo, pues ya debimos padecerlo dolorosamente. Y hasta confundimos autoritarismo con soberbia, cuando ocupan dos territorios distintos; uno el público y la segunda el personal. Confundiendo. Es así como el discurso mediático monopólico logró destruir imágenes de políticos (y de Presidentes) a lo largo de nuestra historia. Somos, como sociedad, una presa fácil para operaciones de prensa o campañas sucias de cualquier índole. Por eso nos cuesta una enormidad reconocer el verdadero poder que se esconde detrás de un estilo de titular noticias y aceptamos como “independientes” a quienes sólo dicen serlo y gesticulan adustamente.
Quizás porque nos faltó la convicción fundacional que se definiría con una frase más o menos así: “ NO quiero que me mientan descaradamente y me tomen por imbécil”. Somos una sociedad ideal para actuar como cobayos y que nos lleven de las narices donde los intereses monopólicos y privilegiados estén a salvo. Lo invito a hacer un ejercicio simple bajo el razonamiento eje de lo que definitivamente NO queremos, a ver si de esta manera nos resulta más sencillo comprender la realidad (NUESTRA realidad, porque la realidad es nuestra y no del gobierno, del Indec o de Clarín) y tomar partido sin temor a equivocarnos.
Planteemos entonces el ejercicio propuesto: ¿Queremos que los medios que nos informan estén en manos de unas pocas personas? ¿Queremos que el 76,6% de las licencias de radio y TV estén en esas mismas pocas manos? ¿Queremos que a nuestros Presidentes los elijan y los destituyan esos mismos privilegiados? ¿Queremos que nos hagan comenzar el día angustiados y terminarlo tratándonos como idiotas? ¿Queremos ser parte de un procedimiento tras otro de manipulación de nuestras sensaciones y opiniones, vengan de donde provengan?
Si Usted no es sado masoquista o su autoestima no está bajo el nivel del mar, seguramente la respuesta a estas preguntas siempre habrá sido la misma: NO. Si es así, vale preguntarse ¿por qué hay quienes están en contra de debatir una nueva Ley de Medios que acabe con el poder real de los monopolios que somete y condiciona al poder popular de las urnas desde hace décadas? Personalmente tengo mis reparos en varios puntos del proyecto presentado por el gobierno, como la participación de las telefónicas en el negocio de las comunicaciones y algunos otros. Pero son temas que merecen ser debatidos.
Dicen que el gobierno quiere aprobar la Ley de inmediato porque Néstor Kirchner, después de privilegiarlos por temor durante su mandato, ahora está enojado con Clarín ¿Y por ese detalle hasta anecdótico vamos a privarnos de una Ley que merecemos? ¿Es tan importante el enojo de Néstor Kirchner como para obnubilarnos? Kirchner pasará. Pero las nuevas reglas de juego para una comunicación abierta y democrática serán permanentes ¿Realmente es necesario aclarar esta obviedad?
También dicen que la Ley es para controlar medios y no para democratizar la comunicación. Saber quién lo dice, define la verosimilitud o no de la frase. Eso lo dice…Clarín. Otros argumentan que esta ley debiera tratarla el nuevo Congreso que quedará conformado el 10 de diciembre ¿Cerramos el Congreso hasta esa fecha entonces porque cualquier cosa que allí se apruebe no es legítima? Y, en todo caso, luego de esa fecha emblemática se podrán introducir las modificaciones que a la oposición se le antojen, si es que obtiene la mayoría en cada caso. Entonces, ¿por qué vamos a privarnos como sociedad de modificar NUESTRA realidad de inmediato incinerando un decreto ley de la dictadura y reemplazándolo por una ley votada por hombres y mujeres electos por nosotros y no por un contubernio entre la señora de Noble y cuatro o cinco militares de turno?
No queremos llegar a sospechar que los monopolios tienen compradas las voluntades de los que serán nuevos legisladores, a cambio de los favores recibidos en la última campaña electoral. Deseamos pensar de manera positiva, pero por no ser imbéciles, nos cuesta un poco.
Uno entiende a la otra parte. Es de buena gente hacerlo. Si cuando en nuestra propia casa se nos abalanzan gastos crecientes y los ingresos son cada vez menores entramos en estado de desesperación, imagínese al pobre Grupo Clarín, que le debe 130 millones de pesos a la AFIP (otra vez se prueba que quienes pagan sus impuestos siempre son los que menos tienen), le quitaron el monopolio del fútbol causándole una pérdida multimillonaria en dólares y ahora le están por aprobar una
Ley de Servicios Audiovisuales que lo privaría del 76,6% de las licencias que posee actualmente. Una enormidad.
Es por eso que hoy Crónica TV parece Discovery Channel al lado de TN, cuando de sensacionalismo hablamos. Y una revista de chimentos de barrio parece Don Quijote de la Mancha en comparación con las tapas del “gran diario argentino” de los últimos días.
Políticos opositores aprovechan la ocasión para poblar cada semana los estudios de televisión a los cuáles nunca habían sido invitados y atienden gustosos los llamados que los despiertan a las seis de la mañana desde una radio que jamás los había entrevistado. Y esa alianza de mezquindades mediocres de unos y lucha por el privilegio de otros, amenaza con hacernos perder otra oportunidad de terminar con esta ley obsoleta y leonina de la dictadura. Antes, fue por el pánico de los políticos a las represalias del poder mediático monopólico. Ahora, para conseguir un rato más de cámara y que Clarín ocupe el lugar opositor que la mayoría de los dirigentes no sabe ejercer por falta de ideas.
A esos políticos les decimos que no se preocupen. Cuando existan nuevas reglas de juego, desde EL VIGÍA nos comprometemos a darles espacio. Y como nosotros, miles de nuevos medios y periodistas quehoy están fuera de juego por culpa del monopolio y del decreto ley y los ex presidentes que lo parieron y alimentaron. Nosotros somos ecuánimes. No somos como Clarín. Simplemente porque alguna vez,cuando abrazamos este oficio, no sabíamos a ciencia cierta lo que queríamos, pero estábamos convencidos de lo que no queríamos ser. Y nos gusta decirlo en voz alta: jamás seremos mercenarios de la pluma y la palabra.
Pregúntese a sí mismo "¿qué es lo que quiero de la vida?", y notará que enseguida comienzan a aflorar generalidades o frases hechas como "ser feliz", "sentirme realizado" o cosas por el estilo. Pero una verdadera escala de valores se construye desde la pregunta "¿qué es lo que NO quiero?". Así es como construimos desde pequeños nuestra propia filosofía de vida; sabiendo íntimamente qué cosas jamás aceptaríamos ser o hacer. Los hombres y mujeres que acceden a puestos de poder esgrimiendo como emblemas sus decencias y al poco tiempo se corrompen, parecen ser almas débiles que jamás se hicieron aquella pregunta fundacional. Jamás lograron "hacer carne" la convicción de que nunca aceptarían una coima. Por eso, ante el primer sobre con dinero, sucumben.
Y estilo argentino de vida social, convengamos, no ayuda demasiado a la decencia. Cuando alguien se enriquece con dinero mal habido, los argentinos solemos exclamar ¡¡qué bien la hizo!! Si, definimos al robo con un elogio. Todo lo dicho parece destinado sólo al ámbito individual. Pero de individualidades vinculadas se compone una sociedad. Para construir una Nación digna, hay momentos históricos en los cuales debemos preguntarnos y respondernos inequívocamente qué cosas NO queremos. El actual, es uno de ellos.
Como pueblo, no aceptamos bajo ningún punto de vista el autoritarismo, pues ya debimos padecerlo dolorosamente. Y hasta confundimos autoritarismo con soberbia, cuando ocupan dos territorios distintos; uno el público y la segunda el personal. Confundiendo. Es así como el discurso mediático monopólico logró destruir imágenes de políticos (y de Presidentes) a lo largo de nuestra historia. Somos, como sociedad, una presa fácil para operaciones de prensa o campañas sucias de cualquier índole. Por eso nos cuesta una enormidad reconocer el verdadero poder que se esconde detrás de un estilo de titular noticias y aceptamos como “independientes” a quienes sólo dicen serlo y gesticulan adustamente.
Quizás porque nos faltó la convicción fundacional que se definiría con una frase más o menos así: “ NO quiero que me mientan descaradamente y me tomen por imbécil”. Somos una sociedad ideal para actuar como cobayos y que nos lleven de las narices donde los intereses monopólicos y privilegiados estén a salvo. Lo invito a hacer un ejercicio simple bajo el razonamiento eje de lo que definitivamente NO queremos, a ver si de esta manera nos resulta más sencillo comprender la realidad (NUESTRA realidad, porque la realidad es nuestra y no del gobierno, del Indec o de Clarín) y tomar partido sin temor a equivocarnos.
Planteemos entonces el ejercicio propuesto: ¿Queremos que los medios que nos informan estén en manos de unas pocas personas? ¿Queremos que el 76,6% de las licencias de radio y TV estén en esas mismas pocas manos? ¿Queremos que a nuestros Presidentes los elijan y los destituyan esos mismos privilegiados? ¿Queremos que nos hagan comenzar el día angustiados y terminarlo tratándonos como idiotas? ¿Queremos ser parte de un procedimiento tras otro de manipulación de nuestras sensaciones y opiniones, vengan de donde provengan?
Si Usted no es sado masoquista o su autoestima no está bajo el nivel del mar, seguramente la respuesta a estas preguntas siempre habrá sido la misma: NO. Si es así, vale preguntarse ¿por qué hay quienes están en contra de debatir una nueva Ley de Medios que acabe con el poder real de los monopolios que somete y condiciona al poder popular de las urnas desde hace décadas? Personalmente tengo mis reparos en varios puntos del proyecto presentado por el gobierno, como la participación de las telefónicas en el negocio de las comunicaciones y algunos otros. Pero son temas que merecen ser debatidos.
Dicen que el gobierno quiere aprobar la Ley de inmediato porque Néstor Kirchner, después de privilegiarlos por temor durante su mandato, ahora está enojado con Clarín ¿Y por ese detalle hasta anecdótico vamos a privarnos de una Ley que merecemos? ¿Es tan importante el enojo de Néstor Kirchner como para obnubilarnos? Kirchner pasará. Pero las nuevas reglas de juego para una comunicación abierta y democrática serán permanentes ¿Realmente es necesario aclarar esta obviedad?
También dicen que la Ley es para controlar medios y no para democratizar la comunicación. Saber quién lo dice, define la verosimilitud o no de la frase. Eso lo dice…Clarín. Otros argumentan que esta ley debiera tratarla el nuevo Congreso que quedará conformado el 10 de diciembre ¿Cerramos el Congreso hasta esa fecha entonces porque cualquier cosa que allí se apruebe no es legítima? Y, en todo caso, luego de esa fecha emblemática se podrán introducir las modificaciones que a la oposición se le antojen, si es que obtiene la mayoría en cada caso. Entonces, ¿por qué vamos a privarnos como sociedad de modificar NUESTRA realidad de inmediato incinerando un decreto ley de la dictadura y reemplazándolo por una ley votada por hombres y mujeres electos por nosotros y no por un contubernio entre la señora de Noble y cuatro o cinco militares de turno?
No queremos llegar a sospechar que los monopolios tienen compradas las voluntades de los que serán nuevos legisladores, a cambio de los favores recibidos en la última campaña electoral. Deseamos pensar de manera positiva, pero por no ser imbéciles, nos cuesta un poco.
Uno entiende a la otra parte. Es de buena gente hacerlo. Si cuando en nuestra propia casa se nos abalanzan gastos crecientes y los ingresos son cada vez menores entramos en estado de desesperación, imagínese al pobre Grupo Clarín, que le debe 130 millones de pesos a la AFIP (otra vez se prueba que quienes pagan sus impuestos siempre son los que menos tienen), le quitaron el monopolio del fútbol causándole una pérdida multimillonaria en dólares y ahora le están por aprobar una
Ley de Servicios Audiovisuales que lo privaría del 76,6% de las licencias que posee actualmente. Una enormidad.
Es por eso que hoy Crónica TV parece Discovery Channel al lado de TN, cuando de sensacionalismo hablamos. Y una revista de chimentos de barrio parece Don Quijote de la Mancha en comparación con las tapas del “gran diario argentino” de los últimos días.
Políticos opositores aprovechan la ocasión para poblar cada semana los estudios de televisión a los cuáles nunca habían sido invitados y atienden gustosos los llamados que los despiertan a las seis de la mañana desde una radio que jamás los había entrevistado. Y esa alianza de mezquindades mediocres de unos y lucha por el privilegio de otros, amenaza con hacernos perder otra oportunidad de terminar con esta ley obsoleta y leonina de la dictadura. Antes, fue por el pánico de los políticos a las represalias del poder mediático monopólico. Ahora, para conseguir un rato más de cámara y que Clarín ocupe el lugar opositor que la mayoría de los dirigentes no sabe ejercer por falta de ideas.
A esos políticos les decimos que no se preocupen. Cuando existan nuevas reglas de juego, desde EL VIGÍA nos comprometemos a darles espacio. Y como nosotros, miles de nuevos medios y periodistas quehoy están fuera de juego por culpa del monopolio y del decreto ley y los ex presidentes que lo parieron y alimentaron. Nosotros somos ecuánimes. No somos como Clarín. Simplemente porque alguna vez,cuando abrazamos este oficio, no sabíamos a ciencia cierta lo que queríamos, pero estábamos convencidos de lo que no queríamos ser. Y nos gusta decirlo en voz alta: jamás seremos mercenarios de la pluma y la palabra.
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